
Entonces Pilato se lo entregó para que lo crucificaran,y los soldados se lo llevaron [a Jesús].Juan 19:16
Jesús estuvo agonizando durante toda la noche. Por la mañana temprano estuvo en la casa de Caifás, de allí lo llevaron ante Pilato, de Pilato a Herodes, de Herodes de nuevo a Pilato.
No le permitieron comer, beber ni descansar, así que a esas alturas le quedaban muy pocas fuerzas. Sus enemigos estaban sedientos de sangre, por eso lo condujeron a la muerte obligándolo a cargar su propia cruz.
¡Qué procesión tan penosa! No nos sorprende que las «hijas de Jerusalén» (Lucas 23:28) lloraran por él. Amado hermano, ¿lloras tú también por él?
¿Qué aprendemos de esta escena de nuestro bendito Señor cuando es conducido a su muerte? ¿Reconocemos la verdad prefigurada por «los dos machos cabríos» (Levítico 16:8)? ¿Acaso el sumo sacerdote no «le impondrá las manos sobre la cabeza.
Confesará entonces todas las iniquidades y transgresiones de los israelitas, cualesquiera que hayan sido sus pecados. Así el macho cabrío cargará con ellos» (Levítico 16:21) quitando así el pecado del pueblo?
¿No era luego el macho cabrío «enviado al desierto por medio de un hombre designado para esto» (v. 21), llevándose el pecado del pueblo de manera que si lo buscaban no lo podían hallar?
Del mismo modo vemos que ahora llevan a Jesús ante los sacerdotes y los gobernantes que lo declaran culpable. Dios mismo le imputa nuestros pecados, le carga a su cuenta nuestros errores, porque «el SEÑOR hizo recaer sobre él la iniquidad de todos nosotros» (Isaías 53:6).
«Cristo nunca pecó. Pero Dios lo trató como si hubiera pecado, para declararnos inocentes» (2 Corintios 5:21, TLA), fue un sustituto por nuestra culpa. Sobre sus hombros cargó con nuestros pecados, representados por su cruz, y son unos oficiales de justicia designados los que llevan preso al gran Macho cabrío expiatorio.
Amado hermano, ¿tienes la certeza de que él ha llevado tu pecado? Cuando ves la cruz sobre sus hombros, ¿ves tus pecados representados en esta? Hay una manera de estar seguros de que él cargó con tu pecado.
Si has puesto tu mano sobre su cabeza, y confesado tu pecado, si has confiado en él, entonces tu pecado ya no habita en ti sino que se transfirió a Cristo por la bendita imputación.
Y él lleva tu pecado sobre sus hombros como un peso mucho mayor que el de la cruz. No permitas que esta imagen se aparte de tu mente hasta que te hayas regocijado en tu propia liberación y hayas alabado al divino Redentor sobre quien fueron depositadas todas tus iniquidades.