La Iglesia es Universal Estudios Biblicos de R.C.Sproul
Ahora que hemos considerado la unidad y la santidad de la iglesia, podemos avanzar al tercer distintivo de la iglesia del Credo Niceno: la iglesia es católica. Es importante recordar que la palabra católica no se refiere a la Iglesia Católica Romana. Más bien, el término católico significa universal, o para todo tiempo y en todo lugar.
La idea es que la iglesia de Jesucristo no es un cuerpo parroquial que solo se encuentra en una ciudad en particular o solo entre un grupo único de personas que se reúnen en algún sitio geográfico. Ni siquiera es algo que esté confinado a límites nacionales. La iglesia de Cristo más bien es algo que se encuentra a través de todo el mundo, compuesta por personas de toda lengua y nación.
No hace mucho tiempo, prediqué en una pequeña iglesia en Florida. Esa mañana había unas ciento cincuenta personas en la congregación. Antes de comenzar a predicar, comenté que esperaba que me disculparan por estar nervioso por hablar allí, pero que siempre me ponía nervioso cuando predicaba frente a millones de personas.
Ellos se rieron y miraron alrededor para ver si se estaba haciendo un programa de radio o había alguna cámara de televisión para transmitir la predicación más allá de los límites de esta pequeña iglesia. Yo les aseguré que hablaba en serio y volví su atención a un pasaje del libro de Hebreos. El autor escribe lo siguiente:
Ustedes no se han acercado a aquel monte que se podía tocar y que ardía en llamas, ni tampoco a la oscuridad, a las tinieblas y a la tempestad, ni al sonido de la trompeta, ni a la voz que hablaba, y que quienes la oyeron rogaban que no les hablara más porque no podían sobrellevar lo que se les ordenaba: “Incluso si una bestia toca el monte, será apedreada o atravesada con una lanza”.
Lo que se veía era tan terrible, que Moisés dijo: “Estoy temblando de miedo”. Ustedes, por el contrario, se han acercado al monte de Sión, a la celestial Jerusalén, ciudad del Dios vivo, y a una incontable muchedumbre de ángeles, a la congregación de los primogénitos que están inscritos en los cielos, a Dios, el Juez de todos, a los espíritus de los justos que han sido hechos perfectos, a Jesús el Mediador del nuevo pacto, y a la sangre rociada que habla mejor que la de Abel (Hebreos 12:18-24).
El autor de Hebreos está hablando aquí de la iglesia y la experiencia de la iglesia universal. Él nos recuerda la nueva situación que ha tenido lugar con el triunfo de Cristo y que las cosas han cambiado desde los días del Nuevo Testamento.
Él dice que nosotros no venimos a aquella montaña que estaba cubierta de oscuridad y con truenos y relámpagos, que era un lugar de profundo terror. (Aquí se describe la ocasión cuando Dios descendió del cielo al Monte Sinaí y le dio a Moisés las tablas de piedra con la ley). El autor dice que no es eso lo que hacemos cuando vamos a la iglesia.
Hoy,cuando vamos a la iglesia, entramos al cielo mismo, a donde Cristo ha ido en su ascensión. Como nuestro sumo sacerdote, él ha entrado al santuario del cielo una vez para siempre y ha rasgado el velo de separación que nos prohibía el acceso a la presencia inmediata de Dios. Según este texto, ahora se nos ha dado acceso al cielo mismo.
Dios está en todo lugar ,él no está solo dentro de un templo. Sabemos que no podemos restringir su presencia, pero hay una significación simbólica importante en la puerta de una iglesia. Cuando entramos a ese edificio, en términos espirituales, estamos viniendo al lugar donde el pueblo de Dios se reúne a ofrecer adoración y sacrificio de alabanza a él. La iglesia es suelo santo. Es el lugar sagrado donde el pueblo de Dios se reúne para la tarea sagrada de la adoración.
El Nuevo Testamento dice que cuando adoramos juntos, no solo estamos adorando en una asamblea de ciento cincuenta personas, sino que nuestra adoración se lleva a cabo en el cielo. Pablo nos advierte sobre nuestro comportamiento durante la asamblea, porque los ángeles están observando y participando. Además, el autor de Hebreos nos dice que estamos rodeados de una nube de testigos: los santos que se han ido antes que nosotros.
Por lo tanto, ¿quién está en nuestra congregación el domingo en la mañana? El domingo pasado yo fui a la iglesia, y adivina quién estaba. Abel, Noé, Abraham, y llegó Isaac, y también David y Débora, y Josué, Isaías, Jeremías, Ester, Amós, Lea, Oseas, Joel, Ezequiel, Ana, y Daniel estaban allí.
Pedro y Pablo estaban ahí, también Esteban, María, Bernabé, y Lucas, el gran médico. Timoteo viene a nuestra iglesia, junto con Tito y Santiago. Y yo miré alrededor, ¿y sabes quién más estaba? No lo podía creer. Atanasio, Agustín, Martín y Catalina Lutero, Juan e Idelette Calvino, Jonathan y Sarah Edwards, y B. B. Warfield. Todos los santos que han entrado en su reposo son parte de la asamblea celestial. Cuando la iglesia se reúne, no importa si es pequeña, no importa qué tan lejos esté el lugar donde se congrega, es la iglesia católica.
No solo eso, sino que en nuestra reunión disfrutamos de lo que el Credo de los apóstoles llama la communio sanctorum: la comunión de los santos. No son solo los santos que se han ido antes que nosotros al cielo —la iglesia triunfante— sino los santos que aún están aquí en la iglesia militante:
los santos de la República Checa, los santos de Hungría, de Rumania, de China, de Brasil, de Kenia, de Inglaterra, y de todo el mundo. Estamos unidos en una comunión de la iglesia católica. ¿Cómo puede ser así? Es muy simple. Es la unión mística de Cristo y su novia. Cada persona que forma parte de la novia de Cristo está en Cristo Jesús. Dondequiera que esté Cristo, ahí está su iglesia.
Recordemos el libro de Hebreos una vez más:
Ustedes, por el contrario, se han acercado al monte de Sión, a la celestial Jerusalén, ciudad del Dios vivo, y a una incontable muchedumbre de ángeles, a la congregación de los primogénitos que están inscritos en los cielos, a Dios, el Juez de todos, a los espíritus de los justos que han sido hechos perfectos, a Jesús, el Mediador del nuevo pacto, y a la sangre rociada que habla mejor que la de Abel (Hebreos 12:22-24).
Lo más grandioso respecto a la iglesia en la adoración es que la iglesia está en presencia de Cristo. Cristo viene a su novia, y cada vez que la novia se congrega, el novio está allí. Es por eso que no queremos perdernos la ocasión. Es por eso que nunca queremos abandonar la reunión de los santos.
Si publicara un boletín de noticias que dijera: “¿Sabes quién estará en la iglesia el próximo domingo? ¡Jesús mismo estará de visita!”, ¿qué compromiso no cancelarías para estar allí?