Lectura bíblica: San Marcos 1:14-20
Propósito de la charla: Llamar a los oyentes a imitar a San Juan como discípulos de Jesucristo.
Las Escrituras nos ofrecen muchos datos acerca de San Juan, "el discípulo amado", autor del Cuarto Evangelio, tres Cartas, y el Apocalipsis. Pescador de Betsaida, hijo de Zebedeo, hermano de Santiago, discípulo del Bautista y apodado "hijo del trueno", participó con Pedro y Santiago de los episodios más significativos de la vida de Jesús, y en la Última Cena recostó su cabeza en el pecho del Señor (por ello es llamado en griego "Epistehios": el que está sobre el pecho).
Estuvo con María "junto a la cruz" (San Juan 19: 25-27), y fue testigo junto a Pedro del sepulcro vacío: "vio y creyó" (San Juan 20: 8). Los Hechos lo nombran nuevamente junto a Pedro, y San Pablo lo menciona entre las "columnas de la Iglesia" (Gálatas 2: 9). Es llamado "el Teólogo" por la profundidad de su Evangelio, que difiere en no pocos aspectos de los sinópticos.
El apóstol y evangelista San Juan fue hijo de Zebedeo y Salomé, era natural de Betsaida en Galilea. Su padre y hermanos eran pescadores y parece que estaban en buena situación.
En el carácter de Juan se mezclaban admirablemente la dulzura y la energía. El retrato que la Biblia hace de él tiene un encanto especial, por resaltar en él tanta paz, humildad, caridad y amor fraternal. Su carácter afectuoso, meditabundo y espiritual, tenía también los elementos de vigor y decisión. Aunque amable, era firme y valeroso. Él y Pedro siguieron a Cristo cuando fue aprehendido por los judíos, en tanto que los otros discípulos huyeron, y presenció la escena de la crucifixión del Salvador, que él describe como testigo ocular.
Fue uno de los primeros que acudieron al sepulcro de Jesús y después de la ascensión de su Señor proclamó osadamente el Evangelio en Jerusalén, aunque fue apresado, azotado y amenazado con la muerte. Se distinguió por su adhesión al Maestro y esto fue quizás, tanto como su ambición o la falsa idea que tenía del Reino de Cristo, lo que lo indujo a solicitar un lugar a su mano derecha. Se supone que era el más joven de los apóstoles.
Había sido discípulo de Juan el Bautista; pero al ser dirigido a Jesucristo, se le adhirió de inmediato. Por algún tiempo volvió a su oficio a orillas del mar de Galilea, pero en breve fue llamado a dejarlo todo y a acompañar al Salvador.
Cristo tenía particular simpatía por este cariñoso y celoso discípulo. En la última cena estuvo reclinado cerca de su Maestro. Cuando Jesús estaba próximo a morir encomendó su madre a su cuidado.
En unión de Pedro y de Santiago, presenció la resurrección de la hija de Jairo, la transfiguración y la agonía en el jardín. En otros acontecimientos también estuvo asociado con Pedro. Con Pedro y Santiago dieron la bienvenida a la iglesia y le encargaron una comisión. Juan tomó parte en el primer concilio de Jerusalén y por muchos años siguió residiendo en esa ciudad, donde fue reconocido como una de las principales columnas de la iglesia.
Parece que no se encontraba en Éfeso cuando Pablo hizo su última visita, el año 60 DC. Y ninguna de las epístolas hace mención de él en Éfeso, en donde pasó la mayor parte del último período de su vida. Después de la muerte de San Pablo, sin embargo, estuvo en Éfeso dirigiendo la difusión del Evangelio en el Asia Menor, en donde por muchos años ejerció su gran influencia personal y apostólica. Por el año 95 D.C. fue desterrado, probablemente por Domiciano, a la isla de Patmos, donde tuvo las visiones descritas en el libro de Apocalipsis.
Después regresó a Éfeso, en donde vivió hasta edad avanzada, tanto que ya no podía asistir a la asamblea cristiana sin ser llevado por sus discípulos. No pudiendo ya pronunciar largos discursos, tomó por costumbre decir en todas las reuniones "Hijitos, amaos los unos a los otros" y cuando se admiraban de su frecuente repetición de esta concisa exhortación, su respuesta era: "Esto es lo que el Señor os manda; y esto, si lo hacéis, es suficiente".
Crisóstomo (1) , Clemente (2) y Eusebio (3) refieren que habiendo visto el anciano apóstol que un joven que prometía mucho, a quien él había encomendado al cargo de pastor de un lugar cercano, se había descarriado, y había organizado una cuadrilla de ladrones, le buscó en las guaridas que tenía en las montañas, y bendiciendo a Dios por su intrepidez y la fidelidad de su amor, libró su alma de la muerte.
