La Fe es la Sustancia de la Esperanza
La definición más fundacional para la fe en la Biblia se encuentra en Hebreos: “Ahora bien, la fe es la garantía de lo que se espera, la certeza de lo que no se ve. Gracias a ella fueron aprobados los antiguos” (11:1-2, NVI). Nótese la distinción que hace el autor de Hebreos entre fe y esperanza.
Estas ideas están íntimamente conectadas, pero aun así se distinguen. De manera similar, Pablo escribe en 1 Corintios 13 acerca de la gran triada de virtudes cristianas: la fe, la esperanza, y el amor. Este pasaje también revela que hay una distinción entre fe y esperanza.
Antes de que exploremos el vínculo entre estos conceptos, quiero abordar la noción bíblica de esperanza, porque en el Nuevo Testamento la palabra esperanza funciona de una manera algo distinta a como se usa hoy en los países de Occidente.
Cuando nosotros usamos la palabra esperanza, generalmente nos referimos a un estado emocional de deseo en nuestro corazón respecto a lo que nos gustaría que ocurriera en el futuro pero no estamos seguros de que llegue a suceder.
Puede que esperemos que nuestros equipos favoritos ganen partidos de fútbol o de básquetbol, pero puede que esa esperanza nunca se haga realidad. Por ejemplo, yo siempre he sido hincha de los Pittsburgh Steelers, y regularmente espero que los Steelers ganen sus partidos de fútbol.
Esta puede ser una esperanza vana y fútil, porque es cualquier cosa menos una certeza. Hay un tipo de esperanza que no nos defrauda (cf. Romanos 5:5), pero a menudo yo temo que mis esperanzas por los Steelers podrían defraudarme, porque aunque regularmente ganan torneos, también pierden partidos.
Sin embargo, cuando la Biblia habla de esperanza, no se refiere a un deseo por un resultado futuro que es incierto, sino más bien a un deseo por un futuro que es absolutamente seguro.
Basados en nuestra confianza en las promesas de Dios, podemos tener plena confianza acerca del resultado. Cuando Dios le hace una promesa acerca del futuro a su pueblo, y la iglesia se aferra a ella, se dice que esta esperanza es un “ancla del alma” (Hebreos 6:19).
Un ancla es lo que protege a un barco de quedar a la deriva sin rumbo en el mar. Las promesas de Dios para mañana son hoy el ancla de los creyentes.
Cuando la Biblia dice que la “fe es la garantía de lo que se espera” (Hebreos 11:1, énfasis añadido), habla de algo que tiene peso o significación, algo de extremado valor. La implicación es que la fe comunica la esencia de la esperanza.
En un sentido real, la esperanza es la fe que mira hacia el futuro. La palabra fe entraña un fuerte elemento de confianza.
Si mi esperanza se basa en algo que Dios ha dicho que sucederá en el futuro, la esperanza que tengo de esa futura promesa adquiere sustancia a partir de mi seguridad y confianza en Aquel que hace la promesa.
Puedo tener esperanza porque tengo fe en Dios. Puesto que puedo confiar en la promesa de Dios para el mañana, mi esperanza tiene garantía; mi esperanza no es solo una quimera, una fantasía o la proyección de mis deseos basada en sueños vanos. Más bien está basada en algo sustancial.