Noé era un hombre justo que halló gracia a los ojos de Dios y junto a su familia fue salvado del juicio de Dios.
El relato de Noé y el Diluvio Universal es uno de los más icónicos de la Biblia, narrado en el libro de Génesis.
Noé, descendiente de Adán a través de Set, es descrito en Génesis 6:9 como “un hombre justo y perfecto en sus generaciones” y “caminó con Dios”. En una época marcada por la corrupción y la violencia, Noé destacó por su rectitud. Dios, al ver la maldad creciente en la humanidad, decidió enviar un diluvio para purificar la Tierra, pero encontró en Noé a un hombre digno de preservar.
Dios instruyó a Noé para construir un arca siguiendo medidas específicas (Génesis 6:14-16) y reunir parejas de cada especie animal, así como provisiones para el viaje. A pesar de las burlas y la incredulidad de su entorno, Noé obedeció fielmente.
El Diluvio
Cuando llegó el momento, Noé, su esposa, sus tres hijos —Sem, Cam y Jafet— y sus esposas, junto con los animales, entraron al arca. Dios cerró la puerta (Génesis 7:16), y comenzaron cuarenta días y cuarenta noches de intensa lluvia.
Las aguas cubrieron la Tierra durante 150 días, destruyendo todo ser viviente fuera del arca. Durante este período, Noé y su familia vivieron en aislamiento total, confiando en la protección divina. La espera fue larga y desafiante, pero Noé se mantuvo fiel y vigilante.
Las aguas comenzaron a descender
Cuando las aguas comenzaron a descender, el arca descansó sobre los montes de Ararat (Génesis 8:4). Noé envió un cuervo y luego una paloma para comprobar si la Tierra estaba seca. Finalmente, la paloma regresó con una rama de olivo, señal de que la vida estaba renaciendo.
Al salir del arca, Noé edificó un altar y ofreció sacrificios a Dios, quien bendijo a Noé y sus hijos y estableció un pacto con la humanidad. Como señal de este pacto, Dios creó el arco iris, prometiendo nunca más destruir la Tierra con un diluvio (Génesis 9:13).
(F) Se da el arco iris como señal de este pacto perpetuo (Gn. 9:12-17).
La embriaguez de Noé.
Noé labró la tierra y plantó una viña, siendo sorprendido por el efecto embriagador del vino. Sem y Jafet se comportaron hacia su padre con respeto filial. Pero Cam se comportó con una actitud indecorosa, que suscitó la cólera de Noé, y que atrajo sobre Canaán, hijo de Cam, una maldición profética (Gn. 9:20-27; cfr. Éx. 20:5-6).