Virgen

Virgen. Dos vocablos traducen virgen en el Antiguo Testamento: betulá (Dt 22.14) que se aplica a la mujer que no ha conocido varón y almá (Gn 24.43) que se refiere a una mujer soltera en edad de casarse.

La sociedad hebrea tenía en alta estima a la mujer virgen por cuanto estaba destinada a engendrar hijos que continuarían la estirpe familiar. El padre protegía a su hija, entonces, para poder entregarla virgen al hombre que se casara con ella. Varias leyes se dictaron para compensar al padre si violaban o difamaban a su hija, o bien para compensar al novio si la joven que se le entregó como esposa no era hallada virgen (Éx 22.16sDt 22.13–21).

En sentido figurado, el término virgen puede designar una ciudad o una nación (2 R 19.21Jer 46.11), así como la comunidad creyente (2 Co 11.2).

La palabra hebrea almá en Is 7.14 («El Señor mismo os dará señal: He aquí que la virgen concebirá y dará a luz un hijo») se tradujo en la Septuaginta (250 a.C.) con el vocablo griego parthenos. Puesto que este término griego señala exclusivamente una mujer que no ha conocido varón, y debido a que el «hijo» llevaría el nombre «Dios con nosotros», este texto se ha considerado desde antes del comienzo de la era cristiana como una profecía de la concepción virginal del Salvador (Mt 1.23; → María).

En el Nuevo Testamento se mencionan varias vírgenes: María (Lc 1.27) y las cuatro hijas de → Felipe (Hch 21.9). Aunque la sociedad hebrea no consideraba posible ni apetecible la vida de soltero, Pablo la recomienda a los cristianos vírgenes (tanto mujeres como hombres) a causa de la premura del tiempo y para facilitar la dedicación al servicio cristiano (1 Co 7.24–40). Los ciento cuarenta y cuatro mil redimidos que adoran al «Cordero» son varones vírgenes (Ap 14.1–5). En este contexto cultual los redimidos participan de la pureza del Cordero ofrecido en favor de ellos, congregación «sin mancha» que amerita la expresión figurada de vírgenes.

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