“Quedarás encinta y darás a luz un hijo, y le pondrás por nombre Jesús”.
Lucas 1:31
Los judíos se establecieron en su tierra. Pasaron cientos de años. Generaciones nacieron, crecieron y murieron. Se levantaron y cayeron grandes reinos en el mundo. Y los judíos esperaban a aquel que había sido prometido: el Rey mayor que el rey David. Cuando llegó el momento, Dios preparó a algunas personas muy especiales para que recibieran a su Hijo.
Sorprendidos por un ángel
Mateo 1:18–25; Lucas 1:26–38
A María le encantaba su aldea y las montañas alrededor de la pequeña ciudad de Nazaret. El rocío de la mañana mojó los pies de María mientras iba al pozo a sacar agua.
—¡Buenos días!
Una voz interrumpió a María.
—¿Qui-e-én … eres? —le preguntó María al extraño.
—Soy el ángel Gabriel, y Dios me ha mandado para que te diga algo importante. El Señor te ha bendecido y está contigo —le dijo el ángel visitante. María estaba confundida. Tenía la mente llena de preguntas.
—No tengas miedo —le aseguró el ángel—. Dios está complacido contigo. Él te ha escogido para que seas la madre del Hijo de Dios. Pronto tendrás un bebé y le pondrás por nombre Jesús. Él será muy importante … y salvará al mundo.
—Pero, ¿cómo ocurrirá esto? —dijo María aún confundida—. Todavía no me he casado.
—Dios hará un milagro. ¡Para Dios todas las cosas son posibles!
María escuchó y creyó las palabras del ángel.
—Yo confío en el Señor —dijo ella—. Soy su sierva y estoy lista para recibir este milagro.
María sabía que esto era una gran bendición, así que comenzó a cantar alabanzas al Señor.
Mientras tanto, el ángel visitó a José. Él era un buen hombre, que amaba mucho a María. El ángel vino a José en un sueño con el mismo mensaje.
—Dios ha hecho un milagro. Aunque ustedes no están casados, el Espíritu Santo de Dios ha hecho que María quede embarazada. Ella va a tener un hijo, y le pondrás por nombre Jesús. Dale ese nombre especial, ya que el mismo significa que él salvará a su pueblo de sus pecados.
José creyó todo lo que el ángel le dijo. Él estaba dispuesto a obedecer. María también estaba dispuesta a obedecer. Juntos, ellos esperaron que se cumpliera el gran milagro.
El Mensaje de Dios
Voy a darle al mundo
un regalo especial: mi Hijo.
Él es el Mesías,
el Príncipe de Paz,
aquel que he
prometido enviar.
Su amor será infinito;
su poder será ilimitado.
¡Él será el Rey de reyes
que salvará al mundo!