El relato de la pascua (Éxodo 11-13) constituye una revelación que l Dios de Israel hace de sí mismo en tres papeles. Primero, Yahvéh se reveló a sí mismo como Juez.
El trasfondo lo constituía la amenaza de la plaga final. Moisés debía advertir a faraón en los términos más solemnes que a la medianoche Yahvéh mismo pasaría por Egipto y heriría de muerte a todos los primogénitos.
No habría discriminación alguna ya sea entre seres humanos y animales, o entre diferentes clases sociales. Todo primogénito barón moriría. Había una sola manera de escapar, una forma dispuesta y provista por Dios mismo.
Segundo, Yahvéh se reveló como el Redentor. En el día décimo del mes cada familia israelita debía elegir un cordero (Un macho de un año y sin defecto), y debía matarlo en el día decimocuarto.
Luego debía separar parte de la sangre del cordero, meter una rama de hisopo en esa sangre, y rociar en el dintel y los postes de la puerta de entrada a la casa. Esa noche no debían salir de sus casas por ningún motivo.
Una vez derramada y rociada la sangre, debía cobijarse a su amparo. Dios había anunciado su intención de salir “por en medio de Egipto” ejerciendo juicio. Ahora agregaba su promesa de pasar por alto (pasaré de vosotros) toda casa señalada con la sangre a fin de protegerla de la amenaza de destrucción.
Tercero, Yahvéh se reveló a sí mismo como el Dios del pacto con Israel. Los había redimido para convertirlos en su propio pueblo. Por eso debían conmemorar y celebrar su bondad, porque los salvó de su propio juicio.
La noche misma de la pascua debía hacer fiesta con el cordero asado, con hierbas amargas y pan sin levadura, y debían hacerlo con la ropa ceñida por el cinturón, con los zapatos calzados y el bordón en la mano, listos para ser rescatados en cualquier momento.
Algunos aspectos de la comida les hablaban de la opresión que habían sufrido (por Ej. Las hierbas amargas), y otros de su futura liberación (por Ej. La ropa). En cada aniversario la fiesta debía durar siete días, y debían explicarles a sus hijos lo que significa toda esa ceremonia:
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Además de la celebración en la que participaba toda la familia, debía haber un rito especial para los primogénitos. Eran ellos los que habían sido rescatados personalmente de la muerte por medio de la muerte de los corderos pascuales.
Así redimidos, pertenecían de modo especial a Yahvéh, quién los había comprado con sangre, y por consiguiente debían ser consagrado a su servicio.
El mensaje debe haberles resultado absolutamente claro a los israelitas; también está claro para nosotros que vemos el cumplimiento de la pascua en el sacrificio de Cristo.
Primero, el Juez y el Salvador son la misma persona. Dios salió “por en medio de Egipto” para juzgar a los primogénitos, y pasó “por encima” de las casas de los israelitas para protegerlos. Jamás debemos caracterizar separadamente al Padre como Juez y al Hijo como Salvador. Es uno y el mismo Dios el que, en Cristo nos salva de su propio juicio.
Segundo, la salvación fue 8ysigue siendo) por sustitución. Los únicos primogénitos que se salvaron fueron aquellos en cuyas familias había muerto en su lugar un cordero de un año.
Tercero, la sangre del cordero tenía que ser rociada después de haber sido derramada. Tenía que haber una apropiación individual de la provisión divina. Dios tenía que “ver la sangre” antes de salvar a la familia.
Cuarto, de esta manera cada familia rescatada por Dios fue comprada por él. Su vida toda pertenecía a Dios. Así es también con la nuestra. La consagración lleva a la calibración. La vida de los redimidos era una fiesta. Así lo expresa ritualmente la Santa Sena (eucaristía), la fiesta cristiana de acción de gracias.
Una situación particular de sustitución.
La primera pascua original señalaba el comienzo de la vida nacional de Israel. “Este mes os será principio de los meses;… será este primero de los meses del año”, les dijo Dios (Éxodo 12.2). Serviría para inaugurar su calendario anual porque Dios los redimió entonces de su larga y opresiva esclavitud egipcia, y porque el éxodo conducía a la renovación del pacto de Dios con ellos en el monte Sinaí. Pero antes del éxodo y del pacto tenemos la pascua. Ese día debía serles “en memoria “, debían celebrarlo “como fiesta solemne para Jehová… por costumbre perpetua” (12.14, 17)
El nuevo testamento identifica claramente la muerte de Cristo como el cumplimiento de la pascua, y el surgimiento de esta nueva y redimida comunidad como el nuevo éxodo. Juan el Bautista saludó a Jesús como “el cordero de Dios, que quita el pecado del mundo” (Jn. 1:29, 36). Jesús pendía de la cruz, según el Evangelio de Juan, en el preciso momento en que se mataban los corderos pascuales. En el Apocalipsis se adora a Cristo como el cordero inmolado, quien con su sangre ha comprado a los hombres para Dios.
Pero la identificación más clara es la declaración de pablo: “Nuestra pascua, que es Cristo, ya fue sacrificada por nosotros. Así que celebremos la fiesta …(1Corintio 5:7-8).