“Porque nuestra gloria es ésta: el testimonio de nuestra conciencia, que con sencillez y sinceridad de Dios, no con sabiduría humana, sino con la gracia de Dios, nos hemos conducido en el mundo, y mucho más con vosotros.” Junto a la salvación de Dios, el consuelo de un hombre debería venir del testimonio de su propia conciencia.
Y para un ministro, qué testimonio deber ser saber que ha predicado el evangelio con sencillez. Eso significa predicar sin doble sentido, diciendo una cosa pero queriendo significar otra. Quiere decir predicar el evangelio sin dobleces, con un corazón íntegro, buscando la gloria de Dios y la salvación de los hombres.
Y qué bendición haber predicado con sencillez, es decir, sin palabras complicadas, sin frases lustrosas, sin esforzarse por lucir la oratoria. Qué tristeza que un ministro profane el púlpito a favor de la elocuencia.
Que desesperación sentiría en su lecho de muerte cuando recuerde que hizo exhibición de sus poderes de oratoria en lugar de exponer las verdades sólidas que hacen que las almas se salven. La conciencia tranquila es aquella que puede decir que ha expresado con sencillez la verdad de Dios.
El apóstol también decía que había predicado el evangelio con sinceridad, es decir, que había predicado la verdad afirmándola, sintiéndola, de tal manera que nadie podía haberlo acusado de falsedad. La palabra griega para “sinceridad” tiene que ver con la luz del sol, y el verdadero ministro de Dios es aquel que predica lo que quiere que se exponga al sol, o aquel a quien la luz del sol atraviesa.
Me temo que ningún ministro es totalmente transparente, todos tenemos algo de color, pero bienaventurado es el ministro que se esfuerza por librarse de la mayor cantidad posible de color para que la luz lo atraviese completamente, tan limpia como viene del Sol de justicia. Pablo había predicado con sencillez y sinceridad. Y agrega: “No con sabiduría humana.” He escuchado muchas historias de lo que puede llegar a hacer una sabiduría carnal.
Algunos reducen las Escrituras a un libro de mitos absurdos, otros dicen que hay cosas buenas en la Biblia pero que también hay muchos errores, y otros no creen en la inspiración de la Biblia. ¡Es muy lamentable que la iglesia haya llegado a ese punto! ¡Con cuánta determinación deberíamos rechazar la sabiduría carnal!
Me temo que cuando escuchamos a un ministro, nos gusta que su presentación sea excelente y nos molesta que no demuestre cierto grado de talento. Me pregunto si esto no es un pecado. Me siento inclinado a pensar que lo es. Creo que cada día deberíamos mirar menos al talento y más al contenido del evangelio que se predica.
Si un ministro es bendecido con una oratoria elocuente, ¿seremos más beneficiados por eso o aumenta nuestra debilidad? Siempre me pregunto si debiéramos volver a los días de los pescadores y no darles ninguna preparación académica a nuestros ministros.
Tal vez tendríamos que enviar a nuestros ministros a predicar la sencilla verdad en lugar de darles toda clase de preparación que no les es verdaderamente útil sino que los ayuda a pervertir la simplicidad de Dios. Me gusta esta frase de la Biblia: “No con sabiduría humana”.
Y ahora afirmo delante de mi iglesia, y pongo a mi conciencia por testigo, afirmo aquello de lo cual se enorgullece el apóstol. He predicado el evangelio con sencillez. No sé predicarlo con más sencillez u honestidad. Le he predicado con sinceridad, el que escudriña los corazones lo sabe. Y no he predicado con sabiduría propia, y eso por una razón excelente, y es porque me he visto obligado a limitarme al simple testimonio del Señor por la gracia de Dios.
Si se ha logrado algún éxito, ha sido todo obra de la gracia. “Y mucho más con vosotros”. He advertido, instado, exhortado, suplicado, llorado y orado. Para algunos miembros de mi iglesia he sido un padre espiritual en Cristo, para muchos he sido un maestro y edificador en el evangelio, y espero que para todos haya sido un amigo sincero en Cristo Jesús. Por eso he pedido sus oraciones, las de ellos más que de ninguna otra persona. Recuerde esta frase: “Y mucho más con vosotros” al considerar a sus ministros en sus oraciones. ¡Siga orando por ellos!
¿Ya es salva toda la congregación? Suplique a Dios por los inconversos. ¿Hay algunos corazones de piedra que siguen sin quebrantarse? Pida a Dios que ponga a funcionar el martillo. Y mientras haya algunos corazones duros, ore a Dios para que haga de su Palabra un fuego. Ore por sus ministros para que Dios les dé poder.
La iglesia todavía necesita más de la potente voz de Dios para despertarla de su sueño. Pida a Dios que bendiga a todos los siervos que ha enviado. Implórele, ungido de energía divina, para que venga su reino y se haga su voluntad, como en el cielo, así también en la tierra.
Tomado del libro: El poder de la oración en la vida del creyente.
El derecho de todo Ministro Cristiano
La palabra griega para sinceridad tiene que ver con la luz del sol, y el verdadero ministro de Dios es aquel que predica lo que quiere que se exponga al sol, o aquel a quien la luz del sol atraviesa.