Una vez conversé con un señor que dijo que quería aprender más acerca de la fe cristiana. Él dijo que se consideraba cristiano, y quería saber más acerca de lo que implica el cristianismo. Pero, advertía él, “no quiero ser un cristiano nacido de nuevo”.
Cuando oí esas palabras, mi mente volvió de súbito a la campaña presidencial de 1976, cuando Jimmy Carter se identificó como un cristiano nacido de nuevo.
Por la misma época, Charles Colson, quien había sido consejero del Presidente Nixon, y resultó involucrado en el escándalo de Watergate, se convirtió a Cristo y escribió un libro titulado Nací de nuevo, que vendió millones de copias y fue llevado al cine bajo el mismo título.
El líder del partido Black Panther, Eldridge Cleaver, e incluso Larry Flynt, el editor de la revista Hustler, entraron en escena anunciando al mundo que habían “nacido de nuevo”, aunque ahora Flynt se declara ateo.
De pronto, la frase nacido de nuevo, que solo era conocida en un muy pequeño segmento de la iglesia, se volvió una noticia candente y comenzó a captar la atención nacional.
El mundo secular la recogió y la aplicó a cosas ajenas a la fe cristiana. Por ejemplo, si un beisbolista tenía un buen año después de un año especialmente malo, se decía que el jugador había “nacido de nuevo”.
En algún punto de toda la difusión, sin embargo, el verdadero significado del concepto nacido de nuevo se oscureció. En consecuencia, existe mucha confusión, incluso dentro de la iglesia, en cuanto a la naturaleza exacta del nuevo nacimiento. El propósito de este librito es, pues, examinar lo que significa, tanto bíblica como teológicamente, nacer de nuevo.
De entrada, debo observar que la frase “cristiano nacido de nuevo”, en un sentido reducido y técnico, es una redundancia. Esto es así porque, según el Nuevo Testamento, para hacerse cristiano, primero uno debe nacer de nuevo (Juan 3:3-5).
Por lo tanto, si una persona nace de nuevo, es cristiana. En consecuencia, decir que alguien es un “cristiano nacido de nuevo” es como decir que esa persona es un cristiano cristiano. El Nuevo Testamento no conoce otro tipo de cristiano.
Además, el término nacer de nuevo es un sinónimo popular del término teológico regenerar. No conozco ninguna iglesia en la historia del cristianismo que no haya tenido una doctrina de la regeneración o renacimiento.
Es decir, cada cuerpo cristiano en la historia de Occidente ha tenido que desarrollar algún tipo de concepto de lo que significa nacer de nuevo espiritualmente. Ello se debe a que el concepto no tuvo su origen entre los teólogos, comentaristas bíblicos, o predicadores.
La idea misma de un renacimiento espiritual tiene su origen en la enseñanza de Jesús. Puesto que los cristianos se identifican como seguidores de Cristo, ellos naturalmente han estado interesados en comprender qué dice Jesús acerca de esta noción.
La conversación de Jesús con Nicodemo
El relato de la primera enseñanza de Jesús sobre esta materia lo encontramos en Juan 3. Quisiera analizar este pasaje detenidamente para que podamos conseguir un firme fundamento para nuestra posterior discusión sobre el nuevo nacimiento.
Juan escribe, “Había un hombre de los fariseos que se llamaba Nicodemo, dignatario de los judíos. Este vino a Jesús de noche” (vv. 1-2a RV95). Juan nos presenta de inmediato a Nicodemo y nos dice dos cosas acerca de su trasfondo: primero, era fariseo, y segundo, era dignatario de los judíos.
Los fariseos eran una secta religiosa conservadora conocida por una estricta obediencia a la ley de Dios. Los “dignatarios de los judíos” eran las autoridades religiosas de Israel.
La nación judía estaba bajo la autoridad imperial de Roma y era regida por un gobernador romano. Sin embargo, la autoridad religiosa de Israel recaía sobre un grupo de setenta hombres que conformaban un cuerpo conocido como el Sanedrín.
Estos hombres eran, grosso modo, el equivalente de los senadores de nuestra nación o los cardenales de la Iglesia Católica Romana. Cuando Juan identifica a Nicodemo como un dignatario de los judíos, claramente está indicando que Nicodemo era miembro del Sanedrín.
No todos los fariseos eran miembros del Sanedrín, pero algunos miembros del Sanedrín eran fariseos. En consecuencia, Nicodemo era un hombre educado y poderoso, altamente instruido en teología.
Nicodemo vino a Jesús de noche. ¿Por qué hizo eso? Tengo la sospecha de que Nicodemo estaba levemente nervioso. No quería que lo vieran públicamente con Jesús, quien era popular entre el pueblo pero despertaba sospechas entre las autoridades religiosas. Así que él fue discreto en su primer encuentro con Jesús.
No obstante, Nicodemo llegó con elevadas palabras: “Éste vino de noche a ver a Jesús, y le dijo: ‘Rabí, sabemos que has venido de parte de Dios como maestro, porque nadie podría hacer estas señales que tú haces si Dios no estuviera con él’” (v. 2).
