Seguir a Cristo significa amor, rectitud y servicio, y estas cosas solo se pueden alcanzar por medio de las relaciones sociales que se encuentran en la iglesia. Nada puede ocupar el lugar de asistir a la iglesia.
Muchas veces los cristianos se rinden en su servicio para el Señor porque sienten que están solos y que nadie se ocupa de ellos. Sienten que los problemas a los que se enfrentan son peculiares y propios de ellos. Satanás intentará convencernos, como discípulos de Jesús, que no necesitamos ocuparnos de otra gente.
Nos dirá que “mientras tengamos a Dios, ¡quién necesita a otros cristianos!” Sin embargo, la verdad es que como cristianos, somos piedras vivas que Dios está edificando en una casa espiritual (1 Pedro 2.5; Efesios 2.20-22). Los verdaderos cristianos se necesitan los unos a los otros. En efecto, los verdaderos cristianos son dependientes los unos de los otros.
La palabra “comunión” en griego es la palabra “Koinonia” y significa “comunión” o “compartir en común” (Hechos 2.42; 1 Juan 1.7). Esta palabra describe cómo deberían vivir los cristianos, es decir, como una comunidad de compartidores mutuos que viven y comparten el amor desinteresado y sacrificado o “ágape” que Dios les ha dado (Romanos 5.5; Juan 13.34; 1 Juan 3.23).
Esto es una actitud de corazón y mente. Es la expresión de un vínculo en Cristo Jesús entre creyentes cristianos que va más lejos de los lazos naturales de familia o amistad. Es uno de los mayores desafíos a nuestra vida como cristianos hoy día. Los cristianos no estamos solos. Hemos nacido, por fe, en una tremenda familia universal de creyentes unidos, no por raza, color, ni conveniencia sino por la sangre de Jesús (Gálatas 3.26-28).
La verdad es que somos uno por lo que ha hecho Dios en Cristo. Dios propuso esto en Cristo antes que el mundo empezara (Efesios 1.4-5). Somos lo que somos por la obra de Dios en nosotros por medio del Espíritu Santo (Filipenses 2.1-2; 2 Corintios 13.14).
Siete aspectos de la comunión que compartimos en el Espíritu
1. El amor del Espíritu (Romanos 15.30).
En el corazón de nuestra relación como creyentes está el amor de Dios. Este no es un amor que crece del afecto o gusto natural del uno por el otro, sino que es un amor que es producto en nosotros por la obra directa del Espíritu Santo (Romanos 5.5). Jesús dijo que era la realidad de este amor lo que sería el sello de calidad de nuestro discipulado en cuanto a otros hombres y mujeres se refiere (Juan 13.35).
2. La unidad del Espíritu
Nuestra unidad es por fe en Cristo (Gálatas 3.26-28), y nuestro compartir en común en el único Espíritu Santo (1 Corintios 12.13). Esta unidad se muestra por nuestro acceso común a nuestro Padre en el cielo por el Espíritu Santo en nosotros (Efesios 4.3).
3. El templo del Espíritu
Los cristianos están siendo edificados como un templo santo al Señor en el que vive Dios por su Espíritu (Efesios 2.21-22). Este templo, o casa de Dios, también es el lugar de servicio, ofrenda y alabanza (1 Pedro 2.5). Para Dios este edificio es muy significativo y se nos ha dicho que tengamos cuidado de cómo edificamos en los fundamentos ya echados (1 Corintios 3.10-17). No es cosa ligera jugar con el templo de Dios, porque seremos responsables ante El por lo que hayamos hecho son su preciosa morada.
4. La gloria del Espíritu
Donde mora Dios se ve su gloria (1 Pedro 4.14). La obra transformadora del Espíritu Santo nos capacita primero a contemplar la gloria de Dios en Jesús, y por eso ser transformados en la imagen de Jesús, para que su gloria sea vista en nuestra vida (2 Corintios 3.18).
5. Los dones del Espíritu
Los dones del Espíritu pueden ser manifestados por medio de creyentes individuales, pero son, en efecto, dones del cuerpo, y no sólo de cristianos individuales (1 Corintios 12.7). Los dones del Espíritu Santo no tienen sentido realmente, aparte del hecho de la comunión del Espíritu. Su operación debería ser una señal de la unidad del cuerpo.
6. La esperanza del Espíritu
Donde hay fe hay esperanza. La esperanza cristiana es una realidad total porque se basa en la obra y palabras de Jesús y nace de la fe. Esta fe es producida en nosotros por el Espíritu Santo (Gálatas 5.5-6). La fe, esperanza, y amor que el Espíritu Santo engendra en nosotros no se experimentan solamente en forma individual, sino son manifestadas en forma corporal en nuestras vidas, en la comunión del Espíritu Santo.
7. La adoración del Espíritu
La comunión en el Espíritu es una comunión ante el trono de Dios en adoración, donde nos juntamos con Jesús que ya está allí. Aquí es donde se expresa más profundamente nuestra comunión. La verdadera adoración encuentra su raíz en la obra del Espíritu Santo (Filipenses 4.23-24).
Tomado del libro: Los fundamentos de la vida cristiana