CAMBIANDO NUESTRO DESTINO
“E hizo este voto, diciendo:… sino que dieres a tu sierva un hijo varón, yo lo dedicaré a Jehová todos los días de su vida” (1 Samuel 1:11).
Ana acudió a la casa del Señor dispuesta a orar. Entendió que para mover la mano de Dios, no solo debía orar sino que era necesario que su ruego estuviera acompañado de una ofrenda. Le fue revelado en ese momento que debía entregar a Dios lo que más amaba, ya que el mayor anhelo del corazón de Ana era tener un hijo varón.
Era muy grande el sacrificio de dar al Señor su única esperanza, pero al advertir que esa era la clase de ofrenda que agrada a Dios y que cambiaría su destino, unió la ofrenda a su oración. Hizo voto a Dios. Prometió que si le daba el anhelado hijo, se lo entregaría.
De igual manera, la ofrenda que usted da es una llave que permite que su oración se oiga en los cielos. Anhele ofrendar como Ana. Que su ofrenda toque el corazón de Dios, haciendo que su oración de fe sea un altavoz cuyo sonido estremezca los cielos y llegue con poder ante el Señor. Con su decisión, Ana demostró ser una mujer que confiaba en Dios.
“...no estuvo más triste” (1 Samuel 1:18). En el corazón de Ana no había duda de que Dios le había escuchado y que su necesidad ya estaba en Sus manos. Concibió el milagro a través de la fe, adquiriendo así la sustancia de lo que pidió. Al levantarse de su tiempo de oración, ya se sentía madre de un hijo varón y por eso no estuvo más triste.
Hay un momento durante la oración en que batallamos con los pensamientos y sentimos que esta se interrumpe, pero si logramos perseverar hasta sentir que llegó a Dios, viene una profunda paz que sobrepasa todo entendimiento.
La determinación de Ana puso su plegaria en las manos de Dios. Decidió no seguir mirando las cosas que la agobiaban porque, cada vez que lo hacía, se abría la puerta a espíritus de opresión que venían a su mente para acusarla. Cuando entendió que la oración y la ofrenda son el camino hacia la victoria, experimentó total libertad, y nunca más volvió a permitir la tristeza en su corazón.
Más tarde, Ana pudo expresar todo lo vivido en su hermoso cántico profético:
“Los arcos de los fuertes fueron quebrados, y los débiles se ciñeron de poder. Los saciados se alquilaron por pan, y los hambrientos dejaron de tener hambre; hasta la estéril ha dado a luz siete, y la que tenía muchos hijos languidece” (1 Samuel 2:4-5).
ALGO EN QUÉ PENSAR
“A los dos años de matrimonio, con mi esposo deseábamos tener un bebe, pero el tiempo pasaba y nada acontecía. Los exámenes indicaban que todo estaba en orden, pero nadie daba una explicación definitiva a nuestro problema. La doctora que atendía nuestro caso llegó a la conclusión de que éramos un 0.02% de la población que padecía de infertilidad inexplicable. Fueron seis años de espera.
Un tiempo muy difícil en los que tuvimos que pasar por exámenes vergonzosos, frustración y muchos cuestionamientos. En medio de lágrimas y dolor, un día escuché la voz audible de Dios que me decía: “Cony, ¿si Yo no te diera hijos, seguirías sirviéndome?”
Me estremeció tanto, que me llevó a reafirmar mi compromiso con Él: le serviría todos los días de mi vida, con hijos o sin ellos. Mi actitud cambió al instante, la tristeza y el dolor se fueron; entendí que Dios tenía un propósito en mi vida y cualquiera que fuera la circunstancia, no podía desfallecer.
Mi sorpresa fue que siete meses después de esta oración ¡estaba embarazada! Fue tremendo cuando lo contábamos a la gente, al comienzo no lo creían, pero luego saltaban de alegría. Dios cumplió la promesa.
Mi embarazo fue una bendición, sin ninguna complicación. Dios nos dio el privilegio de que viéramos nacer un niño hermoso y saludable. El Señor nos trajo a nuestro hogar a Samuel David y, al poco tiempo, quedé embarazada otra vez. Dios nos sorprendió con una niña, Hannah Sofía. Puedo declarar que Dios me dio doble fruto y que Sus promesas se hacen realidad en Su tiempo”. (Cony Villamil).
ORACIÓN
Dios eterno, solo Tú eres Santo, eres refugio para todo el que se apoya en Ti, levantas a los débiles y los revistes de poder; gracias porque te has agradado de mí y me has saciado de las grosuras de Tu casa.
Rompiste todas las cadenas que me ataban y me hiciste caminar por senderos de libertad, guardaste mis pasos para que no se desviaran por las sendas de oscuridad; me fortaleciste con Tu diestra, me cubriste con Tu gracia, y me guías con el poder de Tu Espíritu. Eres mi Dios, te alabaré por siempre. Amén.
DECLARACIÓN
“Jesús, Tu diestra me sostiene, Tu gracia me cubre, Tu palabra me alimenta y Tu Espíritu me guía”.