En el idioma original, la palabra servicio significa “atender”, tal como lo haría un mesero. Esto significa que la persona se presta a servir.
Debemos recordar que el objetivo de la consagración es atender a Dios. Atender a alguien como lo haría un mesero quizás no parezca un trabajo muy arduo; pero, en este caso, atender a Dios implica ponerse de pie cuando Él así lo requiera.
Si Él quiere que usted se haga a un lado, usted se hace a un lado; y si Él quiere que usted corra, usted corre de inmediato. Esto es lo que significa atender a Dios.
Dios requiere que todos los cristianos presenten sus cuerpos para servirle a Él. Esto no significa necesariamente que Él quiera que usted use un púlpito o vaya a evangelizar a un lugar remoto. Lo que esto significa es que usted lo atienda a Él.
Si Dios envía a alguien al púlpito, esa persona no tiene otra alternativa que obedecer y hablar. Si Dios envía a alguien a tierras remotas, esta persona no tiene otra opción sino ir. Todo nuestro tiempo es para Dios, pero la labor que llevamos a cabo se caracteriza por su flexibilidad.
Todos debemos atender a Dios, pero la labor específica que debemos realizar es flexible. Debemos aprender a atender a Dios, al presentar nuestros cuerpos para servirle a Él.
Si somos cristianos, tenemos que servir a Dios por el resto de nuestras vidas. En el momento en que una persona se consagra, debe comprender que desde ese instante, lo primordial es lo que el Señor requiera de ella. Servir a Dios es una misión para el resto de nuestra vida. Quiera el Señor tener misericordia de nosotros y nos muestre que nuestro servicio a Él es nuestra obligación.
Debemos hacer ver a todos los creyentes que de ahora en adelante somos personas al servicio del Señor. Tenemos que comprender que, por ser cristianos, ya no podemos actuar irresponsablemente. No estoy diciendo que ya no debamos ejercer nuestros correspondientes oficios con lealtad y seriedad, ni tampoco que podamos estar ociosos. Ciertamente esto no es lo que quiero decir.
Todavía es necesario que seamos leales y responsables en cuanto a nuestras respectivas carreras. Pero en la presencia de Dios, tenemos que darnos cuenta de que toda nuestra vida está encaminada a servirle a Él. Todo lo que hacemos
tiene el propósito de obedecer la voluntad de Dios y complacerle a Él. Esta es la realidad de la consagración.
La consagración no estriba en lo mucho que uno puede darle a Dios, sino en ser aceptados por Dios y tener el honor de servirle.
La consagración no está reservada para todos, sino exclusivamente para los cristianos. Sólo quienes han sido salvos, los que pertenecen al Señor, pueden consagrarse.
La consagración significa poder decir: “Señor, me has dado la oportunidad y el derecho de acercarme a Ti para servirte. Señor, te pertenezco. Mis oídos, mis manos y mis pies fueron comprados con Tu sangre y te pertenecen a Ti. Desde ahora en adelante, ya no son para mi uso personal”.
No debemos rogarle a los demás a que se consagren; en lugar de ello, debemos decirles que el camino está abierto para que lo hagan. Así pues, se ha abierto el camino para servir a nuestro Dios, el Señor de los ejércitos. Debemos entender que nuestra meta es servir al Señor de los ejércitos. Es un gran error pensar que la consagración es un favor que le hacemos a Dios.
El Antiguo Testamento revela claramente que un hombre no se puede consagrar sin la aprobación de Dios. También el Nuevo Testamento nos exhorta a consagrarnos por las compasiones de Dios. Él nos ama mucho, por lo tanto, debemos consagrarnos. Este es nuestro servicio racional.
No es pedir un favor; sino que es lo más razonable, lo más natural. La consagración no depende de nuestra voluntad, pues proviene de la abundancia de la gracia de Dios. Debemos ver que tener el derecho de servir a Dios es el mayor honor de nuestra vida.
Ciertamente es un gran gozo para el hombre ser salvo, pero es aún mayor gozo el participar en el servicio de Dios. ¿Quién creen que es nuestro Dios? ¡Tenemos que ver Su grandeza y Su gloria para poder entender la enorme importancia y el gran honor de este servicio! ¡Qué maravilloso es recibir Su gracia y ser tenidos por dignos de servirle a Él!
La Consagración a Dios
El Significado de Consagrarse a Dios