Santiago 5.13-18; Isaías 64.4; Juan 14.12-14
Después de todo, ¿qué es este ministerio sino la aplicación del poder de Dios a cualquier situación en que nos podemos encontrar? Todos podemos hacer esto mientras llegamos a confiar en el hecho de que Dios oye nuestras oraciones y las contestará con poder.
El poder no nos pertenece a nosotros sino a El. Lo que El está buscando en nosotros es la apertura hacia su obra, para poder trabajar a través de nosotros y usarnos en cualquier situación en que El elija colocarnos. Somos agentes móviles del Reino de Dios, y El quiere que estemos disponibles, y a través de este ministerio de oración desatar por medio de nosotros el poder del cielo en las vidas y circunstancias de la gente a nuestro alrededor cada día.
El poder de la oración
John Wesley dijo una vez: “Parece como si Dios estuviera limitado por nuestra vida de oración, que no puede hacer nada por la humanidad a menos que alguien se lo pida”. Dios ha escogido limitarse a Sí mismo a trabajar a través de seres humanos como tú y yo, pero El sabe lo que está haciendo. El mandó a su Hijo, en forma de hombre, porque sabía que su amor necesitaba ser encarnado. Sólo entonces el hombre podría comprender la medida de Su amor por la humanidad y la profundidad del cariño de su corazón.
Por el uso de nuestra oración podemos llegar a ser el poder de Dios para otros hombres y mujeres. No es, entonces, algo que es ajeno y apartado de ellos, sino que así como nos acercamos a ellos el poder de Dios se acerca a ellos y pueden experimentar por sí mismos el poder vivo y la realidad de Dios (Santiago 5.16-18). Dios quiere dar su perspicacia en toda situación y quiere dar su Palabra para el momento, y la oración muchas veces es la manera en que lo hace.
El privilegio de la oración
Es muy simple traer a alguien o alguna situación en oración a Dios. Dos palabras Neotestamentarias para “oración” son “deomai” y “erotao” que sencillamente quieren decir “desear algo” y “preguntar o inquirir acerca de algo”. La eficacia de nuestro ministerio con otras puede estar en el hecho de que tomemos el coraje y tiempo de preguntarles si podemos orar con ellos, y cuando oramos, sencillamente traerles al Padre que sabe lo que es mejor para ellos. Jesús dijo: “Pedid, y se os dará; buscad y hallaréis; llamad, y se os abrirá. Porque todo aquel que pide, recibe, y el que busca halla; y al que llama se le abrirá”. (Lucas 11.9-10)
La responsabilidad de la oración
Otra palabra en el Nuevo Testamento para “oración” es “proseuchomai” que significa “derramar” o “persistir en oración” (p. ejemplo. Mateo 5.44; Lucas 18.1; Lucas 9.28-29; Marcos 9.29). La oración en esta manera no es una opción para el discípulo, sino una necesidad. Dios la busca. Nos recuerda también que nuestra oración está dirigida al Padre; no es un ejercicio de autosugestión; es por eso que Jesús dijo que no necesitamos balbucear o repetir nuestras oraciones sin sentido.
La eficacia de la oración
La oración nos es dada por Dios como una herramienta poderosa y eficaz con la que El puede llegar a la vida de otros hombres y mujeres y traerles su poder y sanidad. Dios, ha escogido la oración como el instrumento para la liberación de su poder en la tierra a través de cristianos creyentes. Dios puede pedirnos que nos neguemos en alguna forma de ayuno para intensificar nuestra eficacia en la oración, dando a Dios en vez de a nuestra propia vida carnal.
El Padre espera en nosotros para hacer su voluntad. Quiere llevar a cabo sus propósitos a través de nuestra vida (Isaías 64.4; Jeremías 33.3). Su llamamiento a través de Ezequiel (Ezequiel 22.30) era para gente que se pusiera en la brecha por otros, para salvarles de la destrucción. Nuestro mundo hoy está lleno de destrucción y va directo hacia la destrucción.
