Mi amigo Richard es un devoto y consagrado pastor nazareno, recibido de un seminario. Actualmente, estamos bastante de acuerdo, pero al principio él estaba completamente impactado y ofendido ante la idea de que personas proféticas pudiesen no estar correctas en alguna de sus doctrinas. Qué lástima, Richard - le respondí. - Lamento que te sientas así.
Richard aplicaba una fácil pero inadecuada ecuación para juzgar los dones espirituales. Él pensaba que un hombre con un historial de profecías acertadas también tenía que ser especialmente santo y sano bíblicamente, en la mayoría de las áreas doctrinales. Yo no estaba de acuerdo.
Él no tenía experiencia con personas con el don de profecía, aunque tenía sus teorías claramente elaboradas. Yo tenía mucha experiencia cm personas proféticas y estaba recibiendo constante educación, a pesar de muchas de mis viejas teorías. Sí, las personas proféticas tienen que ser claras en las doctrinas básicas, tales como la persona y obra de Cristo, y el lugar de las Escrituras. Pero en asuntos menores de doctrina, puede que estén desinformados.
Una de las cosas más sorprendentes y esclarecedoras que compartí con algunos pastores evangélicos conservadores es que hay personas con dones válidos del Espíritu pero que siguen siendo carnales. Esto desafía la idea común de que, a mayor verdad, sabiduría y carácter, el resultado será mayor poder.
Muchos piensan que solamente los hombres maduros y piadosos son los usados por Dios en las demostraciones de poder, pero existen muchas excepciones. Lo que siempre sorprende, tanto a pastores carismáticos como a los no carismáticos, es que la gente pueda expresar los dones del Espíritu y seguir teniendo cosas sin resolver en sus propias vidas.
Muchos líderes han supuesto que si hay una pequeña hendidura en la doctrina, sabiduría o carácter de una persona, es una prueba positiva que los dones y poder en sus ministerios no provienen de Dios.
Otra suposición errónea es la que se origina en la forma en que se ve la primera carta de Pablo a los corintios. Como en esa carta se dan muchas instrucciones acerca de la carnalidad, así como la mayoría de las instrucciones de Pablo sobre los dones espirituales, hay personas que suponen que la carnalidad debe ser la causa del énfasis en los dones espirituales; o viceversa, que los dones espirituales originaron la carnalidad. Existen un par de cosas equivocadas en esa conclusión.
Antes que nada, está basada en una suposición incorrecta. Los dones espirituales no siempre comprueban que invalidan la carnalidad. No hay ninguna sugerencia en 1 Corintios que invalide los dones por usarlos de manera indebida. A pesar de que los corintios abusaron de ciertos dones, Pablo continúa exhortándoles inflexiblemente: «Seguid el amor; y procurad los dones espirituales, pero sobre todo que profeticéis» (1 Corintios 14.1).
En segundo lugar, se ha sugerido de que, siendo que Corinto fue la única iglesia a la que Pablo le escribió una carta tan larga en relación a los dones espirituales, era porque los dones no estaban presentes en las otras iglesias paulinas. La naturaleza del Nuevo Testamento es tal que uno tiene que ser muy cuidadoso al armar un argumento basado en el silencio, como decir que las iglesias paulinas no sabían acerca de los dones espirituales, ya que Pablo no los menciona en la carta que les escribió. Muchos de nosotros entendemos que las cartas de Pablo fueron escritas para dirigirse a ciertos temas y no como un catecismo.
Mi conclusión con respecto al silencio acerca de los dones espirituales en algunas de sus otras cartas es que, obviamente, él sentía que los estaban usando correctamente. No había que darle ni indicaciones adicionales ni corregir a las demás iglesias sobre el tema de los dones espirituales.
De la misma manera se podría pensar que, por el hecho de que Pablo no mencionara la cena del Señor en muchas de sus cartas a las demás iglesias, estas no supiesen acerca de la práctica de la comunión. Primera Corintios es la única carta en la cual Pablo menciona la santa comunión, aunque, sin lugar a dudas, se practicaba regularmente en las demás iglesias, aunque no en todas las reuniones.
Los abusos no descalifican la práctica de la cena del Señor ni la de los dones espirituales. Primera Corintios nos enseña que los dones válidos del Espíritu no siempre funcionan en personas 100% maduras, sabias o doctrinalmente conectas.
DON DE GRACIA
La palabra que se emplea en el Nuevo Testamento para los dones espirituales es carisma, o, literalmente, «don de gracia». En otras palabras, estos dones se dan libremente; no se ganan.
Fue Simón el mago quien malinterpretó los dones y el poder del Espíritu, pensando que podía comprarlos (Hechos 8.18-24). Pensamos que fue una cosa terrible. Sin duda que Simón tenía una idea errónea y Pedro lo reprendió severamente a causa de la maldad de su corazón, lo que le había permitido concebir la idea de poder comprar el poder de Dios. Pero no hay mucha diferencia entre ganar los dones y comprarlos. El dinero no es más que el resultado del esfuerzo y el trabajo. Contrariamente a algunas conjeturas sostenidas comúnmente, los dones y el poder de Dios se distribuyen de acuerdo a la voluntad del Espíritu Santo.
