El rey David enfrento la traicion a traves de un inesperado golpe de estado
La traición.
Del amigo al amigo. Del esposo a la esposa. Del hijo a su padre.
Quizás no hay nada en la experiencia humana que sea más traumático o doloroso, que el perderle la confianza a alguien que uno ama. Si usted ha sido víctima de una traición, o tal vez ha sido el autor de tal acción, sabe muy bien el dolor y la angustia que eso provoca. También sabe lo difícil que resulta volver a confiar, incluso en Dios, después de lo sucedido.
Sin embargo, hay una manera de superar esto, por lo que enseña la Biblia sobre la vida de una de los personajes más laureados y al mismo tiempo más trágicos: David, quien experimentó el ser traicionado, y que también traicionó a otros. Su falsedad al cometer adulterio con Betsabé, y luego maquinar la muerte de su esposo Urías en el campo de batalla, dio como resultado una horrible profecía por parte de Natán.
"Así ha dicho Jehová: He aquí yo haré levantar el mal sobre ti de tu misma casa" (2 S 12.11). David vio las terribles consecuencias de su pecado a través de sus hijos mayores, primero en Amnón, quien violó a su hermana Tamar; y luego en Absalón, quien mató a Amnón en venganza. Los hermanos cometieron los delitos de fornicación y homicidio, así como lo había hecho el padre antes que ellos. Una historia triste, en verdad, pero aún no había sucedido lo peor.
Con la muerte de Amnón, Absalón no sólo vengó la violación de su hermano, sino que también aseguró para sí el derecho a ser el sucesor del trono de su padre. Después huyó a Gesur por tres años, pero el rey David "comenzó a sentir grandes deseos de ver a Absalón" (2 S 13.39 NVI). Joab, sobrino de David y comandante de su ejército, sabía esto, y finalmente planeó el regreso del proscrito príncipe a Jerusalén. Sin embargo, el padre y el hijo no se vieron sino después de dos años, ya que David, que se debatía entre la irritación y el amor, se negaba a ver a su hijo.
Finalmente, ante la insistencia de Absalón, y con la ayuda de Joab, David llamó a su hijo. Segundo de Samuel 14.33 describe la escena: "Absalón… vino al rey, e inclinó su rostro a tierra delante del rey; y el rey besó a Absalón". Pero fue una reconciliación a medias. Absalón fue plenamente perdonado y restaurado, pero David no le exigió que mostrara verdadero arrepentimiento por su acción.
Lo que hizo fue expresar su perdón y autorizar la integración de Absalón a la familia real. Sin embargo, por haber evadido el problema del arrepentimiento, David preparó el escenario para la nueva gran traición de su hijo, y para algunos de los días más sombríos de su propia vida.
El error de David fue no insistir en que Absalón se humillara verdaderamente. Debido a esa falta, el rey fue también responsable al haber dejado la puerta abierta a la influencia del orgullo en la vida de su hijo. Absalón, valiéndose de su atractivo físico y de la debilidad que había en el sistema legal de su padre, aprovechó la oportunidad y así "robó el corazón de los hombres de Israel" (2 S 14.25; 15.4-6 LBLA).
Después de cuatro años, Absalón había preparado al pueblo para un golpe de estado. Fue a Hebrón y se proclamó a sí mismo rey. ¿Cuál fue la reacción de David? "Entonces David dijo a todos sus siervos que estaban con él en Jerusalén: Levantaos y huyamos, porque no podremos escapar delante de Absalón; daos prisa a partir, no sea que apresurándose él nos alcance, y arroje el mal sobre nosotros, y hiera la ciudad a filo de espada" (2 S 15.14).
David y sus oficiales escaparon a "los vados del desierto" (2 S 15.28) al otro lado del Jordán, en las cercanías de Gilgal. Se cree que David escribió allí el Salmo 3. Algunos comentaristas de la Biblia piensan que lo escribió mientras pasaba por el monte de los Olivos, llorando y lamentándose, con las ropas rotas y el polvo sobre la cabeza1. Las palabras del salmo, de una cruda vulnerabilidad y de una ilusionada esperanza, nos proporcionan un modelo de cómo reaccionar cuando tratamos las heridas de la traición.
"¡Oh Jehová, cuánto se han multiplicado mis adversarios! Muchos son los que se levantan contra mí. Muchos son los que dicen de mí: No hay para él salvación en Dios" (vv. 1, 2).
Muchos consideraban insalvables la situación de David, y aun el rey cita aquí a estos pesimistas, indicando la falta de confianza que tenían estas personas en el Señor. Pero lo que David está haciendo aquí es expresar, de una manera tajante, la realidad de su situación física en ese momento. Le estaba diciendo a Dios, muy literalmente, cómo estaba y lo malas que eran sus circunstancias. Sin embargo, esto sería el fin del pesimismo de David.
"Mas tú, Jehová, eres escudo alrededor de mí; mi gloria, y el que levanta mi cabeza. Con mi voz clamé a Jehová, y él me respondió desde su monte santo" (vv. 3, 4).
David proclama ahora su confianza en Dios. Habla de quién es el Señor, y describe su posición espiritual como de total protección. Además, se regocija en el hecho de que el Señor no sólo escuchó su clamor, sino que también le respondió. Después de esto, el rey concreta:
"Yo me acosté y dormí, y desperté, porque Jehová me sustentaba. No temeré a diez millares de gente, que pusieren sitio contra mí" (vv. 5, 6).
David hace aquí una declaración positiva y premeditada de su fe. Como resultado de su seguridad espiritual, es capaz de acostarse y descansar sin ningún temor. Aunque está alerta de quienes le rodean, puede dormir, reconociendo que el Señor está vigilante y protegiéndole. Esto le da paz a David, y le permite orar sin reservas por su necesidad.
"Levántate, Jehová; sálvame, Dios mío; porque tú heriste a todos mis enemigos en la mejilla; los dientes de los perversos quebrantaste. La salvación es de Jehová; sobre tu pueblo sea tu bendición" (vv. 7, 8).
Ésta es la oración de confianza de David. Pide acción concreta de parte de Dios, y afirma su poder para salvar. Por último, el rey proclama la salvación del Señor, y su capacidad de derramar bendiciones sobre aquellos que creen en Él.
Con sólo ocho versículos, David nos recuerda que aunque hayamos sido heridos, Dios nos dará descanso y sanará nuestro dolor, si confiamos en Él. Podemos lograrlo cuando: 1) reconocemos nuestra situación presente; 2) declaramos quién es Dios, y dónde nos encontramos en nuestra relación con Él; 3) hacemos algo específico para demostrar nuestra confianza, y 4) oramos por nuestra necesidad y proclamamos al mismo tiempo su poder para salvarnos.
La historia de la traición de David no tiene un final feliz. Aunque fue restaurado como rey, fue a costa de la vida de Absalón (2 S 18). Es posible que la traición que usted experimento tampoco termine bien, ya que sus consecuencias pueden ser duras. Pero usted podrá enfrentar lo que sea, sabiendo que Dios estará con usted, oirá su necesidad y responderá de acuerdo con su voluntad. Así como su presencia, su protección y su compasión son constantes, su amor por usted es eterno y totalmente digno de su confianza.
1 Comentario de Adam Clarke, y Comentario de Matthew Henry sobre toda la Biblia, www.studylight.org