Una de las bendiciones más grandes de la religión cristiana es que podemos tener la verdadera presencia de Dios con nosotros. A Samuel Johnson, un santo ministro del pasado, se le preguntó cuál era el secreto de una vida santa.
Él contestó: “Es una constante consciencia de la verdadera presencia de Cristo”. Cuando Jesús llamó a sus doce discípulos, el propósito que declaró fue: “para que estuviesen con él, y para enviarlos a predicar, y que tuviesen autoridad para sanar enfermedades y para echar fuera demonios” (Marcos 3:14,15).
Fíjese que primero debían estar “con él”, luego Él los enviaría. El poder del Espíritu Santo fue recibido el Día de Pentecostés (Hechos 1:8) y fue demostrado de inmediato. Cuando el hombre cojo de nacimiento fue sanado, los religiosos del día se maravillaron del denuedo de Pedro y Juan.
Vieron que no fue por medio de preparación ni por su educación, “les reconocían que habían estado con Jesús” (Hechos 4:13). Este es el debido orden: Primero, pase tiempo con Jesús, absorba su misma naturaleza, luego salga a proclamar las Buenas Nuevas al mundo.
Después, Él les dijo que no comenzaran su ministerio hasta que recibieran “poder desde lo alto” (Lucas 24:49). Myer Pearlman, un convertido judío y un gran maestro de la Biblia, dio esta ilustración: Él había hecho un pedido de un texto luminoso.
Cuando llegó la biblia, inmediatamente la llevó a un gabinete oscuro y abrió el paquete para verla brillar en la oscuridad. Para su desilución, ¡el texto no brilló! Fue al vendedor y le dijo que el texto no brillaba.
La respuesta fue: “Para que el texto luminoso brille en la oscuridad, primero debe ser expuesto a la luz”. Jesucristo es el Sol de justicia, la Luz del mundo. Él quiere resplandecer a través de nosotros, pero primero debemos pasar tiempo ante su presencia.
En la presencia del Señor hay “plenitud de gozo” (salmo 16:11; Hechos 2:28). Él ha prometido estar con nosotros cuando hacemos su voluntad (Mateo 28:20). Él ha prometido no dejarnos ni desampararnos jamás (Hebreos 13:5).
En un momento crítico Él prometió a Moisés: “Mi presencia irá contigo” (Éxodo 33:14,15). Dios el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo morará dentro de nosotros (Juan 14:17,23).
Si Él, el que tiene todo el poder en el cielo y en la tierra, el que todo lo sabe y está presente en todo lugar, está con nosotros, ¿a qué podemos temer? “Si Dios es por nosotros, ¿quién contra nosotros?” (Romanos 8:31).
En el salmo de arrepentimiento de David él ruega a Dios: “No me eches de delante de ti, y no quites de mí tu santo Espíritu” (Salmo 51:11). Él recordaba que Dios una vez había ungido a Saúl, y por la desobediencia de Saúl había quitado su Espíritu de él.
Dios perdonó a David. Fue restaurado y usado por Dios, aunque las cicatrices de su pecado permanecieron. Fortaleza y bendición se pueden encontrar en la alabanza unidad.
Jesús dijo: “Porque donde están dos o tres congregados en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos” (Mateo 18:20). Sigamos enforzándonos para “practicar la presencia de Cristo”.
Jeter, Hugh. 52 Estudios Biblicos (Spanish Edition)