«Pero todas estas cosas las hace uno y el mismo Espíritu, repartiendo a cada uno en particular como él quiere» (1 Corintios 12.11).
Los dones no se dan como una muestra o señal de la aprobación de Dios al nivel espiritual de madurez de una persona. Tampoco se ganan por nuestra consagración. Son dones de gracia.
Pablo les escribió a los gálatas, quienes tenían dificultades en entender la gracia, y seguían poniendo las obras y la ley al hacer sus conjeturas.
«¡Oh gálatas insensatos! ¿quién os fascinó para no obedecer a la verdad, a vosotros ante cuyos ojos Jesucristo fue ya presentado claramente entre vosotros como crucificado? Esto solo quiero saber de vosotros: ¿Recibisteis el Espíritu por las obras de la ley, o por el oír con fe? ¿Tan necios sois? ¿Habiendo comenzado por el Espíritu, ahora vais a acabar por la carne?» (Gálatas 3.1-3).
Aparentemente, los gálatas habían tenido una vivencia del Espíritu Santo, y con ella, cierta manifestación de los dones espirituales. Pablo les recuerda que así como los dones espirituales son por gracia, también lo es la justificación. Tampoco se puede dar vuelta esa idea. Así como somos salvos por gracia, no por obras ni por méritos, recibimos los dones del Espíritu por gracia, no por obras.
Al cojo que pedía limosna, Pedro y Juan le ordenaron que caminase en el nombre de Jesús. Cuando Pedro vio el asombro de la gente por la sanidad, dijo: «Varones israelitas, ¿-por qué os maravilláis de esto? ¿o por qué ponéis los ojos nosotros, como si por nuestro poder o piedad hubiésemos hecho andar a éste?» (Hechos 3.12).
Pedro quería resaltar claramente ese hecho y en forma rápida, antes que supusieran cualquier cosa falsa. La manifestación del poder de Dios no era una señal de su propia santidad personal. Él continuó diciendo: «Y por la fe en su nombre, a éste, que vosotros veis y conocéis, le ha confirmado su nombre; y la fe que es por él ha dado a éste esta completa sanidad en presencia de todos vosotros» (Hechos 3.16).
La sanidad fue el resultado del propósito de Dios en su tiempo, por hechos en fe en el nombre de Jesús; una fe que viene de Él. Ese pasaje tiene muchas ¡aplicaciones. Pero si hay algo que dice es que el milagro no fue por Pedro o por su espiritualidad. Tenía que ver con Dios y su propósito.
LLEGANDO A SER EL DON
Pablo les escribe a los efesios: «Pero a cada uno de nosotros fue dada la gracia conforme a la medida del don de Cristo» (4.7).
Lo que Pablo dice en los versículos siguientes deja en claro que el don al cual se refería era un don ministrador.
«Y el mismo constituyó a unos, apóstoles; a otros, profetas; a otros, evangelistas; a otros, pastores y maestros» (11).
No podemos dejar de notar el concepto erróneo acerca de las personas ungidas a las que se refiere este pasaje. Comúnmente suponemos que a la gente se le da el don de ser profeta, pastor o evangelista.
Pablo lo vio diferente. «Y él mismo constituyó a unos, apóstoles; ... profetas, ... evangelistas; ... pastores y maestros.» Claramente, el ministrador «era el don» a la iglesia. La unción del don no era en beneficio del que lo ministraba.
Eso cambia por completo la manera en que lo vemos. Los dones de Dios no son para nuestra promoción o estima.
Le son distribuidos a la gente que se convierte en recipiente y conductores de la misericordia de Dios en beneficio de los demás.
El don de Dios en la vida de una persona no es una señal que corrobore su consagración, su sabiduría o su doctrina como 100% verdadera. Hay que comprender el significado de Efesios 4.7 como que, por gracia inmerecida, a cada persona se le dan dones con el propósito de ser usados para bendecir a otros.
Los dones del Espíritu Santo, ya sean en forma de manifestaciones de poder y revelaciones, o en forma de personas que nos ministran, tienen el propósito de bendecir a la iglesia.
No obstante, a la mayoría de nosotros nos cuesta evitar la tentación de ver los dones sobrenaturales del poder de Dios a través de un individuo como un símbolo de la aprobación sobre su vida, su madurez espiritual y su doctrina. Cuanto más significativo sea el don y el poder, mayor aprobación de Dios, al menos, así parecería.
Si entendemos que las manifestaciones del Espíritu son para el bien común y no en beneficio del individuo que Dios usa, tropezaremos menos con esa idea de que Dios usa personas imperfectas con frecuencia, gente inmadura- para bendecir la iglesia.
