"Grande es Jehová, y digno de ser en gran manera alabado En la ciudad de nuestro Dios, en su monte santo./ Hermosa provincia, el gozo de toda la tierra, Es el monte de Sion, a los lados del norte, La ciudad del gran Rey./ En sus palacios Dios es conocido por refugio" (Salmo 48:1-3).
Confieso que esta es una de mis alabanzas favoritas porque describe de un modo poético la belleza de la Ciudad Santa. Pero más que ser una descripción del monte de Sion y Jerusalén, es un retrato de la suprema belleza de nuestro Dios.
Comienza diciendo que Jehová es grande y, como tal, digno de ser grandemente alabado. No podemos cantar a Dios, ya sea con música o en oración, de un modo pequeño o menor; por su grandeza, debe ser alabado "en gran manera".
Cada persona ajustará esto a su propia percepción. ¿Cómo entiende usted que Dios debe ser alabado de un modo grande? Como usted lo entienda, entonces aplíquelo.
Dice el salmista que el Señor debe ser alabado en gran manera en la ciudad de nuestro Dios, en su monte santo. Se refiere al monte de Sion en la ciudad de Jerusalén. Sion es uno de los nombres del monte Hermón (Deuteronomio 4:48; 3:9). En hebreo tzion significa "que le da el sol" y es la montaña más alta y grande de Jerusalén, la cual se eleva al nivel del Mar Mediterraneo y a 100 pies sobre la cumbre del Monte Moria. La posición de dicho monte se prestaba mucho para la defensa militar y fue tomado por el Rey David.
Desde entonces se llama "la ciudad de David" (2 Samuel 5:5-9; 1 Reyes 8.1; 2 Crónicas 5:2): El rey amaba el monte como tipo de iglesia del Mesías (Salmo 48:2,12,13). Actualmente una mezquita cubre "la tumba de David" (2 Reyes 2:10,11,43; 2 Reyes 22:50). Sion, Moria y Ofiel son llamados los montes de la santidad. Sion es la morada de Dios en la tierra (Salmos 76:2), escogida por Dios (Salmos 132:13).
El monte de Sion estaba rodeado por el primer muro y fortificado con ciudadelas (1 Crónicas 11:5). En su cumbre fueron edificados los magníficos palacios de Salomón y mucho después los de Herodes. El futuro de Sion y de Jerusalén es anunciado por los profetas, será juzgada por Dios (Jeremías 26:18; Miqueas 3:12). Él la liberará y restaurará en el futuro (Zacarías 8:3; Romanos 11:26). Sion representa toda la ciudad incluyendo a Moria y el templo; también representa a la Iglesia en la tierra y en el cielo (Jeremías 8:19; Hebreos 12.22; Apocalipsis 14:1)
En ese monte alabó David, allí adoró al mismo Jehová o Yawé que usted y yo servimos. Tomemos ejemplo del gran Rey, y desarrollemos formas adecuadas de alabanza y adoración a Dios. El libro de Revelación nos enseña que a Dios debemos dar: 1) bendición, 2) gloria, 3) sabiduría, 4) acción de gracias, 5) honra, 6) poder, y 7) fortaleza (Apocalipsis 7:12). Nuestro monte de Sion es espiritual, tal como Jesús lo declaró a la mujer samaritana: "Mujer, créeme, que la hora viene cuando ni en este monte ni en Jerusalén adoraréis al Padre" y explica "Mas la hora viene, y ahora es, cuando los verdaderos adoradores adorarán al Padre en espíritu y en verdad; porque también el Padre tales adoradores busca que le adoren. Dios es Espíritu; y los que le adoran, en espíritu y en verdad es necesario que adoren" (San Juan 4:21,23,24).
Para tener un mayor conocimiento de los lugares donde se desarrolló gran parte de la historia sagrada y como una forma física de acercamiento a Dios, podremos anhelar viajar a Tierra Santa, pero no es el modo escogido por Dios para adorarle. Él es Espíritu y se le debe adorar espiritualmente.
Significado de los montes en la Biblia. En las Escrituras se nos presentan desde los inicios de la humanidad, los montes o lugares altos como centros de revelación de Dios.
Así, por ejemplo, el Señor condujo a Abraham a uno de los montes de Moriah para hacerlo pasar la más fuerte prueba de fe: entregar a su hijo en sacrificio (Génesis 22:2); en el monte de Horeb sirvió Moisés a Jehová (Éxodo 3.12); Éste le habló y entregó Sus leyes en el monte del Sinaí (Éxodo 19:18-20); Jesús hizo gran parte de sus discursos públicos en un monte (San Mateo 5:1); en un monte alto, probablemente el Tabor, fue transfigurado delante de tres de sus apóstoles (San Marcos 9:2); sus últimas horas de dolor las vivió en el Monte de Los Olivos (San Lucas 22:39). Los montes son símbolos de encuentro con Dios.
El fundamento de Sion es Jesucristo. Nadie puede poner otro cimiento al construir una iglesia o ministerio, pues Él dio la vida por nosotros y por nuestra fe, ya que Él es su Autor y Consumador.
El Hijo de Dios es Jesucristo, Único Hijo de Dios o Unigénito del Padre, ya que es de su misma substancia. Para el incrédulo, que no ha asimilado esta verdad, es piedra de tropiezo. Por eso una de las bases de la evangelización es predicar que Jesucristo es el verdadero Hijo, el Salvador del mundo y único medio de salvación para el inconverso (1 Corintios 3:10-15; Hebreos 12:2).
En forma concreta, esto significa que:
1) La salvación de nuestras almas se basa sólo en Jesucristo y no en obras de la ley ni obras muertas;
2) La máxima autoridad en la Iglesia y toda organización cristiana, es Jesucristo;
3) Para desarrollar toda actividad en la marcha hacia la eternidad y el Reino eterno, debemos buscar la voluntad de Jesucristo por medio de la oración y la reflexión;
4) Cuando nombramos y escogemos líderes, es a Él a quien debemos consultar;
5) Toda teología, es decir interpretación de la Verdad, debe estar basada en Jesucristo. Con esto ratificamos que la Iglesia es absolutamente Cristocéntrica.
La Biblia lo muestra como el Fundamento de Sion y la piedra de tropiezo para los que lo rechazan y no creen en Él, que es la Cabeza del ángulo. La piedra del ángulo que formaban dos paredes en la antigua construcción, sostenía en pie toda la casa (Romanos 9:30-33; Isaías 28:16; Hechos 4:8-12).
Toda obra cristiana debe ser como una casa fundada sobre la Roca eterna, en el monte de Sion espiritual, que es Jesucristo, de modo que los líderes deben esforzarse por levantarla sobre ese cimiento. La motivación del corazón es muy importante a la hora de fundar una obra.
No debemos iniciar una iglesia o ministerios con el propósito de alcanzar prestigio, fama, para que vean nuestra "buenas obras" o para sustentar económicamente nuestras vidas; sino por amor a Jesucristo y compromiso con su gran comisión.
Son falsos propósitos en una obra: éxito financiero, fama, etc. (San Mateo 7:24-27). Edifiquemos nuestra vida, familias y obra sobre el Monte de Sion.