"Tú aumentarás mis fuerzas como las del búfalo; seré ungido con aceite fresco" Salmos 92:10
No siempre los hermanos responden a su compromiso cristiano ni toman tan en serio la obra del Señor; en muchas ocasiones vacilan, decaen, son inconstantes en su servicio a Dios.
En verdad la postura del ministro de Dios es muy distinta a la del congregante. El pastor mira la obra, el hermano su propia vida; no debiera ser así pues ambos son siervos o esclavos de Cristo, pero existe la tendencia, que casi se ha convertido en doctrina, a considerar sólo al pastor un "siervo del Señor".
¿Acaso no estamos todos los cristianos llamados a amar y servir a nuestro Salvador con la misma gratitud y pasión?
He aquí otro aspecto que nos hace sufrir a los ministros de Dios: la ingratitud. Sí, no hay gratitud hacia ese hombre o mujer que ora desde el
amanecer o se levanta a altas horas de la madrugada para buscar la Palabra que habrá de ministrar a la Iglesia cada domingo; aquél ministro que siempre está dispuesto a escuchar y aconsejar, que no escatima esfuerzo para transmitir el amor de Dios a su grey.
Cuando los hermanos no asisten al culto o fallan en el cumplimiento de sus compromisos con la Iglesia, no sólo están faltando al Señor sino también a sus pastores, así no les honran ni expresan su gratitud.
No pretendo que sirvan al hombre, pero sí recuerden las palabras que nos amonestan así: "Obedeced a vuestros pastores, y sujetaos a ellos; porque ellos
velan por vuestras almas, como quienes han de dar cuenta; para que lo hagan con alegría, y no quejándose, porque esto no os es provechoso." (Hebreos 13:17)
"Tú aumentarás mis fuerzas como las del búfalo" dice el texto que nos inspira.
Humanamente cada persona tiene más o menos fortaleza frente a la adversidad.
Los psicólogos hablan de "resiliencia" que es la capacidad que tenemos los seres humanos para enfrentar problemas extremos, como un terremoto, un incendio, la muerte de nuestros hijos y todo tipo de calamidades. La mayoría de las personas pueden salvar esos obstáculos emocionales y resolverlos de alguna forma; muy pocos no resisten y se vuelven locos o se suicidan.
Son los que no tienen una normal capacidad para enfrentar problemas.
En el ministerio como en ningún otro campo necesitamos estar preparados con esa capacidad, aún más, necesitamos lo que en Teología de la Perfección Cristiana se llama "don de fortaleza". La virtud de la fortaleza es una de las llamadas "virtudes cardinales" del ser humano.
El cristiano necesita cultivar esas capacidades, entonces el Espíritu Santo viene en nuestra ayuda
concediéndonos el don que nos hará fuertes para asumir las diversas dificultades que habremos de resistir. San Pablo, aconsejando a su discípulo
Timoteo, le dice ".
te aconsejo que avives el fuego del don de Dios que está en ti por la imposición de mis manos (por "don" se refiere al ministerio) /
Porque no nos ha dado Dios espíritu de cobardía, sino de poder (don de poder o don de fortaleza), de amor (virtud teologal) y de dominio propio (don de
templanza)." (2 Timoteo 1:6,7)
Requerimos fortaleza para soportar y amar a los que se oponen, a los que critican con malicia, a los que no progresan, a los que nos envidian, a los que ponen obstáculos para que tropecemos, a los que nos desprestigian y murmuran detrás; necesitamos mucha fortaleza para no desmayar, para no dejar
de creer en la meta que tenemos delante, para no dejar de confiar en nuestro Amado Señor, para creer en aquella lucecita que hay en cada hermano y que es Dios en ellos; necesitamos don de poder para levantarnos cuando no nos apoya la familia, cuando nuestros hijos no dan buen testimonio, cuando la obra no nos sustenta, cuando estamos a punto de desertar del ejército del Señor.
¡Cuánta fuerza requiere un ministro de Dios para sobrellevar esta carga compartida con Cristo!
Mas, ¡alabado sea ELOHIM, el Fuerte y Poderoso, Dios Todopoderoso! Él tiene toda la plenitud del Poder (Génesis 1:1; Salmos 19:1) para sacarnos del
abismo. Él puede fortalecer nuestro cuerpo, emociones, mente y sobre todo nuestro espíritu.
Dice Su Palabra "Tú aumentarás mis fuerzas como las del búfalo; seré ungido con aceite fresco" Sí, hermano pastor, hermana pastora; Él te dará la fuerza que necesitas para resolver todo problema eclesial o familiar. Para tu debilidad espiritual tú debes ser ungido por el Espíritu Santo, ese aceite limpio y fresco que viene de la Cabeza, de Cristo.
¿No tienes las fuerzas para continuar? ¿Tú crees que ya no das más? Pues has de saber que Su Poder se perfecciona en tu debilidad (2 Corintios 12:9) y Él te unge con Su Aceite fresco.
Presentémonos cada día muy de mañana a nuestro Dios y pidámosle que nos unja con Su Poder, Su Fortaleza, Su Don, Su Espíritu Santo y seremos tan poderosos como el búfalo de las praderas. ¡Qué Elohim te bendiga!
Pastor Iván Tapia
creasion@vtr.net
Más Fuertes que el búfalo
No siempre los hermanos responden a su compromiso cristiano ni toman tan en serio la obra del Señor; en muchas ocasiones vacilan, decaen, son inconstantes en su servicio a Dios.