
Dé Esperanza para Recibir Esperanza. Hechos 20:35
dice: Con mi ejemplo les he mostrado que es preciso trabajar duro para ayudar a los necesitados, recordando las palabras del Señor Jesús: “Hay más dicha en dar que en recibir”.
Jesús dijo que la felicidad viene cuando ayuda a otros. Esto es lo opuesto de lo que suponemos que es cierto. Pensamos que si nos enfocamos en nosotros mismos, trabajando diligentemente para procurar la felicidad, entonces finalmente la encontraremos.
Si ganamos dinero, coleccionamos suficientes posesiones, logramos suficientes metas, adelgazamos cierto número de libras o kilos, obtenemos cierta medida de reconocimiento, entonces, y solo entonces, seremos felices. Esto nos lleva a trabajar cada vez más duro para que un día logremos la felicidad.
Puedo decirle que hay muchas personas cansadas allá afuera. La búsqueda de la felicidad puede ser una aventura agotadora. Lo sé, porque lo viví durante mucho tiempo. Durante muchos años de mi vida, fui una cristiana miserable.
Amaba a Dios, pero pocas veces estaba feliz. No me tomaba mucho tiempo molestarme y arruinar mi día. Si el coche comenzaba a hacer un ruido raro, si Dave se iba a jugar golf en lugar de pasar la mañana del sábado conmigo, si uno de mis hijos discutía conmigo, si no terminaba las cosas de mi lista de pendientes; si cualquiera de estas cosas sucedía, renunciaba a toda esperanza de tener un buen día. Y entre más duro trabajaba, tratando de lograr la felicidad, más elusiva parecía ser.
Pero Dios me enseñó mucho durante esos días acerca de cómo disfrutar mi vida. Entre más estudiaba la Palabra, más veía que los pensamientos que estaba pensando, las palabras que estaba hablando y las actitudes que estaba abrazando tenían un impacto significativo en la vida que estaba viviendo. Aprendí que no tenía que ser controlada por mis sentimientos y mis emociones.
Con la ayuda de Dios podía vivir más allá de ellas y disfrutar la vida por la que Cristo murió para darme. He pasado muchos años escribiendo y enseñando principios de la Palabra de Dios sobre cada uno de esos temas, pero una de las cosas más simples y más poderosas que Dios me mostró es esta: Si queremos tener esperanza y felicidad, necesitamos dar esperanza y felicidad. Cuando usted quita sus ojos de sus problemas y busca ayudar a otros con sus problemas, es sorprendente lo que Dios va a hacer.
Cada vez que yo ponía mis frustraciones y necesidades a un lado y me concentraba en ayudar a alguien a mi alrededor, toda mi actitud cambiaba. En lugar de orar: “Dios, necesito esto…”, o: “Señor, ¿por qué no tengo eso?”, yo comenzaba a orar: “Dios, ¿cómo puedo ayudar a alguien hoy?”, y: “Señor, dame la oportunidad de suplir una necesidad”. Descubrí que hay un gozo inefable en ser usada por Dios para responder la oración de alguien más.
Probablemente ha notado lo mismo en su vida. Verdaderamente hay más dicha en dar que en recibir. Nunca va a ganar lo suficiente, cobrar lo suficiente o lograr lo suficiente para llenar el hueco de felicidad. La vanidad jamás se satisface. Pero en el momento en que deja de ver hacia adentro y comienza a ver hacia afuera, usted descubre una esperanza y una felicidad que jamás supo que existía. Como Gary Morsch y sus equipos de voluntarios, será “transformado en el acto de servir a otros”.
Pero en el momento en que deja de ver hacia adentro y comienza a ver hacia afuera, usted descubre una esperanza y una felicidad que jamás supo que existía. Le pido a Dios diariamente que me muestre a alguien al que pueda ayudar.
Algunas veces lo que Él me guía a hacer es algo grande, pero muchas veces es algo pequeño. Algunas veces parece casi imperceptible. Hoy vino un hombre a arreglar mi retrete, y cuando terminó me preguntó si podía hablar conmigo un momento.
Una vez que le dije que sí, prosiguió a contarme que tenía una esposa y cinco hijos y quería saber cuál de mis libros podría ser bueno para que él le se lo obsequiara a su esposa el Día de las Madres. Hablé con él un poco acerca de su familia y luego lo llevé a mis libreros personales y le dejé escoger dos de mis libros como un regalo a su esposa.
Solamente tomó unos minutos y no me costó nada a mí, pero significó mucho para él. De algún modo, creo que seré más feliz hoy gracias a ese pequeño acto de amabilidad. Lamento que me tomara tanto tiempo aprender este principio sorprendente, pero estoy agradecida de conocerlo ahora. ¡Podemos luchar en contra de la desesperanza todos los días de nuestra vida mediante acciones aleatorias de amabilidad!