Es significativo que este anciano de los judíos reconociera a Jesús como un rabí y se dirigiera a él con el respeto reservado a los teólogos. Nicodemo reconocía que Jesús era un auténtico maestro de la Palabra de Dios.
Entonces prosigue y declara que al menos algunos de los líderes judíos reconocían que Jesús era un maestro enviado por Dios, gracias a las señales que él hacía. Esta actitud era muy distinta a la de muchos en el partido de los fariseos.
Ellos no tenían una imagen tan positiva de Jesús. De hecho, ellos atribuían sus prodigiosos actos al poder de Satanás (Mateo 12:22-32). Pero este fariseo rehusó hacer una acusación tan extremada; más bien él llegó con elogios para Jesús.
Él estaba diciendo, “Jesús, yo reconozco que tú debes ser un maestro enviado de Dios, porque ningún hombre podría ejercer el tipo de poder que tú has mostrado a menos que Dios esté autenticando su mensaje”.
Una condición necesaria
Observa lo que respondió Jesús. Él no dijo, “No merezco este honor que me has concedido, dignatario de los judíos, miembro del Sanedrín; es grandioso ser alabado por alguien en una posición tan elevada”.
Es casi como si Jesús no pudiera esperar a que Nicodemo deje de adularlo. Una vez que Nicodemo calla, Jesús respondió como siempre hizo en su enseñanza: haciendo a un lado las minucias y yendo al meollo del asunto.
Él le dijo a Nicodemo, “En verdad, en verdad te digo: A menos que el hombre naciere de nuevo, no puede ver el reino de Dios” (v. 3 VM). En otras palabras, “Nicodemo, deja de hablar de cuestiones secundarias y honores personales.
Lo que quiero transmitirte es lo siguiente: hay algo imprescindible que la persona debe hacer a fin de ver el reino de Dios”.
En teología y filosofía, nos encanta hacer distinciones, y una muy importante distinción en estas disciplinas es la que se hace entre lo que llamamos una “condición necesaria” y una “condición suficiente”.
Una condición necesaria se define como algo que obligatoriamente debe ocurrir antes de que otra cosa pueda suceder. Por ejemplo, para encender un fuego, se requiere obligatoriamente la presencia de oxígeno.
Sin oxígeno no puede haber fuego. Por el contrario, una condición suficiente es lo único necesario para que se dé un resultado. El oxígeno no es una condición suficiente para el fuego.
Es necesario para el fuego, pero por sí solo no garantiza que resulte el fuego. No se puede tener fuego sin oxígeno, pero se puede tener oxígeno sin tener fuego. En resumen, una condición necesaria es un sine qua non: sin ella no se sigue el efecto deseado.
En esta conversación con Nicodemo, Jesús dio una condición necesaria. Cada vez que Jesús enseña condiciones necesarias, debiéramos aguzar el oído, pero esto es especialmente cierto en este caso, porque él describe un requisito absoluto para la entrada en el reino de Dios.
Él dijo, “A menos que el hombre naciere de nuevo, no puede ver el reino de Dios”. Es decir, a menos que “A” suceda, “B” no puede seguir. ¿Ves por qué es tan importante? Con estas palabras, Jesús estableció la condición necesaria para entrar en su reino.
Él interrumpió a este hombre altamente instruido en teología, quien era un líder religioso, quien era reconocido y alabado por sus conciudadanos de Israel, y le lanza esta verdad como un balde de agua fría: “Tú necesitas nacer de nuevo”.
Es como si yo entrara en la iglesia de algún ministro, y mientras él me hace una pregunta teológica o me dice palabras amables, yo le dijera: “Alto. Ni siquiera puedes ver el reino de Dios, porque necesitas nacer de nuevo”. No es de extrañarse que los fariseos fueran tan hostiles con Jesús.
Dicho de la manera más simple posible, si no renaces espiritualmente, no eres un cristiano. Es necesario nacer de nuevo para ser cristiano. Es necesario nacer de nuevo para ser cristiano. Nadie nace siendo cristiano.
Nadie llega a este mundo estando ya incorporado al reino de Dios. Los fariseos pensaban que ellos nacían en el reino de Dios. Su razonamiento era: “Somos hijos de Abraham. Hacemos todo lo que es correcto.
Tenemos la ley de Moisés”. Pero más adelante Jesús les diría: “Ustedes no son hijos de Abraham. Ustedes son hijos de aquellos a quienes sirven” (ver Juan 8:39-47).
Es imposible expresar en toda su magnitud lo radical que era esta declaración de Jesús. Si a nosotros nos parece radical, sonaba aun más radical para los contemporáneos de Cristo.
Recuerden a mi amigo que dijo: “R. C., quiero ser cristiano, pero no quiero ser un cristiano nacido de nuevo”. En esencia, él quería rosas pero sin espinas.
