Viviendo en el medio oeste americano, me siento impresionado siempre que veo un edificio que haya sido construido hace más de 100 años.
En EEUU, la mayoría de los edificios no dura mucho; pasados pocos años estos son derrumbados por una serie de razones, que van desde el uso o actividad a ventajas tributarias.
El hecho de que la mayor parte de las estructuras que yo veo diariamente tengan corta vida se debe probablemente a que yo me sienta tan sorprendido - e impresionado – por el contraste de que fui testigo en Israel hace algunos años. Allá visite iglesias y otras instalaciones que a veces fechaban de 2.000 años o más.
Aquellos edificios no eran tan solamente increíblemente antiguos; también eran inmensos, y obviamente construidos para afrontar las investidas del tiempo.
Hoy día ya fueron inventados equipos pesados que pueden mover grandes objetos y materiales pesados, pero cuando aquellos antiguos edificios estaban siendo construidos en Israel, sus constructores no contaban con esta ventaja. Sin embargo, de algún modo ellos lograban mover y apilar bloques de piedra caliza que pesaban toneladas.
Catedrales con techos de más de 30 metros de altura son comunes en Tierra Santa. Muchos de estos sitios religiosos contienen también bellas figuras adornando sus elevados techos. Además de mirar a catedrales que sacan a uno el aire, excursioné por aquaductos y anfiteatros proyectados a la perfección, y que permanecen en funcionamiento más de 2.000 años después de su construcción.
Mirar aquellas increíbles estructuras personalmente me ha proporcionado una perspectiva muy distinta acerca de la calidad y del arte manual. Esto me ha ayudado a entender que la excelencia se la debe medir en siglos, no tan solamente en décadas. Mismo la paciencia y el planeo que aquellas estructuras exigieron son extrañas a nuestro modo de pensar en el siglo XXI.
En nuestro llamado “mundo moderno” programas sofisticados de computadoras son desarrollados, tan solamente para tornarse obsoletos en pocos meses. Imagínese usted intentar de convencer a nuestros trabajadores a trabajar en la construcción de un edificio, ¡sin parar por los próximos 5, 10 o 20 años!
En Eclesiastés 3:14, el rey Salomón, quien exigió y dio ejemplo de excelencia, enseño: “Se que todo lo que Dios hace permanecerá para siempre; a esto nada se le puede agregar, y de esto nada se pode retirar. Dios así hace para que los hombres LO teman.”
En nuestro ambiente de trabajo, si deseamos que nuestros compañeros nos tengan en alta consideración, que nos “respeten”, ¿no haría sentido ver nuestro trabajo desde una perspectiva de largo plazo – quién sabe eterna? ¿Estás viviendo y realizando tu trabajo en la esperanza de que su impacto, o sea, su “producto”, venga a durar más de lo que unas pocas décadas?
La Biblia dice que fuimos creados a la imagen de Dios (Génesis 1:26-27). ¿Si esto es verdad, no deberíamos – como Dios – tener una perspectiva duradera, eterna con respecto al resultado de nuestras vidas?
En la próxima vez en que usted se prepare para trabajar sobre algún proyecto importante (cualquier que sea), antes de seleccionar los materiales a ser usados y decidir cual será su abordaje, intente de hacerse una pausa por tiempo suficiente para permitirse tener una visión de largo plazo. Pregúntese: ¿“Cómo puedo hacer con que esto dure por siglos, y no solamente por décadas?”
Alguien hizo una afirmación osada al decir que en este mundo tan solamente dos cosas van a durar para siempre: la Palabra de Dios y las personas.
Todo lo demás va a eventualmente deteriorarse y desaparecer. Si esta afirmación es verdadera, si usted quiere efectivamente ejercer un impacto que dure por siglos, quizás sea sabio invertir más de su tiempo buscando lo que beneficie y mejore la vida de las personas. En el libro de Juan 15:16 Jesucristo dijo: “...Yo os he escogido para que vayan y den fruto, fruto que permanezca...”
Adaptado, bajo permiso, de "Momentos de Integridad con Rick Boxx", un comentario semanal acerca de la integridad en el mundo de los negocios, a partir de la perspectiva cristiana. Traducción de Wesley y Aline Figueira.