
La verdad y el Amor
Juan le respondió diciendo: Maestro, hemos visto a uno que en tu nombre echaba fuera demonios, pero él no nos sigue; y se lo prohibimos, porque no nos seguía. MARCOS 9.38
El apóstol Juan siempre estuvo dedicado a la verdad y, por supuesto, no hay nada de malo en eso, pero no es suficiente. El celo por la verdad debe estar equilibrado por el amor por las personas. La verdad sin el amor carece de bondad; es brutalidad. Por otro lado, el amor sin la verdad no tiene carácter; no es más que hipocresía.
Muchas personas están tan fuera de equilibrio como lo estaba Juan, solo que en la otra dirección. Ponen mucho énfasis en el punto de apoyo en que gira el amor. Algunos son meramente ignorantes; otros están engañados; e incluso a otros simplemente no les interesa lo que es la verdad.
En cada caso, la verdad se pierde y todos quedan en su error, envueltos en un sentimentalismo frívolo y tolerante, lo que no es otra cosa que un pobre sustituto del amor. Hablan mucho de amor y tolerancia, pero carecen totalmente de cualquiera preocupación por la verdad.
Por lo tanto, aun el «amor» de que hablan es un amor manchado, contaminado. El verdadero amor «no se goza de la injusticia, mas se goza de la verdad» (1 Corintios 13.6). Por el otro lado, hay muchos que tienen la teología correcta, conocen la doctrina pero carecen de amor y son jactanciosos. Para ellos, la verdad consta de hechos fríos, rígidos y faltos de atractivo. Su falta de amor paraliza el poder de la verdad que profesan venerar.
La persona verdaderamente piadosa debe cultivar ambas virtudes en proporciones iguales. Si desea algo en su santificación, desee esto. Si busca algo en el reino espiritual, busque un equilibrio perfecto de verdad y amor. Conozca la verdad y apóyela en el amor.