Vida

En términos físicos, la vida comprende el período entre el nacimiento y la muerte. Puesto que Dios es la fuente de la vida, es un don de Él.

El salmista canta a Dios: «Porque contigo está el manantial de la vida» (Sal 36.9). El concepto de la vida se despliega a través de toda la Biblia:

En el Antiguo Testamento

Tres vocablos hebreos determinan el concepto de la vida.

  1. Khayyim tiene sentido de movimiento o acción. La vida es un poder que se manifiesta (Gn 7.21ss26.19Job 33.20Sal 69.34143.3). También es una manifestación de la → luz y la alegría (Sal 27.1Job 33.25ssPr 3.16), en contraste con las tinieblas, la tristeza y el caos que caracterizan lo inanimado (Sal 135.17).
  2. Néfes, cuya raíz significa «respirar» o «soplar». Génesis 2.7 dice: «Y Dios formó al hombre del polvo de la tierra, y sopló en su nariz aliento de vida, y fue el hombre un ser [néfes] viviente». A menudo se traduce → alma en el sentido amplio de lo que vive y se mueve (Gn 12.13Nm 11.6Dt 4.19; etc.). Desde cierto punto de vista, esta vida radica en la → sangre (Lv 12.11).
  3. Ruaj, es similar en significado a los anteriores términos. Significa → espíritu como principio que distingue a la vida de la → muerte. Es el espíritu vivificador (Job 27.3s).

En el Antiguo Testamento tiene significados y referencias concretas; no aparece como una idea abstracta. Nunca se habla de la vida del → hombre teóricamente, sino existencialmente en medio de situaciones particulares. Por ejemplo, no existe en el Antiguo Testamento referencias independientes a la física, intelectual o espiritual; los autores parten del concepto de que la vida humana es un todo.

Es una unidad que no se puede dividir. Cada parte del → cuerpo (→ carnecorazónsangre, etc.) tiene una función total tanto física como espiritual.

Por otro lado, el Antiguo Testamento da a entender que la vida no es la simple existencia. Al contrario, le da un sentido de plenitud e intensidad vital. Por eso el hombre puede revivir, puede sobrevivir. Quien estaba muerto de hambre puede «vivir» cuando encuentra alimento (Gn 43.82 R 7.4; cf. 1 S 30.12). También se da el caso de que el que está enfermo «vive» cuando recupera la salud (Nm 21.8sIs 38.9).

El Antiguo Testamento considera la vida como un don supremo que es muestra de felicidad. El que tiene felicidad siente la realidad de la vida (Sal 34.1213Pr 4.10).

En resumen, la idea central de vida en el Antiguo Testamento es que Dios es su fuente única.

Aunque la creación entera goza en cierto grado del don de la vida, el hombre es en particular su beneficiario (Nm 14.282 R 2.2Ez 20.3133.11). Pero este no puede vivir solo de pan, sino de toda Palabra de Dios (Dt 8.3). La plenitud de vida del hombre depende de la actitud que asume hacia esta palabra de su → obediencia o desobediencia (Dt 30.15–20Pr 3.1–10).

En el Nuevo Testamento

Tres términos griegos designan el concepto de la vida.

  1. Zoé, que aparece de 151 a 200 veces y tiene varios significados. Abarca la vida física (Lc 16.25Ro 8.38) y la sobrenatural, la de Dios y de Cristo (Jn 5.26), que se le comunica a los creyentes (1 P 3.7). No solo se refiere a la vida futura (a menudo en la expresión «vida eterna», Mc 10.30), sino también a la posesión actual de una gran bienaventuranza e íntima comunión con Dios (Jn 5.24). Nuestras decisiones diarias impactan esta vida; el hombre puede vivir «según la carne» o «según el espíritu» (Ro 8.12).
  2. Psyjé, que por lo general se traduce → alma. En la Septuaginta traduce el vocablo hebreo néfes como «aliento, principio de vida». El Nuevo Testamento usa el término para indicar el principio de vida física (Hch 20.10Ap 8.9), la vida terrenal en sí (Mt 2.20Ro 11.3), la sede de la vida interior (Lc 12.191 Ts 2.8Stg 1.21) y el objeto de una decisión esencial (Mc 8.3510.39).
  3. Bı́os, que es menos común y significa existencia terrenal (Lc 8.141 Ti 2.22 Ti 2.4) o recursos necesarios para subsistir (1 Jn 2.163.17).

En ciertos pasajes el Nuevo Testamento conceptúa la vida únicamente como la existencia que termina con la muerte (Flp 1.20), como algo provisional (1 Co 15.19), pasajera (Stg 4.14) y limitada (Ro 7.1ss). Con todo, Mc 8.36s nos recuerda que la vida es uno de los bienes mayores.

Como en el Antiguo Testamento, Dios es el origen de la vida (Lc 5.21). Él posee → inmortalidad (1 Ti 6.16) y solo Él puede resucitar a los muertos (Ro 4.12). La novedad neotestamentaria es que recibimos este gran don de Dios a través de Jesucristo. Puesto que Cristo resucitó de entre los muertos, queda como garantía de que en Él tendremos vida (Ef 2.1–7) a través de nuestra fe (Ro 1.17Gl 3.111 Jn 5.12).

El acontecimiento de la → resurrección y la consecuente llegada del Espíritu Santo rompieron las limitaciones de la vida. Antes → «vida eterna» evocaba solamente una realidad escatológica (así en Mateo, Marcos y Lucas), pero ahora se comprende que en Cristo la vida tiene una nueva cualidad eterna y que comienza en el momento de creer en Él (Jn 17.3), o sea, de renacer (1 Jn 2.29; cf. Jn 3.3–8). La literatura juanina enfatiza que la vida libera del dominio del príncipe de este siglo (→ Satanás) y conduce a la abolición del → pecado (1 Jn 3.8ss). Como Jesucristo es el verdadero Dios, Él es también la vida eterna (1 Jn 5.20).

Por su parte el apóstol Pablo afirma que la vida es un bien no solo presente, sino también venidero (Ro 6.1–118.2–10), y que la verdadera vida ya no está sujeta a los límites de «este mundo» (Ro 7.1–13).

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