En Jeremías 17:5 Dios pronuncia su maldición sobre otra clase de pecado, que, como el antisemitismo, está actuando en muchos sectores de la iglesia:
Así ha dicho Jehová: Maldito el varón que confía en el hombre, y pone carne por su brazo, y su corazón se aparta de Jehová.
En este contexto- como en muchos otros pasajes de la Biblia - la palabra “carne” no designa cuerpo físico, sino que alude más bien a la naturaleza que cada uno de nosotros ha heredado de Adán, nuestro antepasado común.
Adán no engendró ningún hijo hasta después que transgredió el mandamiento de Dios. El motivo esencial de su transgresión no fue tanto el hacer algo malo como el deseo de ser independiente de Dios.
Este deseo actúa en cada uno de los descendientes. Es la marca distintiva de la “carne”. En el campo de la religión, trata de llevar a cabo buenas obras sin depender de la gracia sobrenatural de Dios. No importa cuán buenas sean sus intenciones, el producto final será siempre un “Ismael”, no un “Isaac”.
El adjetivo que la escritura aplica normalmente a la carne es corrupta. Aunque pueda producir mucho que esté destinado a impresionar la mente y los sentidos, todo está contaminado por la corrupción. Hebreos 6:1 describe el resultado final de todos sus esfuerzos como “obras muertas”, de las que Dios nos pide arrepentirnos.
La persona descrita en Jeremías 17:5 no es extraña a la gracia de Dios. Así lo indica la frase final “cuyo corazón se aparta de Jehová”. Si nunca hubiera conocido al Señor, no podría decirse que se ha apartado de él.
Esta clase de persona ha experimentado la gracia y el poder sobrenaturales de Dios, pero después se vuelve a sus propias habilidades naturales.
Esa conducta revela que tiene más confianza en lo que él puede hacer por sí mismo, que en lo que Dios puede hacer por él. En realidad, ha despreciado a Dios. Esta actitud es la que provoca la maldición de Dios.
El siguiente versículo describe los resultados de la maldición que tal persona atrae sobre sí:
Será como la retama del desierto, y no verá cuando viene el bien, sino que morará en las sequedades en el desierto, en tierra despoblada y deshabitada. Jeremías 17:6.
¡Qué descripción más gráfica de una persona bajo la maldición de Dios! Se encuentra viviendo en “sequedades” y en “tierra despoblada”. Todo lo que le rodea es árido, triste e insípido.
A su alrededor otros pueden saborear la frescura, pero a ésta, de algún modo misterioso, siempre le pasa de lado sin tocarla. Está destinada a la esterilidad y a la frustración.
La maldición de Jeremías 17:5-6 actúa en la vida de muchos individuos, pero también se aplica a una dimensión mucho mayor. Es una causa real, aunque invisible, de la esterilidad e ineficiencia de muchos sectores de la iglesia cristiana contemporánea.
Casi todo movimiento de alguna significación en la cristiandad puede rastrear su origen hasta una poderosa obra sobrenatural de la gracia y del Espíritu de Dios. Es a esto, por encima de todo lo demás, a lo que deben el impacto que han hecho en la historia.
Sin embargo, hoy, muchos – quizás la mayoría – de estos movimientos no ponen ya mucha atención a la gracia de Dios ni al poder del Espíritu Santo. Han vuelto atrás para depender de lo mejor que ellos puedan lograr por sus propios esfuerzos. Están confiando en el hombre – o sea, en ellos mismos – y poniendo carne por su brazo.
Cierta, aunque imperceptiblemente, sus corazones se ha apartado de Jehová. Quizás haya conseguido “respetabilidad” religiosa e intelectual, pero al hacerlo han perdido el favor de Dios. En su lugar, han traído sobre ellos la tenebrosa sombra de la maldición pronunciada en Jeremías 17:5.
Poner la habilidad humana en el lugar de la gracia divina es exaltar lo carnal por encima de lo espiritual. El efecto se manifestará en muchos aspectos diferentes, por ejemplo:
- La teología se exaltará por encima de la revelación.
- La educación intelectual por encima de la edificación del carácter.
- La psicología por encima del discernimiento.
- La programación por encima de la dirección del Espíritu Santo.
- La elocuencia por encima del poder sobrenatural.
- El razonamiento por encima del andar en fe.
- Las leyes por encima del amor.
Todos estos errores son diferentes manifestaciones de un gran error básico: poner al hombre en un lugar que Dios ha reservado sólo para el Señor Jesucristo.
(continúa parte 2)
Tomado del libro: Bendición o maldición: ¡Usted puede escoger!