San Juan murió en Éfeso en el tercer año del reinado de Trajano, el año 100 D.C., teniendo entonces, según Epifanio (4) , 94 años de edad. Fue sepultado cerca de aquella ciudad y varios de los padres de la Iglesia mencionan el hecho de que allí estaba su sepulcro.
Además del valiosísimo Evangelio y del Apocalipsis que llevan su nombre, tenemos tres cartas de su autoría. La primera es una carta universal, escrita, según parece, para ir con su Evangelio, y refutar ciertos errores de los gnósticos en cuanto a la persona de Jesucristo; pero también y principalmente para edificar la Iglesia en la verdad, en la gracia y especialmente en el amor. La segunda epístola se dirige a la "Señora elegida" o "la excelente Kuria", que era probablemente alguna mujer cristiana eminente por su piedad y servicios. La tercera se dirige a Gaio, el Caio latino, a quien Juan alaba por su fidelidad y hospitalidad, y lo exhorta a perseverar en todas las buenas obras.
Fuentes muy antiguas -algunas legendarias- señalan que vivió primero en Antioquía y luego en Éfeso. San Ireneo, hacia 175, escribe: "Juan, el discípulo del Señor, el mismo que descansó sobre su pecho, publicó también el evangelio cuando se encontraba en Éfeso". Luego viajó a Roma, donde por orden del emperador Domiciano, fue echado (ya cerca de los noventa años de edad) al aceite hirviendo cerca de la Puerta Latina, martirio del cual salió indemne y fue deportado a la isla de Patmos, donde escribió el Apocalipsis, y murió a finales del siglo I.
Se cree generalmente que Juan escribió su Apocalipsis y sus epístolas en Éfeso, por el año 96 o 98 D.C. Dichas piezas son los últimos libros del canon del Nuevo Testamento, a cuyo establecimiento el apóstol contribuyó grandemente.
En la iconografía casi siempre se lo representa como un joven sin barba y de pelo largo; sin embargo, sobre todo en Oriente, aparece a veces como un anciano de larga barba blanca, a causa de haber sido el apóstol que alcanzó una edad más avanzada.
Muchas veces lleva una pluma o un rollo en que se lee, generalmente, el comienzo de su Evangelio ("In princípio erat Verbum", "En el principio era el Verbo"), y está acompañado por un águila, que es su atributo en tanto que evangelista, por el alto vuelo de su pensamiento y porque su Evangelio comienza justamente ´arriba´, ´en el cielo´, "junto a Dios" (San Juan 1:2). El atributo del águila es muy antiguo, y el más común de los que identifican a Juan.
Juan suele ser representado en los numerosos episodios y circunstancias que lo tienen como protagonista en los Evangelios y en los Hechos, muchas veces junto a Pedro. De modo particular, son muy populares sus representaciones en la Última Cena apoyándose en el pecho de Jesús (San Juan 21: 20) y junto a María al pie de la cruz de Jesús (San Juan 19:25 ss).
CONCLUSIÓN:
La vida de San Juan es un ejemplo de compromiso absoluto con el Maestro. Él supo amarle y entregar toda la vida a su causa, como Jesús entregó Su propia vida por él y por toda la humanidad. Una vida tiene sentido cuando es capaz de trascender a los intereses personales y temporales y proyectarse hacia el desarrollo de toda la sociedad y dejar un mensaje a las generaciones futuras. Es lo que este gran apóstol hizo. Aún hoy su enseñanza y palabra están vivas y tienen poder para convertirnos a Jesús. Rinda hoy su vida a Jesucristo y, como Juan, recuéstese en el pecho del Maestro, poniendo toda su confianza en Él.
Textos adicionales:
San Lucas 5:10; San Juan 1:44; San Marcos 1:20; San Marcos 15:40; San Lucas 8:3; San Lucas 24:1; San Juan 18:15; San Lucas 9:54; San Juan 19:35; Hechos 4:13; San Mateo 20:20-24; San Juan 1:35-39; San Lucas 5:5-10; San Juan 13:23; San Juan 20:2; San Juan 21:7; San Juan 21:7; Hechos 3:1; Hechos 4:13; Hechos 8:14; Hechos 9:27-51.
(1) San Juan Crisóstomo, arzobispo de Bizancio, el orador más elocuente de todos los Padres de la Iglesia, nació en el año 344 y murió en el 407.
(2) Flavio Clemente nació en el año 216 D.C. y aun cuando se le suele llamar Alejandrino, no se sabe con certeza si nació en Alejandría pero si es efectivo que residió en ella la mayor parte de su vida.
(3) Eusebio, obispo de Cesarea, del siglo III de la Era cristiana, es el más antiguo de los «Santos Padres Griegos» que existieron en los períodos grecorromanos y en la época bizantina.
(4) San Epifanio, obispo de Salamina y padre de la Iglesia, nació en 310 o 315, de familia pobre, en Judea.
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Pastor Iván Tapia
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