
El Propósito de Dios es Claro
También ha puesto la eternidad en sus corazones. Eclesiastés 3:11
Un misionero y estudioso llamado Don Richardson escribió un libro galardonado llamado "La Eternidad en sus Corazones", basado en Eclesiastés 3:11. Presentó más de veinticinco ejemplos de misioneros de todo el mundo que descubrieron culturas completamente aisladas del cristianismo, pero en las cuales existían vestigios de verdad acerca de Dios.
Las personas estaban buscando a Dios, de hecho, tenían hambre de Dios, ya que el conocimiento acerca de Él se había transmitido en su cultura durante generaciones. Llevarlos a Cristo requería poco más que explicarles cómo el Dios que habían estado buscando había venido a la tierra en la persona de Cristo para salvarlos de sus pecados.
Richardson planteó la idea de que cada ser humano lleva la eternidad en su corazón, y que ganar personas para Cristo es cuestión de descubrir qué parte de la eternidad les resulta familiar y conectar los puntos hacia Cristo.
Dios ha puesto algo en nuestros corazones: un gusto o anhelo por la eternidad que no puede ser satisfecho a través de las experiencias de la vida. Siempre habrá un anhelo dentro de nosotros por algo más de lo que hemos experimentado hasta que conozcamos a Dios personalmente.
Incluso después de que llegamos a conocer a Cristo, seguirá habiendo un anhelo, porque la Biblia dice que toda la creación está gimiendo, esperando el día de la redención (Romanos 8:22). El planeta Tierra no fue diseñado para llevar la maldición del pecado, y no fuimos creados para vivir con una naturaleza pecaminosa. Nunca encontraremos una satisfacción definitiva en esta vida porque fuimos hechos para la eternidad.
C. S. Lewis, en su clásico "Mero Cristianismo", lo expresó de esta manera:
Las criaturas no nacen con deseos a menos que exista una satisfacción para esos deseos. Un bebé siente hambre; bueno, existe algo llamado comida. Un patito quiere nadar; bueno, existe algo llamado agua. Los hombres sienten deseo sexual; bueno, existe algo llamado sexo.
Si encuentro en mí mismo un deseo que ninguna experiencia en este mundo puede satisfacer, la explicación más probable es que fui hecho para otro mundo.
Si ninguno de mis placeres terrenales lo satisface, eso no prueba que el universo sea un engaño. Probablemente, los placeres terrenales nunca fueron destinados a satisfacerlo, sino solo para despertarlo, para sugerir la verdadera realidad.
Me pregunto si San Agustín tenía en mente Eclesiastés 3:11 cuando escribió: "Nos has creado para ti, y nuestro corazón está inquieto hasta que descanse en ti".
Eso lo dice de manera concisa. La inquietud que vemos en nuestro mundo y en nuestros propios corazones nos dice que no hemos encontrado nuestro descanso completamente en Dios. Y no experimentaremos ese descanso por completo hasta que entremos en el reino para el cual fuimos creados: la eternidad.