Tiempo. Palabra que se emplea para indicar:
- Simple secuencia cronológica (Génesis 4:3).
- Duración correspondiente a determinado estado de cosas (por ejemplo, el tiempo del nazareato, el tiempo del reinado de Ciro, etc.).
- Época o período común de varios acontecimientos (Deuteronomio 32:7).
- Ocasión oportuna o momento decisivo histórico en que se cumplirá la voluntad de Dios (2 Corintios 6:2).
Es notable que la Biblia ponga énfasis no en la continuidad del tiempo (falta, por cierto, vocablo hebreo para tal concepto) sino en la importancia que presta Dios a determinados momentos de la historia. El tiempo así considerado es más una oportunidad (en griego, kairós) que una sucesión de lapsos cronológicos (en griego, jronos), por ejemplo el poema de los tiempos de (Eclesiastés 3:1–8) (→ Hora).
Jesucristo vino predicando que el «tiempo se ha cumplido» (Marcos 1:15; cf. Gálatas 4:4), pues su vida y obra señalan la crisis decisiva en los propósitos de Dios (Efesios 1:10) y marcan tanto el fin de una época como el comienzo de los «postreros días» (Hechos 2:11; cf. Joel 2:28; → Siglo). El hecho de haber pasado a la historia el tiempo de Jesús es precisamente lo que define la diferencia entre las esperanzas de los judíos y las de los cristianos.
El judío aguarda la intervención decisiva de Dios en un futuro, mientras el cristiano tiene una expectativa más segura y gloriosa de la consumación de los tiempos por cuanto sabe que el momento decisivo ha pasado, de una vez y para siempre. Estamos viviendo ya los últimos tiempos (Hebreos 1:2; 1 Juan 2:18; 1 Pedro 1:20; → Segunda venida).
Dios mismo, desde luego, no está limitado por el tiempo ya que la creación temporal es obra de sus manos (Salmos 90:2). La misma ausencia de límite temporal se aplica a todos sus atributos y a la gracia hacia su pueblo (cf. Jeremías 31:3; 32:40; Oseas 2:19; etc., → Principio).
Cuando Dios se llama Alfa y Omega no quiere indicar que su existencia es más larga sino más bien que está por sobre el tiempo. La eternidad es una dimensión distinta, diferente en calidad del tiempo, sin pasado ni futuro; o sea es un eterno presente.
Esto explica el nombre con que Dios se revela a Moisés: «Yo soy el que soy» (Éxodo 3:14; cf. Juan 8:58; → Jehová). Para Dios es lo mismo mil años que un día (2 Pedro 3:8). Su existencia no se mide por el tiempo finito. Es el Rey de las edades (1 Timoteo 1:17).