
Equilibrio Espiritual
Sed sobrios, y velad; porque vuestro adversario el diablo, como león rugiente, anda alrededor buscando a quien devorar. 1 Pedro 5:8
Las personas definitivamente pueden desequilibrarse al hacer demasiado de una cosa u otra, y cuando eso sucede, se abre una puerta al diablo, como vemos en este versículo. Incluso los hábitos alimenticios desequilibrados pueden abrir una puerta para la mala salud.
La Palabra de Dios nos instruye a hacer todas las cosas con moderación (1 Corintios 9:25). Hemos escuchado toda nuestra vida, desde la niñez, que necesitamos una dieta equilibrada: abundante proteína buena, variedad de frutas, verduras, semillas, nueces y granos, y mucha agua.
Finalmente, habrá un precio que pagar si no obedecemos las leyes naturales. Hoy, podemos tomar vitaminas y otros suplementos alimenticios para ayudar a compensar algunos de los nutrientes faltantes en nuestra dieta, pero el equilibrio es vital.
Recuerdo cuando a mi hijo menor no le gustaban las verduras. Podía comer habichuelas enlatadas si lo obligábamos, pero eso era todo. Le decía todo el tiempo: “Daniel, necesitas comer verduras. Estás dejando de lado todo un grupo alimenticio que tiene cosas que necesitas. Dios no las hubiera puesto allí si no las necesitáramos”.
Es asombroso a cuántas personas no les gusta beber agua y simplemente no lo hacen, siendo que es muy importante para una salud duradera. Con frecuencia tales gustos o disgustos son evidencia de una cierta mentalidad, y hasta que no cambien de parecer, la situación no mejorará.
Una de mis buenas amigas creció en una situación familiar en la que la mesa de la cena era donde la familia se reunía para discutir. Por lo que creció odiando los tiempos de comida familiar. Comió una gran cantidad de comida chatarra en sus últimos años de adolescencia y sus primeros años como adulta joven. Ella lo hacía en parte así porque no quería planear comidas adecuadas.
Ella no disfrutaba pensar en la preparación de los alimentos, así que cuando le daba hambre, tomaba lo que fuera rápido. Al crecer, comenzó a caer en cuenta de que probablemente necesitaba hacer algo para cambiar sus hábitos alimenticios, pero todavía sentía que no podía molestarse en planear con antelación si de comida se trataba.
Entonces, tuvo un tiempo de enfermedad en su vida y, en cierto punto, fue lo bastante severo como para asustarla. Fue cuando ella decidió que tenía que hacer algo con su dieta. Fue verdaderamente asombroso lo rápido que cambió una vez que tomó una decisión de calidad.
Este mismo principio funciona en cualquier cosa. La gente que piensa que no puede ejercitarse descubre que pueden hacerlo si decide hacerlo y mantenerse en su decisión. La gente que ha tenido un problema de por vida con frecuencia descubren, a través de la enseñanza de la Palabra de Dios, que muchos de sus problemas están vinculados con la manera de pensar equivocada.
Podemos vivir vidas equilibradas. Sin equilibrio las cosas se vuelven disparejas: hay demasiado de una cosa y no hay suficiente de la otra. La enfermedad física, los problemas de relación y la pérdida del gozo pueden ser todos resultado de una vida desequilibrada.
La naturaleza humana sin el Espíritu Santo tiende a irse a los extremos y, si se le deja sin restricciones, puede llevar a problemas importantes. Necesitamos el fruto del dominio propio en nuestra vida
(Gálatas 5:22–23) para que podamos ser guiados por el Espíritu y no por nuestros antojos y deseos extremos.