
Romanos 12:1-2. Por lo tanto, amados hermanos, les ruego que entreguen su cuerpo a Dios por todo lo que él ha hecho a favor de ustedes.
Que sea un sacrificio vivo y santo, la clase de sacrificio que a él le agrada. Esa es la verdadera forma de adorarlo. No imiten las conductas ni las costumbres de este mundo, más bien dejen que Dios los transforme en personas nuevas al cambiarles la manera de pensar. Entonces aprenderán a conocer la voluntad de Dios para ustedes, la cual es buena, agradable y perfecta.
2 Corintios 10:5. Destruimos todo obstáculo de arrogancia que impide que la gente conozca a Dios. Capturamos los pensamientos rebeldes y enseñamos a las personas a obedecer a Cristo.
Le ha entregado su ansiedad a Dios sólo para descubrir que una hora después el peso de su preocupación está de nuevo sobre sus hombros? ¿Le pide a Dios que le ayude a controlar su genio, pero aún así estalla? ¿Ha orado contra la lascivia e incluso se ha declarado muerto a los impulsos pecaminosos sólo para verse luchando de nuevo con la pornografía?
Jesús contó una historia que ilustra el principio más importante para romper un hábito pecaminoso. Cuando en un hombre habita un espíritu malo, y luego este demonio es expulsado, éste deambula por lugares secos en busca de reposo.
Al no encontrar ninguno, decide regresar al hombre del que salió. Para dicha suya, el demonio ve que su morada original está vacía. Y entonces busca a otros siete espíritus peores que él para ir y vivir con él. Lamentablemente, el hombre, que hacía poco danzaba de alegría, quedó peor de lo que había estado antes (Lc. 11:24-26).
¿Por qué fracasó este hombre en su búsqueda de libertad? Porque no entendió el principio de la sustitución. Ninguno de nosotros puede vencer el mal simplemente renunciando a él.
Antes bien, debemos sustituir lo que está mal con algo bueno. Los hábitos pecaminosos no pueden romperse sin sustituirlos con los correctos. Ensaye este sencillo experimento: piense en el número ocho. ¿Ya lo ha visualizado? Si es así, entonces use su fuerza de voluntad para dejar de pensar ahora mismo en el número ocho.
¿Pudo hacerlo? Claro que no. ¿Puede usted, por su pura fuerza de voluntad, dejar de pensar en el número ocho? De ninguna manera. Tratar de sacarlo de su cabeza en realidad lo lleva a enfocarse más en él.
Aunque no podemos dejar de pensar en ese número por pura resistencia, podemos sacarlo fácilmente de nuestra mente. Este es el truco: piense en algunos datos informativos que recuerde acerca de su madre cuando era pequeño.
Recuerde su lugar en la familia, y si todavía mantiene lazos con ellos o no. Concéntrese en la información nueva y dejará de pensar en el número ocho.
Usted puede manejar los patrones de pensamiento de la misma manera. El miedo, la lascivia, la codicia, la ira, todos pueden ser expulsados de la mente si dirige sus pensamientos hacia las Escrituras. La libertad viene cuando llena su mente de los pensamientos de Dios.
Conocemos a un hombre joven cuya esposa murió de cáncer. Ella sufrió mucho durante las últimas semanas de su vida. Con todo, ella y su esposo pudieron aceptar esta tragedia sin amargura y sin rastro alguno de autocompasión.
Le preguntamos: «¿Por qué tú y tu esposa fueron capaces de aceptar esto tan bien? ¿No se sintieron alguna vez resentidos y enojados con Dios?». Esto respondió: «Sí, tuvimos momentos así.
Pero cuando venían, le leía a mi esposa las Escrituras. Entonces compramos el Nuevo Testamento completo en discos compactos, y los pusimos en casa a toda hora». Ese fue el secreto: expulsar los pensamientos de enojo y ansiedad llenando la mente con la Palabra de Dios.
¿Cuál es la mejor forma de sacar el aire de una botella? Tal vez alguien nos sugiera construir una sofisticada aspiradora para extraer el aire. Pero hay una solución más simple. Si llenamos la botella de agua, el aire está obligado a salir.
Si desea desvanecer el poder del pecado, tiene que reemplazar sus patrones de pensamientos negativos con pensamientos de la Palabra de Dios. Cada tentación, vicio, o motivo siniestro llega a usted a través de sus pensamientos, los cuales deben ser puestos bajo el control del Espíritu Santo.
