No es por Vista. Libros de Cash Luna
Todos tenemos fe en algo y en alguien. Todos creemos, estamos convencidos de algo. ¿En qué y en quién crees? Esta es una pregunta importante ya que nuestra vida se define por aquello en lo que depositamos nuestra confianza.
Quizá más que a la mayoría porque soy pastor, fundador de un ministerio, así que mi fe cristiana ha sido un pilar sin el cual Cash Luna no sería Cash Luna.
Sin embargo, no es necesario ser pastor para que la verdad que encontramos en la Palabra de Dios nos impacte profundamente, porque nuestra naturaleza humana inevitablemente se entrelaza con la naturaleza divina a través de la búsqueda del sentido de nuestra existencia, de la inquietud por crear, por trascender, por comprender y por disfrutar de la belleza y perfección del universo.
Creer es parte de nuestra esencia, es una destreza, un obsequio que debemos aprovechar porque para eso lo hemos recibido. No se trata de aleccionarnos sobre una fe ciega sino de compartir el gozo que se experimenta al confiar plenamente en aquel que nos ha amado desde antes que naciéramos.
En "No es por Vista" Cash Luna habla del potencial de tu fe, específicamente del poder que puedes detonar al entregar tu potencial de fe a Dios.
Porque como humano y como creyente apasionado, convencido de la existencia de Dios y de Su infinito amor, sería imposible callar ante tantas y tantas evidencias de Su gracia. ¿Mi punto de partida? Lo que he aprendido a través de lo que he vivido.
No hay más que la experiencia. El antes y el después de aceptar a Dios como mi Padre, a Jesús como mi Señor y Salvador, y al Espíritu Santo como mi consejero, intercesor, consolador y quien da el poder para hacer Su obra. Estas verdades básicas de la fe cristiana han determinado mi forma de enfrentar los retos de la vida.
Una y otra vez, el Señor me inquietó durante todos estos años a compartir sobre Él y Su intenso deseo por nosotros, pero no lograba resolver el dilema de la religión.
¿Cómo hablar de la fe en Dios sin sonar fanático religioso? Parece imposible, pero es justo lo que deseo, porque la fe de la que quiero hablarte es aquella que fluye naturalmente como un río en el que podemos sumergirnos para que sus aguas nos refresquen y revitalicen.
Además, si nos dejamos llevar por esa corriente poderosa, inevitablemente llegaremos al mar, a algo mayor, nuestro propósito. Eso es lo que el Señor quiere, renovarnos, darnos nueva vida al abrir nuestros ojos a la fe que puede cambiarlo todo, que nos guía y fortalece.
Crecí en un hogar cristiano. Éramos mi madre y yo. Mi padre no estaba en la ecuación familiar, esa es otra de las verdades que tuve que aceptar y que hizo la diferencia en mi vida. ¿Por qué lo digo? Porque no es lo mismo que te hable un hombre que creció en una familia tradicional a que lo haga uno que vivió la fe en Dios en circunstancias singulares.
Pues bien, desde pequeño, mi mamá me enseñó el Credo, los mandamientos, las oraciones básicas. . . ¡Vaya que sí me enseñó sobre fe! Y efectivamente, Dios siempre fue importante para mí.
Yo era de los niños que iba a misa —incluso pasaba por mis amigos para llevarlos— cada mañana de domingo. Desde los diez años decía que iba a ser misionero, aunque no sabía exactamente a qué me refería.
Vivía la fe como me la habían enseñado, pero esa fe no alcanzó para alejarme de los riesgos durante mi adolescencia cuando enfrenté las crisis clásicas. Probé la marihuana y desafié las reglas, aunque la férrea educación de mi madre ganó la batalla de los años más retadores.
Ahí fue cuando descubrí que la fe había sido una fórmula que no me había impactado profundamente. Entonces se presentó el punto de quiebre. Específicamente en 1982, cuando, de forma muy espontánea y natural, acepté a Jesús como mi Señor y Salvador durante una reunión dominical en la iglesia Fraternidad Cristiana de Guatemala.
En ese momento, puedo decir que de verdad inició mi vida de fe porque comencé la transición del decir al hacer. ¡Ese es el reto de todos los que decimos tener fe en Dios!
Paso a paso, despacito, fui descubriendo la dimensión de la paternidad de Dios e inicié una íntima y profunda relación con Él. Fue algo muy sencillo, natural, pero intenso.
Desde siempre había experimentado la presencia de Dios en mi vida, en cada momento, incluso de forma sobrenatural, pero no fue hasta que decidí obedecer Su llamado ministerial cuando aprendí a confiar en Sus promesas.
En ese tiempo, realmente puedo decirte que comencé a caminar con los ojos cerrados, guiado por la fe en Él.
Entonces, estudiando Su Palabra, aprendí verdades tan poderosas que provocaron un cambio profundo en mi vida y te aseguro que tendrán el mismo efecto en ti, porque amplían nuestra visión al hacer de la fe un pilar fundamental de todo lo pensamos, decimos y hacemos.
¡No hablo de religión! Es más, quiero alejarme de los estereotipos religiosos y acercarme a tu vida. Ser personas de fe no se trata de afirmar una y otra vez que creemos en Dios, recitar el Credo o golpearnos el pecho arrepentidos y temerosos del castigo divino, ser personas de fe significa demostrarlo en cada paso, incluso en las áreas más sencillas y elementales, porque nuestra fe en Dios debe sustentarnos en absolutamente todo.
"No es por Vista" es el inicio del descubrimiento de lo que significa vivir por fe.