Se les llama epístolas generales a las epístolas paulinas que no están dirigidas a ninguna iglesia en particular, sino a los creyentes en general. Dos de ellas (Segunda y Tercera de Juan) se dirigen a individuos particulares.
La Epístola de Santiago es el libro práctico del Nuevo Testamento, como Proverbios lo es del Antiguo Testamento. En realidad, tiene una notable semejanza al libro últimamente mencionado por sus concisas y enérgicas declaraciones de verdades morales.
Contiene muy poca enseñanza doctrinal; su propósito principal es dar énfasis al aspecto práctico de la verdad religiosa. Santiago estaba escribiendo a cierta clase de judíos cristianos en quienes estaba apareciendo una tendencia a separar la fe de las obras. Ellos afirmaban tener fe. Sin embargo, ellos se impacientaban bajo la prueba.
Había entre ellos contiendas y acepción de personas, no refrenaban la lengua y eran mundanos. Santiago enseña que una fe que no produce santidad de vida, es una cosa muerta, un simple asentimiento de una doctrina, que no va más allá del intelecto. Recalca la necesidad de una fe viva y eficaz para obtener la perfección cristiana, y se refiere al sencillo Sermón del Monte en demanda de verdaderos hechos de vida cristiana.
Hay quienes hablan de la santidad y son hipócritas; hay quienes hacen profesión de amor perfecto, y sin embargo, no pueden vivir en paz con los hermanos; quienes emplean fraseología piadosa, pero fracasan en la filantropía práctica.
Se escribió esta epístola para los tales. Quizá no les dé mucho consuelo, pero les hará mucho bien. El misticismo que se contenta con frases y formas piadosas y no da la medida en el sacrificio real y servicio devoto, encontrará su antídoto aquí.
El antinomianismo (antilegalismo) que profesa gran confianza en la gracia gratuita, pero que no reconoce la necesidad de una correspondiente vida pura, necesita meditar en la sabiduría práctica de esta epístola.
Los quietistas, que se satisfacen con sentarse y cantarse a sí mismos en un arrobamiento eterno, deben leer esta epístola hasta que escuchen su nota de inspiración y lo tornen en actividad presente y continuas buenas obras.
Todos los que son extensos en la teoría y estrechos en la práctica, deben empaparse del espíritu de Santiago; y como en toda comunidad y en toda época hay tal clase de gente, el mensaje de la epístola nunca caducará.
Puede resumirse el tema como cristianismo práctico.
Autor. Hay tres personas con el nombre de Santiago mencionadas en el Nuevo Testamento: Santiago el hermano de Juan (Mt 10:2); Santiago el hijo de Alfeo (Mt 10:3); Santiago el hermano del Señor (Gá 2:19). La tradición general de la iglesia ha identificado al escritor de la epístola con la persona últimamente mencionada. Este Santiago era la cabeza de la iglesia en Jerusalén y fue quien presidió el primer concilio de la iglesia (Hch 12:7; 15:13-29).
El tono de autoridad de la epístola está de acuerdo con la elevada posición del autor en la iglesia. De la tradición aprendemos algunos hechos respecto a él. Por causa de su santidad de vida y su firme adherencia a la moralidad práctica de la ley, era estimado por los judíos de su comunidad, por quienes fue llamado “el Justo”, y a muchos de ellos los ganó para Cristo.
Se dice que sus rodillas eran callosas como las de un camello, como consecuencia de su constante intercesión por el pueblo. Josefo, el historiador judío, dice que Santiago fue apedreado hasta la muerte por orden del sumo sacerdote.
A quién se les escribió. A las doce tribus esparcidas en el extranjero (1:1); es decir, a los judíos cristianos de la dispersión. Todo el tono de la epístola revela el hecho de que se escribió para los judíos.
El Libro de Santiago se escribió por las razones siguientes:
- 1. Para consolar a los judíos cristianos que estaban pasando por pruebas severas.
- 2. Para corregir desórdenes en sus asambleas.
- 3. Para combatir la tendencia de separar la fe de las obras.
Cuándo se escribió. Probablemente alrededor del año 60 d.C. Se cree que fue la primera epístola escrita a la iglesia cristiana.
Dónde se escribió. Probablemente en Jerusalén.
Bosquejo del libro de SANTIAGO
- I. La tentación como la prueba de la fe (1:1-21)
- II. Las obras como evidencia de la verdadera fe (1:22 — 2:26)
- III. Las palabras y su poder (3:1-12)
- IV. Sabiduría: la verdadera y la falsa (3:13 — 4:17)
- V. Paciencia bajo la opresión: la paciencia de la fe (5:1-12)
- VI. Oración (5:13-20)