POR GRACIA, SÓLO POR MEDIO DE LA FE
No estoy sugiriendo un acercamiento prescindente de la ley al uso de los dones espirituales, de la misma forma en que aquellos que predican la salvación y la justificación sólo por la fe, sugieren vivir sin ley, dependiendo falsamente de la gracia como una salida fácil.
Estoy deseoso por fortalecer nuestras convicciones y examinar cuidadosamente todas las cosas, aunque vengan de un recipiente profético que esté poderosamente ungido.
En su reprensión a los gálatas, Pablo usa la idea de recibir los dones del Espíritu por fe y no por obras, como una analogía del recibimiento de la justificación por fe y no por obras (Gálatas 3.1-5). En mi mente hay una gran diferencia entre inmadurez, falta de sabiduría -y hasta siervos carnales- y aquellos que están en deliberada rebelión y desafían a Dios.
La gente en rebeldía y desafiante hacia Dios será sujeta a un serio interrogatorio si pretende reclamar ser usada por el Espíritu Santo en profecía y sanidad, o en otros dones espirituales.
La idea completa de la gracia es totalmente contraria a nuestra natural manera de pensar; los dones - hasta el de la salvación- se otorgan sobre la base de la gracia, solamente por medio de la fe, sin hacer ningún mérito o esfuerzo personal. Todas las demás religiones no cristianas tienen alguna receta para la salvación o unión con Dios, basada en las obras.
En esta creencia, tan común como falsa, el hombre debe ganarse el perdón, debe esforzarse diligentemente para alcanzar la separación existente entre el hombre y Dios. Verdaderamente, es difícil comprender que pueda ser de alguna otra manera.
El punto de este capítulo no es la justificación, sino los dones y las manifestaciones del poder del Espíritu Santo en la iglesia. Sin embargo, se aplica el mismo principio. No hay manera en que alguien pueda entender apropiadamente la justificación por la gracia - y solamente por medio de la fe- sin mirarla desde la perspectiva de Dios.
Al ver la santidad de Dios por un lado y la profundidad del pecado del hombre por el otro, muchas cosas se ven bajo una nueva luz. La justificación solo por la fe únicamente tiene sentido cuando usted se da cuenta que ninguna cantidad de esfuerzo humano puede unir el inmenso abismo de separación.
La solución de Dios en la cruz tiene sentido cuando usted se da cuenta que las conjeturas humanas son inútiles y defectuosas.
Ninguna cantidad de consagración o santificación puede lograr el derecho a los dones del Espíritu, más que la indulgencia puede lograr el perdón, o el dinero de Simón puede comprar el poder de Dios. Los dones del Espíritu se otorgan en base a la gracia de Dios, no en base a la madurez, la sabiduría o el carácter de la vasija.
Como consecuencia, tenemos que aprender a reconocer los dones auténticos del Espíritu Santo en la vida de las personas, a pesar de que están muy lejos de ser perfectos. La alimentación y administración cuidadosa de estos dones nos permite disfrutar de los beneficios de los depósitos que Dios ha puesto en creyentes inmaduros. Estos depósitos se hicieron con el propósito de bendecir a la iglesia.
Comparado con la pureza y la santidad de Dios, la diferencia entre el mejor y el peor de nosotros no es tan grande como imaginamos. La vida y el ministerio de Jesús nos muestran cómo es Dios, en realidad. Sin embargo, seguimos teniendo ideas erróneas acerca de las categorías del pecado para Dios.
En los tiempos bíblicos Dios perdonaba y extendía su gran misericordia a personas que, según nuestro estándar, habían- hecho algo muy despreciable. Sin disminuir la gravedad de algunos pecados serios en nuestra lista, Jesús mostró que la opinión personal acerca de cosas como el orgullo, la hipocresía, el trato a los pobres, la falta de perdón y la autojustificación eran más serias para Él de lo que nos podríamos imaginar. Eso viola alguno de nuestros conceptos preconcebidos y nuestra categoría acerca de los «pecados verdaderamente malos».
«El hombre mira lo que está delante de sus ojos, pero Jehová mira el corazón» (1 Samuel 16.7). Parecería que Él es paciente y misericordioso con las personas que hacen cosas malas debido al hecho que les falta sabiduría, son inmaduros o simplemente débiles. Pero con aquellos que persisten deliberadamente desobedeciendo a Dios, queriendo hacer mal uso de la gracia para seguir cometiendo pecados, Dios ejecuta sus juicios, exponiendo esa rebelión deliberada.
El problema para nosotros es que es muy difícil saber lo que verdaderamente hay en el corazón de la gente, o como Dios los percibe. Debemos tener cuidado al juzgar como inválidos los dones espirituales debido a la debilidad e inmadurez de las personas. Puede que Dios esté más interesado en que se logre lo que Él ha planeado en la vida de una vasija profético, que en juzgar a esa persona.