Lo más probable es que él quisiera decir: “Quiero ser cristiano, un cristiano de verdad, pero no quiero ser una de esas personas que hacen alarde de ello y fastidian a los demás con sus repulsivos métodos de evangelismo”.
De esa forma él estaba identicando a un grupo de cristianos que lo incomodaban, un estilo dentro de la iglesia cristiana que él percibía como los únicos “cristianos nacidos de nuevo”.
Pero en el sentido real de las palabras, existe solo un tipo de cristiano. Hay diferentes estilos de ese tipo de cristiano. Algunos son corteses y otros son ásperos. Algunos son callados y otros son locuaces.
Algunos son conservadores y otros no tanto. Pero el único tipo de cristiano que entra en el reino de Dios es el cristiano regenerado, porque Jesús hizo del nuevo nacimiento una condición necesaria. Así que lo primero que quiero transmitir acerca del renacimiento es que éste es necesario.
El uso de la repetición en Jesús
Hay dos formas en que los judíos usaban la repetición para enfatizar, y Jesús utilizó ambas formas en su conversación con Nicodemo. Yo analicé una de ellas en mi libro La santidad de Dios cuando examiné Isaías 6, donde se retrata a los serafines en el salón del trono celestial cantando la antífona “santo, santo, santo”.
Expliqué el significado de esa repetición de una palabra, una técnica que vemos en toda la Biblia. Cuando los judíos querían hacer hincapié en algo, en lugar de añadir un signo de exclamación o usar cursivas, ellos simplemente lo repetían.
Cuando Jesús presenta su condición necesaria, él no dijo meramente: “A menos que el hombre naciere de nuevo, no puede ver el reino de Dios”. Más bien él comenzó diciendo: “En verdad, en verdad…”, lo cual en el idioma original decía “am?n, am?n”.
La palabra “amén” en español proviene de este término hebreo; es una palabra que usamos a menudo para terminar nuestras oraciones, con la cual decimos “verdaderamente” o “que así sea”.
De vez en cuando, Jesús introducía su enseñanza repitiendo la palabra amén, y esta es una de esas ocasiones. Cuando Jesús decía, “En verdad, en verdad”, o “De cierto de cierto”, era como si estuviese diciendo, “les recomiendo que pongan un asterisco frente a esto, porque es extremadamente importante”.
En mis clases en el seminario, yo solía decirles a mis alumnos: “Cada vez que me vean escribir algo en la pizarra, deberían marcarlo con una ‘X’ roja en sus apuntes, porque es seguro que va a aparecer en el examen”.
Jesús hacía algo parecido cuando decía “De cierto, de cierto”. Cuando quería decir: “Esto es algo muy importante”, él decía: “De cierto, de cierto”.
Hay miles de ministros en Estados Unidos que se pararán este domingo en la mañana y dirán que no es necesario nacer de nuevo para entrar en el reino de Dios. Si escuchan a alguien decir eso, voy a pedirles que recuerden que eso no es lo que Jesús dijo.
Cuando se sientan contrariados acerca de si nacer de nuevo es o no un requisito, tendrán que determinar quién habla con suprema autoridad en la iglesia cristiana. El Señor de la iglesia dice: “De cierto, de cierto te digo, que el que no nace de nuevo, no puede ver el reino de Dios”.
Hay una segunda forma en que los judíos usaban la repetición. Además de repetir una palabra, ellos repetían un concepto en particular con palabras levemente distintas.
Cuando el apóstol Pablo advertía a los gálatas que no abandonaran el evangelio bíblico, él les dijo: “Pero si aun nosotros, o un ángel del cielo, les anuncia otro evangelio diferente del que les hemos anunciado, quede bajo maldición” (Gálatas 1:8).
Luego el apóstol añade, “Lo repito: Si alguno les predica un evangelio diferente del que han recibido, quede bajo maldición” (v. 9). Aquí Pablo usó la segunda forma de repetición, haciendo la misma observación dos veces en palabras levemente distintas.
Jesús hizo lo mismo.
Primero dijo: “De cierto, de cierto te digo, que el que no nace de nuevo, no puede ver el reino de Dios” (Juan 3:3). Nicodemo responde, “¿Y cómo puede un hombre nacer, siendo ya viejo? ¿Acaso puede entrar en el vientre de su madre, y volver a nacer?” (v. 4).
Entonces Jesús le contestó: “De cierto, de cierto te digo, que el que no nace de agua y del Espíritu, no puede entrar en el reino de Dios” (v. 5). Al repetir este requisito clave, el Señor muestra lo esencial que es.
Esto es lo que yo deduzco de la enseñanza de Jesucristo: es imposible ver el reino y entrar al reino a menos que uno nazca de nuevo. Pero eso plantea una importante pregunta: ¿qué significa “nacer de nuevo”? Como dije anteriormente, cada iglesia tiene alguna doctrina de la regeneración.
Todos reconocen que la regeneración o nuevo nacimiento es un requisito para entrar al reino de Dios, pero no todos concuerdan sobre cómo se cumple ese requisito y qué implica exactamente.