La Biblia es, así mismo, nuestra comida, nuestro alimento, nuestro sostén. Sin ella, nos debilitamos, pero con ella nos volvemos robustos, aguantamos más, nos fortalecemos.
Tanto la lectura como la puesta en práctica de la verdad de Dios tiene el efecto en nosotros de hacernos madurar, desarrollar capacidad espiritual, afirmarnos en lo moral y ético.
Hace poco estuve leyendo la experiencia de Ezequiel cuando Dios le presentó el rollo del libro de la ley y le ordenó: «Cómelo». Le pareció difícil pero lo hizo.
Lo más sorprendente es el resultado; dijo que le resultó «dulce como la miel» al paladar. Muchas veces, a primera vista, nos parece dura y exigente la palabra de Dios, pero cuando la probamos, descubrimos que es dulce, es agradable. Consideremos un par de pautas de la palabra de Dios como nuestra comida:
1) RIQUEZA, nutrición, alimentación en el plano espiritual. Escuchemos la proclama de David con respecto a su experiencia con la palabra de Dios, en el Salmo 19:7–11:
7La ley del SEÑOR es perfecta: infunde nuevo aliento.
El mandato del SEÑOR es digno de confianza: da sabiduría al sencillo.
8Los preceptos del SEÑOR son rectos: traen alegría al corazón.
El mandamiento del SEÑOR es claro: da luz a los ojos.
9El temor del SEÑOR es puro: permanece para siempre.
Las sentencias del SEÑOR son verdaderas: todas ellas son justas.
10Son más deseables que el oro, más que mucho oro refinado;
son más dulces que la miel, la miel que destila del panal.
11Por ellas queda advertido tu siervo; quien las obedece recibe una gran recompensa.
Observamos que la sensación de David frente a la palabra era igual que la de Ezequiel: le resultó más dulce que la miel. Pero observemos en especial los beneficios que provienen de la palabra de Dios: aliento, confianza, sabiduría, rectitud, alegría, claridad, visión, pureza, verdad y justicia. Si esto no es riqueza, ¿qué es? El que se nutre de la palabra de Dios se fortalece y enriquece.
2) RÉGIMEN en el hábito nuestro frente a la palabra. La palabra régimen puede referirse al ejercicio físico como también a una dieta que proporciona al cuerpo la nutrición necesaria.
El cuerpo humano es complejo y necesita muchas vitaminas, proteínas, calorías, minerales y otros suplementos para mantenerse y para crecer. Una de las preocupaciones mayores de toda buena madre es que su recién nacido tenga la necesaria alimentación para desarrollarse y madurar a un ritmo normal.
El apóstol Pedro se refiere al equivalente en el plano espiritual en su primera epístola, especialmente en contraste con las características de la vida que tuvieron los cristianos antes de conocer al Señor. Prestemos atención a sus palabras en 1 Pedro 2:1–3:
1Por lo tanto, abandonando toda maldad y todo engaño, hipocresía, envidias y toda calumnia, 2deseen con ansias la leche pura de la palabra, como niños recién nacidos. Así, por medio de ella, crecerán en su salvación, 3ahora que han probado lo bueno que es el Señor.
Es obvio que cualquier régimen implica tanto disciplina como diligencia, porque no depende del impulso del momento para realizar su obra. Escuchemos lo que dijo Pablo a Timoteo al respecto, en 2 Timoteo 2:15:
15Esfuérzate por presentarte a Dios aprobado, como obrero que no tiene de qué avergonzarse y que interpreta rectamente la palabra de verdad.
Esfuerzo y diligencia son necesarios si hemos de recibir de la palabra de Dios el alimento que Dios nos quiere proporcionar.
Todo esto implica que debemos determinar cuándo, cómo y con qué frecuencia nos vamos a encontrar a solas con la palabra de Dios, a fin de nutrir nuestra alma, y no solo para preparar el próximo mensaje que nos toca predicar. Cuando estudiaba en la universidad, determiné levantarme más temprano que los demás para tener de 30 a 60 minutos a solas con Dios.
De manera sistemática leía libros enteros de la Biblia y memorizaba pasajes extensos de la misma. Era un hábito que había comenzado desde antes cuando estuve cumpliendo con el servicio militar en mi país.
Esa disciplina, con toda seguridad, me salvó de muchos males, aparte del hecho de que me sirvió para que aprendiera lo que Dios quería hacer en mi vida.