
La Paciencia
En ninguna parte de las Escrituras encontramos que Dios dice que debamos apresurarnos a tomar una decisión. Él no opera de esa forma. Todo el que está vinculado con el mundo de las finanzas sabe que el éxito no se basa en las decisiones instantáneas.
Si bien puede haber momentos cuando se hace necesario oír su voz con premura, Dios nunca nos pide que actuemos ciega y apresuradamente. Es posible que tengamos que dar pasos veloces, pero podemos darlos de acuerdo con la voluntad de Dios, sin apresuramiento ante una situación dada.
Satanás siempre insta a actuar de inmediato, porque sabe que si decidimos retroceder y pensar bien las cosas, seguramente reconsideraremos nuestra actitud. ¿Cuántas personas han tomado decisiones que han tenido que lamentar el resto de su vida? El Salmo 27.14 nos exhorta: «Aguarda a Jehová; esfuérzate, y aliéntese tu corazón; sí, espera a Jehová».
El Salmo 62.5: «Alma mía, en Dios solamente reposa, porque de Él es mi esperanza». Si sentimos un irresistible impulso a actuar espontáneamente, es mejor que nos detengamos a considerar. A Dios le interesa tener todos los detalles en regla.
El rey Saúl fue uno de los que perdieron su trono por haber actuado apresuradamente. Elegido por el Señor para ser rey sobre Israel, el profeta Samuel le indicó que debía esperar en Gilgal. «Espera siete días, hasta que yo venga a ti y te enseñe lo que has de hacer» (1 Samuel 10.8).
Llegó el séptimo día y Samuel todavía no había vuelto. Con un ejército filisteo hostil hostigándolo, Saúl decidió tomar en sus propias manos las riendas de la situación, y preparó sacrificios para invocar el favor del Señor.
Apenas realizado el sacrificio, apareció Samuel. Saúl ofreció unas pobres excusas, pero su imprudencia lo descalificó para disfrutar de un reinado prolongado y pacífico. El pretender adelantarnos a Dios es un error terrible, y las consecuencias son siempre desagradables.
Por otra parte, Nehemías, copero del rey persa Artajerjes, esperó pacientemente el momento oportuno de Dios, con resultados gloriosos. Habiendo oído por boca de exiliados que habían vivido en la Judá ocupada que los muros de Jerusalén estaban en ruinas, un apesadumbrado Nehemías se sentó y lloró e hizo duelo por algunos días, y ayunó y oró «delante del Dios de los cielos» (Nehemías 1.4).
Más que apresurarse a entrar en acción, Nehemías esperó ante Dios. En efecto, rogó al Señor durante un período de cuatro meses, hasta que un día el propio rey le preguntó por qué tenía ese aspecto decaído. Nehemías explicó la situación, y en el lapso de unos días, estaba camino a Jerusalén con la aprobación del rey y con todos los materiales de construcción necesarios. Nehemías esperó hasta que el Señor ubicó en su lugar todos los detalles y luego procedió.