Todopoderoso (en hebreo, Shaddai, que significa Omnipotente). Palabra que se usa cuarenta y ocho veces en el Antiguo Testamento para caracterizar o nombrar a Dios (especialmente en Job).
En el Nuevo Testamento solo se encuentra en Apocalipsis (en griego, pantókrator) además de una cita del Antiguo Testamento en 2 Corintios 6:18. La omnipotencia no se refiere a un atributo abstracto, sino más bien a la obra de Dios, «el que obra con todo poder».
Si bien la Biblia no utiliza mucho la expresión, afirma claramente el pleno poder de Dios para llevar a cabo su propósito (Salmos 115:3; 135:6). No se trata de una potencia arbitraria, sino de su propósito santo en la → creación y la → redención.
Cristo participa en el poder del Padre, y aunque su omnipotencia permanece oculta a los incrédulos, se manifiesta en sus obras, y sus discípulos la atestiguan (Mateo 9:6; 11:27; 28:18; Juan 17:2; Apocalipsis 1:8).
Frente a la omnipotencia divina, el hombre no ha de sentir solo temor y temblor (Job 37:23, 24; 40:2) sino confianza, seguridad y valor (Génesis 17:1ss). La humilde súplica y la fe obediente corresponden al encuentro con el Dios todopoderoso cuya voluntad y obra son nuestra salvación.