Dios quiere usarnos para liberar hombres y mujeres de ella y traerles al Reino de su luz y poder. S.D Gordon dice:
“En su significado más sencillo la oración tiene que ver con el conflicto. Entendido correctamente, es el factor decisivo en un conflicto espiritual. La escena del conflicto es la tierra. El propósito del conflicto es decidir el control de la tierra y sus habitantes.
Este es un hecho. Cada vez que oramos con eficacia por otra persona la salvamos del control de Satanás y la liberamos de la esclavitud espiritual. Es otro trozo de territorio reclamado para Cristo.
El ejercicio de la oración
Todo el secreto de orar con otra persona consiste en estar abierto a la guía y motivación del Espíritu Santo, para que El pueda llevarnos en la dirección que le parezca mejor. La práctica hace la perfección en el área del ministerio de oración. La experiencia es un gran profesor y pronto llegaremos a ser mucho más agudos a las necesidades de la situación por medio de la guía del Espíritu Santo. Existen cuatro niveles de oración cuando ministramos a otros:
1. Orar con
Aquí es donde nos identificamos con la otra persona en su petición al Padre y nos ponemos de acuerdo con ellos en fe de que su oración será contestada (Mateo 18.19).
2. Orar por
Aquí es donde hemos identificado las necesidades de la otra persona y las traemos a la presencia de Dios por la oración (Santiago)
3. Orar en
En esta oración recibimos poder de Dios en una manera directa y transmitimos aquel poder por nuestra oración a la otra persona. Actuamos como el mediador entre la persona y Dios.
4. Orar contra
A veces somos guiados por el Espíritu de Dios en un área de guerra y resistencia espiritual. Aquí, hay una fuerte humildad de espíritu y una profunda dependencia de la guía del Espíritu Santo. La oración es un movimiento de resistencia contra las realidades espirituales del mal. Es importante clamar al Señor en esta situación y pedirle que repudie a Satanás porque tú eres el representante de Jesús en esta situación.
El lugar donde empezar la oración por otro, es escuchando a la otra persona en tu espíritu. No escuches solo al exterior, es decir, sus palabras y opiniones. El Espíritu Santo te ayudará a oír por la comunicación de aquellos dones necesarios en la situación. Haz unas preguntas sencillas para que tengas clara la dirección de tu oración. Si es obvio que te encuentras fuera de tu alcance y necesitas ayuda, entonces sugiérelo a la otra persona, busca ayuda y vuelve a la situación con el apoyo y confianza de otro cristiano con más experiencia. Si entregamos nuestra vida al Señor cada día, descubriremos que por su mano mansa nos llevará a toda clase de situaciones preparadas por el Señor para que entremos en el ministerio de oración.
Imposición de manos
Cuando oremos en un nivel personal por otra gente muchas veces es de ayuda imponer manos en su cabeza como señal del toque de Dios en su vida. Mucha gente no ha experimentado el toque del amor de Dios y tu toque será el medio de abrirles al poder de aquel toque más profundo de Dios. Jesús mismo impuso manos en la gente cuando la situación era correcta (Lucas 13.13).
Hay algunas veces, sin embargo, que no es correcto imponer manos en una persona. Por ejemplo, orar con/por un miembro del sexo opuesto, o si existe una participación demoníaca, porque un espíritu diabólico puede ser tratado con mayor facilidad por el mandato de Cristo que con la imposición de manos. De todas maneras, es importante poder reclamar la cubierta necesaria para ti en toda ocasión de oración por otros. Pide la protección del Espíritu Santo y reclama la limpieza y el poder protector de la sangre de Jesús.
Ora sencillamente y con claridad y si Dios te da algo que decir a la persona, entonces díselo. Recuerda también que el ministerio de oración es la guerra espiritual en acción. S.D Gordon dijo:
“La oración es insistir en la victoria de Jesús; el retroceso del enemigo en todo sitio particular. El enemigo entrega solo lo que debe. Cede solo lo que le es arrebatado. Por tanto, el terreno debe ser arrebatado paso por paso. La oración debe ser definida”.
Tomado del libro: Los fundamentos de la vida cristiana