Sufrir por Cristo
No puede haber una vista entera del discipulado que no tenga el sufrimiento en su perspectiva. Estamos rodeados por él por todas partes y lo experimentamos diariamente en nuestro caminar con Dios.
El sufrimiento no es igual para el creyente que para el incrédulo. Para la persona que no ha experimentado el amor de Cristo en sí mismo, el hecho de todo sufrimiento en el mundo puede ser la misma cosa que le impide encontrar a Dios.
Mientras necesitamos simpatizar totalmente con hombres y mujeres en su dolor, debemos recordar el horrible hecho de la propia responsabilidad del hombre por los muchos líos en que se encuentra.
El hombre fue creado por Dios como agente responsable y le fue dado el gobierno sobre toda cosa creada. El fallo del hombre al llevar a cabo esa responsabilidad se refleja en la distorsión y tragedia que vemos a nuestro alrededor.
El pecado corrompe y distorsiona, destruye y se opone a cualquier cosa que sea intrínsecamente buena. El pecado es lo fundamental de todo sufrimiento en nuestro mundo hoy día, porque es un mundo que ya no manifiesta la armonía, equilibrio y hermosura en que Dios lo creó. El mundo está bajo el control de Satanás. El ha llegado a ser el “dios de este siglo” (2 Corintios 4.4) desde que el hombre abandonó su administración de la creación.
El pecado del hombre dio a Satanás la oportunidad que había estado esperando éste para tomar posesión y pervertir la buena calidad de la propia creación de Dios.
Dios no es indiferente al sufrimiento. Dios llevó el sufrimiento en Su propio corazón cuando permitió que Su Hijo inocente muriera en la cruz en nuestro nombre (Isaías 53.4). La cruz fue la inversión del poder de Satanás y del pecado. Cristo ahora es el Rey y Su Reino rige sobre todo y somos parte de El como discípulos de Jesús.
La realidad del sufrimiento
El Nuevo Testamento nunca resta importancia al sufrimiento. ¡Lo acepta como un hecho de la vida! El cristiano camina en el camino de la cruz y esto significa no sólo hablar acerca de ello sino experimentarlo (Filipenses 1.29; 1 Pedro 2.21). El sufrir por Cristo es un hecho de la vida para todo aquel que toma su discipulado en serio (Hebreos 11.35-38).
1 Pedro 4.12-19 nos anima a regocijarnos en nuestras pruebas, porque a través de ellas participamos en los padecimientos de Cristo (v. 13) y exhorta a los que sufren según la voluntad de Dios (v. 19) que se sometan a su creador fiel y que continúen haciendo el bien. “Pero si alguno padece como cristiano, no se avergüence, sino glorifique a Dios por ello” (v. 16).
Está claro, entonces, que existe el sufrimiento conforme a la voluntad de Dios. Está igualmente claro que, en ocasiones, sufrimos cosas que no son la voluntad de Dios (1 Corintios 11.27-32).
Esto nos lleva a recordarnos que Dios permitirá la enfermedad y el sufrimiento, si fuera necesario, como medio de disciplina en nuestra vida. Esto no significa que toda la enfermedad sea disciplina o debida al pecado, pero sí que nos hace reconocer el derecho de nuestro Padre celestial de tratar con nuestra voluntariedad en la manera que le parezca mejor para conseguir Sus mejores propósitos en nuestra vida (Hebreos 12.5-6).
Las circunstancias y las razones del sufrimiento cristiano
1. El costo y los rigores de servir al Señor.
Dios ha prometido darnos todo lo que necesitamos para llevar a cabo Su voluntad, pero existe un costo que se necesita llevar para hacer que este servicio sea efectivo.
2. La persecución y oposición abierta.
(2 Corintios 11.16-33; 2 Corintios 12.9-10)
3. Como prueba de nuestra fe
1 Pedro 1.6-7). Es muchas veces por las dificultades más molestas que llegamos a ser más conscientes de Dios. Es cuando somos golpeados por las mayores pruebas que nuestra fe es más fortalecida y edificada.
4. Para perfeccionarnos en servicio.
Jesús sufrió para venir a ser perfectamente equipado para ser el Salvador de los hombres. Entró en el sufrimiento del hombre. Conoció el corazón de él y compartió sus penas. Por lo tanto, fue hecho perfecto como el autor de la salvación (Hebreos 2.10).
Dios usa el sufrimiento como una manera de traernos a ese punto de victoria moral y espiritual donde podemos mantenernos firmes en la fuerza de Cristo y lejos de dependencia en las cosas de la carne. Somos perfeccionados para nuestra obra de ministerio y servicio a los demás (1 Pedro 4.1-2).
5. Para habilitarnos para ministrar profundamente a otros.
No es el sufrimiento por sí mismo lo que es efectivo sino el sufrimiento acoplado con la ayuda y consuelo recibido de Dios. Cuando esto es sentido por otra gente, reciben la profundidad y realidad que ha traído el proceso del sufrimiento, y también reciben el consuelo rebosante que Dios ha dado (2 Corintios 1.4-5).
Las aflicciones de Cristo
Ahora me gozo en lo que padezco por vosotros, y cumplo en mi carne lo que falte de las aflicciones de Cristo por Su cuerpo, que es la Iglesia. (Colosenses 1.24).
Esto significa dos cosas:
1. Cada vez que un cristiano experimente la persecución, es como si Jesús fuera perseguido por él.
2. El amor de Dios necesita ser encarnado en la vida de Sus siervos para que otros tengan una lección objetiva y viva del amor de Dios para ellos (2 Corintios 4.10).
La gente necesita no sólo ver el fruto de nuestro ministerio, necesita poder discernir el proceso. Es este proceso de sufrimiento y su efecto en nuestra vida lo que es tan valioso para otros.
Nos guarda del orgullo y les habilita para ver lo profundo que Dios necesita obrar en la vida de una persona antes que la fructificación sea posible en cualquier medida (1 Pedro 5.10). Nuestra reacción al sufrimiento demuestra a los demás nuestro amor por Dios y nuestra madurez en Dios.
Tomado del libro: Los fundamentos de la vida cristiana