Detén el Yo Emocional, ese impulso que te hace reaccionar sin pensar, que te lleva a la ansiedad, el enojo o la desesperanza.
Detén el Yo Emocional y permite que la Palabra de Dios guíe tu corazón. En lugar de dejarte llevar por sentimientos cambiantes, arraiga tu fe en la verdad inmutable de Cristo. Solo así encontrarás estabilidad en medio de las tormentas y responderás con amor y sabiduría en cada situación.
Las emociones son parte de nuestra vida, pero no deben gobernarnos.
Dios nos llama a caminar en dominio propio y paz, confiando en Su sabiduría y no en nuestras reacciones impulsivas.
Recuerdo aquellos años en que solía ser una “cristiana yo-yo”, como suelo llamarlo. Siempre tenía altibajos. Si mi esposo Dave hacía lo que yo quería, entonces me sentía feliz.
Pero si hacía lo que yo no quería, entonces enloquecía. Me dejaba llevar por mis emociones, en lugar de permitir que obrara el Espíritu Santo en mí.
Más que cualquier otra cosa, los creyentes me dicen cómo se sienten: “Siento que nadie me ama”, o “siento que mi cónyuge no me trata bien”, “siento que jamás seré feliz” “siento…siento…siento…”, es algo continuo.
Dios quiere que maduremos y sepamos que nuestras emociones no desaparecerán, por lo que debemos aprender a manejarlas y dominarlas en lugar de permitir que nos dominen.
Ejercer el auto dominio
Tenemos que ejercer el auto dominio y decirle a nuestra carne que esté en línea con lo que está bien, en lugar de con lo que desea.
Debemos persuadirnos a nosotros mismos de que no podremos decir todo lo que queremos decir, comer todo lo que queremos comer, quedarnos despiertos todo el tiempo que queramos, o levantarnos cuando se nos plazca.
Por el poder del Espíritu Santo, Él nos ayudará a dejar de vivir según nuestras emociones, nos enseñará a ser estables.
Tomado del libro: El poder de la determinación