La diferencia entre la mundanalidad y la piedad es una mente renovada. Este viejo adagio lo dice claramente: Usted no es lo que piensa que es, pero aquello que usted piensa, ¡eso es usted!
Permítanos sugerirle empezar ahora mismo:
Empiece identificando los pensamientos extraños que quiere reemplazar. Debe mencionar las fantasías, las imaginaciones y las actitudes de las que quiere deshacerse. Decir «quiero ser un mejor cristiano» o «quiero ser una persona más feliz» no funcionará.
Hablar en términos generales no servirá en este caso. Busque en seguida un pasaje bíblico que se aplique específicamente a su tentación en particular. Puede hacerlo con ayuda de una concordancia, o encontrar los pasajes a medida que va leyendo la Palabra de Dios.
Luego, declarar la guerra en su vida mental significa que debe consagrar tiempo cada mañana a empezar su ataque ofensivo. Le sugerimos un mínimo de 20 minutos. Meditar y memorizar las Escrituras precisa de esfuerzo.
Nada que valga la pena se logra sin esfuerzo. Y junto con esta disciplina viene la necesidad de acercarse a Dios con fe, y de crecer en su amor por Él y en su confianza en Él.
Durante el día, aprenda a obedecer las primeras indicaciones del Espíritu Santo. Si su tentación es consentir fantasías sensuales, confronte de inmediato esos pensamientos.
Cada uno de nosotros sabe cuándo dejamos que nuestra mente traspase la línea invisible hacia terreno prohibido. En el momento que esto sucede, sentimos que estamos violando la pureza que el Espíritu Santo desea en nosotros.
Ese es el momento de decir: «En el nombre de Jesús rechazo esos pensamientos». Y en seguida cite pasajes de las Escrituras que haya aprendido para enfrentar esa tentación. Con el tiempo, irá creciendo en su corazón la sensibilidad a la convicción del Espíritu Santo.
Use su tentación como un sistema de alarma, como una señal de que ha llegado el momento para alabar a Dios. Si por ejemplo usted teme al cáncer (y puesto que uno de cada cuatro personas en los Estados Unidos padecerá algún tipo de cáncer, sus temores pueden tener una base estadística), use ese temor como una oportunidad para glorificar a Dios.
Cite Romanos 8:35-39 o lea los Salmos 103, 144, o 145. Entonces dé gracias a Dios por todas las bendiciones que tiene en Cristo. Dele gracias por el perdón, por su soberanía, por su poder, y por su amor. De esa manera, su piedra de tropiezo se convertirá en un peldaño. Estará alabando en lugar de estar quejándose.
¿Cuánto tiempo necesita la mente para ser renovada? Eso depende. Algunos cristianos que aplican estos principios notan mejorías en una semana.
Otros, que han estado sumergidos en pecado durante décadas, pueden necesitar meses antes de poder decir «¡Soy libre!». Y, por supuesto, nadie alcanza la perfección.
Cuanto más meditemos en la Palabra, más claramente veremos nuevas áreas de nuestra vida que necesitan ser cambiadas. Los motivos sutiles suelen salir a flote solo después de una prolongada exposición a la luz de la Palabra de Dios.
Así que empiece ahora mismo. Reemplace sus pensamientos pecaminosos con pensamientos de la Palabra de Dios. Una mente renovada es la puerta a una vida renovada.
Reflexión y cambio personal
1. Lea de nuevo la historia que contó Jesús acerca del hombre con un demonio. ¿Qué quería explicar Él con esta historia?
2. Explique el principio de la sustitución. ¿Cómo se aplica a la hora de romper con hábitos pecaminosos?
3. ¿De qué manera la lectura de la Palabra de Dios desvanece el poder del pecado? ¿Cómo nos ayuda el Espíritu Santo en este proceso?
4. Considere la afirmación: «La diferencia entre la piedad y la mundanalidad es una mente renovada». ¿Qué tan importante es para nosotros nutrirnos diariamente de la verdad de la Palabra de Dios? ¿Por qué puede la memorización de las Escrituras ser un método eficaz para atesorar en su mente los pensamientos de Dios?
5. Este capítulo presenta un método en cuatro pasos para renovar nuestra mente. Revise estos pasos. ¿Está preparado para tomarlos e invertir el esfuerzo y la disciplina necesarios para renovar su mente?
6. Versículos adicionales para memorizar: Salmo 19:12-14; Filipenses 4:8.