La cuestión de si la Biblia es uniformemente monoteísta se planteó en los ámbitos de la religión y la filosofía durante el siglo XIX. Uno de los filósofos predominantes del siglo XIX fue Friedrich Hegel.
Él desarrolló una filosofía compleja y especulativa de la historia que tenía como eje central un concepto de desarrollo o evolución histórica.
En el siglo XIX, los pensadores estaban preocupados por el concepto de evolución, pero no simplemente en relación a la biología. Evolución se volvió un término de moda en el mundo académico y en la comunidad científica, y se aplicó no solo al desarrollo de las cosas vivas, sino también a las instituciones políticas. Por ejemplo, el denominado darwinismo social concebía la historia humana como el progreso de las civilizaciones.
Ver los tres temas que componen este Estudio Biblico de RC Sproul
1- La Evolución de las Religiones; y
2- LA BIBLIA, Monoteista desde un Principio
3- Si Dios es Uno, ¿Cómo puede ser tres?
Los seguidores de Hegel también aplicaron estas ideas evolutivas al desarrollo de los conceptos religiosos. Ellos operaban sobre el siguiente supuesto: todas las esferas de la creación, incluida la religión, siguen el patrón que vemos en el ámbito biológico, que es la evolución desde lo simple a lo complejo. En el caso de la religión, esto significa que todas las religiones desarrolladas evolucionaron desde una forma simple de animismo.
El término animismo denota la idea de que existen almas vivientes, espíritus, o personalidades en lo que normalmente consideraríamos como objetos inanimados o no vivientes, tales como rocas, árboles, tótems, estatuas, etc.
La idea de que la religión primitiva era animista aparentemente era confirmada por los estudiosos que examinaban las culturas primitivas que habían sobrevivido hasta el presente. Los estudiosos que iban a los rincones remotos del mundo y estudiaban las religiones de aquellas culturas descubrieron que contenían fuertes elementos de animismo. Por lo tanto, se aceptó el supuesto de que todas las religiones comenzaron por el animismo y evolucionaron progresivamente.
Algunos estudiosos creían que el animismo podía encontrarse en las primeras páginas del Antiguo Testamento. A menudo ellos citaban el relato de la caída, ya que Adán y Eva habían sido tentados por una serpiente que asumía características personales (Génesis 3). Ésta podía razonar, hablar, y actuar a voluntad. Los críticos también referían a la experiencia de Balaam, cuyo asno recibió la capacidad de hablar (Números 22).
Ellos decían que esto demostraba que los escritores bíblicos creían que había un espíritu en el asno, tal como había un espíritu en la serpiente. Cuando yo estaba en el seminario, escuché a un profesor decir que hubo una práctica de animismo cuando Abraham se encontró con los ángeles junto al encinar de Mamre (Génesis 18).
El profesor decía que Abraham en realidad estaba conversando con los dioses de los árboles. Sin embargo, en el texto no hay ni un atisbo de evidencia de que Abraham estuviese involucrado en algún tipo de animismo.
Aquellos que sostienen una postura evolutiva respecto de la religión afirman que el siguiente paso en el proceso es el politeísmo: muchos dioses. El politeísmo era común en las religiones de la antigüedad.
La religión griega, la religión romana, la religión nórdica, y muchas otras, tenían un dios o una diosa para casi todas las funciones humanas: un dios de la fertilidad, un dios de la sabiduría, un dios de la belleza, un dios de la guerra, y así sucesivamente. Esta idea nos es bastante familiar a partir de nuestros estudios de las mitologías del mundo antiguo. En palabras simples, la gente creía que existían muchos dioses para asistir varias funciones de la vida humana.
Después del politeísmo, la siguiente etapa del desarrollo religioso se denomina henoteísmo, que es una especie de híbrido entre el politeísmo y el monoteísmo, una etapa transicional, por así decirlo. El henoteísmo es la creencia en un dios (el prefijo hen viene de una palabra griega para “uno”, distinta de mono), pero la idea es que hay un dios para cada pueblo o nación, y cada uno domina sobre un área geográfica en particular.
Por ejemplo, el henoteísmo sostendría que había un dios para el pueblo judío (Jehová), un dios para los filisteos (Dagón), un dios para los cananeos (Baal), etc. Sin embargo, esta idea no postula que en última instancia hubiese un solo dios.
Los pueblos henoteístas reconocían que las demás naciones tenían sus propios dioses, y a menudo veían las batallas entre las naciones como batallas entre los dioses de esos pueblos. Algunos estudiosos encuentran esta idea en el Antiguo Testamento, porque en muchos de los conflictos allí registrados se presenta al Dios de Israel subiendo contra Dagón, Baal, u otro dios pagano, pero eso no significa que Israel fuese henoteísta.