En una investigación realizada por la Walker information en 2003, 30% de los trabajadores investigadores declararon lealtad y compromiso con sus empleadores. Walker conceptuó lealtad como siendo la expectativa de estar empleado en la misma organización por los próximos dos años.
Al leer sobre un “compromiso de apenas dos años”, lo que no parece ser un tiempo muy largo, me quedé pensando sobre la perspectiva actual de lealtad en nuestra sociedad.
En el inicio de mi carrera, después de la facultad al final de los años 70, la mayoría de las personas esperaban permanecer con el mismo empleador hasta jubilarse y a gran parte de las empresas les gustaría mantenerlos, siempre y cuando su performance fuera satisfactoria.
En los años 80, el panorama empresarial mudó drásticamente. Las tasas de impuestos y desempleo fueron a las nubes y los negocios, luchando para sobrevivir, de repente veían a las personas como pasivos en vez de activos.
La disminución maciza en el cuadro de funcionarios se tornó norma para la sociedad corporativa. Empleados que habían trabajado duro y satisfactoriamente a lo largo de los años se vieron repentinamente sin su empleo, a pesar de su “lealtad”. En medio de esos tiempos adversos, empleados estuvieron chocados al descubrir que sus empleadores no eran más ejemplo de lealtad, estimulando desconfianza, cuyo resultado fue la demostración de un decreciente sentido de lealtad a los empleadores.
El continuo “descarte” de empleados. Y aunque fueran los más productivos, causó gran turbulencia tanto para los trabajadores como para los patrones. Sintiéndose inseguros en sus empleos, muchos pasaron de una empresa para otra, aunque sea a cambio de pocas ganancias.
“Usted necesita cuidar de sí mismo” – argumentaban comprensiblemente. Los empleadores han visto partir a los mejores trabajadores para “pastos más verdes” a pesar de la substancial inversión de recursos para entrenarlos y mejorarlos.
Sin duda la buena administración implica actuar cuando alguien no desempeña sus funciones a la altura de las expectativas y necesidades de una organización.
Líderes eficientes sabrán lidiar con esos problemas individuales inmediatamente, tratando contornear las situaciones siempre que sea posible. Pero dejar de retener empleados de calidad, altamente productivos, puede ser devastador para una empresa.
Entonces, ¿cuál es la solución? Si usted es un empleador, dificultades en los negocios pueden exigir dispensas. Pero siempre que sea posible demuestre su lealtad a sus empleados.
Cree un ambiente seguro de trabajo, que demuestre cuan valiosos y apreciados son ellos. Como resultados, ellos serán también mas dedicados y leales a usted y menos propensos a buscar otro empleo.
La llamada “Regla de Oro”, “Así que, todas las cosas que quisierais que los hombres hiciesen con vosotros, así también haced vosotros con ellos” (Mateo 7:12), esto significa tratar a los otros como nos gustaría ser tratados. Lealtad genera lealtad.
Lealtad, o dicho de otra forma, fidelidad. Es un principio fundamental que encontramos repetidamente en la Biblia. Por ejemplo, en Salmos 145:13 leemos: “...Fiel es el Señor en todas sus promesas y leal en todo lo que hace..”. Dios es leal. Aunque el término específico lealtad no sea usado en la Biblia, él es bien ejemplificado. Dios demuestra Su lealtad a Sus hijos, amándonos incondicionalmente.
El nos hace responsables por nuestras acciones y nos da oportunidad de arrepentirnos, aún cuando merecemos consecuencias mucho peores.
Esta es la mayor razón para que la lealtad sea defendida y practicada en el mundo profesional y empresarial. Empleadores y empleados deben demostrar lealtad mutua, no solo porque eso tiene sentido en los negocios, sino también porque es la manera correcta de tratarnos unos a los otros.