Los evangelistas del Nuevo Testamento debían continuar las obras de Jesucristo. De hecho eso fue algo que Cristo les ordenó a ellos – y a nosotros – que hicieran. Sus obras son nuestras obras.
Los evangelistas pentecostales y carismáticos han cumplido con el mandamiento de tratar con las cosas visibles e invisibles desde el principio. De hecho, ellos le han dado un reconocimiento especial a las enseñanzas de las Escrituras acerca del mundo que no se ve.
Hechos 2:4 muestra que el hablar en lenguas era un ejemplo único del Espíritu obrando en la carne. Hablar en lenguas es una manifestación física y espiritual de Dios. “Y fueron todos llenos del Espíritu Santo, y comenzaron a hablar en otras lenguas, según el Espíritu les daba que hablasen”.
Algunos ministros no le han prestado mucha atención a las evidencias visibles de lo invisibles; o sea, a las cosas sobrenaturales. Algunos, inclusive, han considerado las manifestaciones bíblicas tales como sanidades milagrosas y el hablar en lenguas como cosas demoníacas.
Aún así, la fe cristiana está llena de manifestaciones milagrosas y sobrenaturales. Las personas sabían que estaban tratando con un Dios de milagros. El salmista escribió en el salmo 77 versículo 14: “Tú eres el Dios que hace maravillas”. Nosotros tenemos el derecho de preguntar como preguntó Gedeón en Jueces 6:13, “¿Y dónde están todas sus maravillas, que nuestros padres nos han contado?” Dios no se ha jubilado ni ha dejado a un lado sus poderes sobrenaturales.
Los ángeles tampoco se han “jubilado”, aunque seamos como el siervo de Eliseo y no los podamos ver (2 Reyes 6:17). Las personas dicen que creen en la Biblia; sin embargo, aunque la Biblia contiene muchas referencias de ángeles, los reportes relacionados con ángeles usualmente son vistos con escepticismo.
Inclusive Satanás, el enemigo de las almas, parece ser una figura bíblica de trasfondo. Sin embargo, en los días de Cristo, estas cosas no eran ciertas. Por ejemplo, los demonios eran conocidos por que interrumpían los servicios en las sinagogas.
Quizás allí había algo que valía la pena interrumpir. Hoy día, los demonios no interrumpen el orden de los servicios de las iglesias. ¿Cuántos ministros sabrían qué hacer si un demonio se manifestara? Sin embargo, el choque entre el bien y el mal en el mundo espiritual, continúa siendo real. Las personas devotas al vudú se esfuerzan por ser poseídas; ellos desean tener poderes sobrenaturales para poder realizar hechizos y maldiciones.
Cuando nosotros predicamos a Jesús los demonios son atormentados. Eso es algo bien común en los servicios que CfaN realiza en África. En ocasiones, hemos tenido que tratar con 60 personas a la misma vez, pero los espíritus inmundos han sido echados fuera.
Un Continente Consciente de las Cosas Sobrenaturales
Las últimas décadas han aumentado el razonamiento y han incitado la ignorancia de las realidades celestiales. La educación y el conocimiento han sido secularizados, mientras que los demonios han sido desestimados como tonterías medievales. “Ver para creer” se ha convertido en un precepto. En otras palabras, solamente lo visible es real.
En Europa, la ciencia se ha convertido en el juez de la verdad, y ha negado la existencia de aquello que no puede entender. Nuevos gobiernos han proclamado estar por encima de la Palabra de Dios. La fe en las cosas materiales ha sobrepasado la fe en las cosas celestiales.
Dios es considerado el Gran Desconocido. El secularismo es el punto de vista moderno y nadie escapa su influencia. En Occidente, nacimos y nos criamos con las tradiciones materiales. Así como los peces viven en el mar, nosotros vivimos en aguas seculares.
En mis comienzos como evangelista en África, pude observar que los misioneros predicaban un Evangelio que no era sobrenatural en un continente que estaba saturado de cosas sobrenaturales. África era – y aún es – un mundo muy diferente al mundo occidental. Los misioneros estaban situados en el mundo de las cosas visibles, mientras que los africanos estaban totalmente concientes del mundo invisible.
Los africanos vivían en un ambiente de brujería, demonios, posesiones, adoración de espíritus, de antepasados, de dioses y de animismo. Le tenían miedo a los hechizos, a las maldiciones, a las brujerías, y a las fuerzas malignas que viven en los árboles, en los ríos y en los sepulcros.
Los misioneros pensaban que esas cosas eran primitivas y que nada de eso era científico, mientras que los africanos compartían su mundo con los espíritus de los muertos. Ese era el misterioso Oriente, un mundo incomprensible para los occidentales. Aunque los misioneros occidentales hablaban y cantaban acerca de las “cosas que no se ven”, esas cosas permanecían “desconocidas”. Totalmente desconectadas de las experiencias humanas del diario vivir.
Esos misioneros estaban mentalmente limitados al mundo material, sufrían de estrechez mental, y estaban maniatados por las teorías científicas. Los africanos habían saltado esa barrera y conocían tanto el mundo físico como el espiritual.
Sin embargo, eso no era necesariamente algo bueno. Para los africanos el mundo espiritual era un mundo hostil y peligroso; una dimensión de constante terror. Aún hoy día, la brujería prospera en muchos países. Por ejemplo, la prensa reportó que el Presidente Mugabe de Zimbabue considera que en la cultura africana, los médicos brujos están a la misma altura que los médicos de estilo occidental.
Aparentemente, los médicos brujos son necesarios porque son muchas las personas que buscan protección de espíritus, hechizos y maldiciones. Las personas necesitan ser liberadas de estas opresiones.