La mujer en el corazón de Dios ocupa un lugar especial, único y lleno de propósito.
La mujer en el corazón de Dios es amada incondicionalmente. El amor de Dios no se basa en nuestros logros, apariencia o capacidad de agradar a otros. Efesios 2:4-5 nos recuerda que, incluso cuando estábamos lejos de Él, su gran amor nos alcanzó.
Amadas en Cristo
Como mujeres, podemos descansar en la verdad de que somos amadas no por lo que hacemos, sino por quiénes somos en Cristo. Este amor nos libera de la necesidad de buscar validación en el mundo y nos permite vivir en la plenitud de nuestra identidad como hijas de Dios.
Además, la mujer en el corazón de Dios es valiosa. Proverbios 31:10 describe a la mujer virtuosa como “más preciosa que las piedras preciosas”.
Este pasaje no solo habla de una mujer en particular, sino que refleja el valor intrínseco que Dios ve en cada una de nosotras.
El valor de una Mujer no se mide por estándares humanos
Nuestro valor no se mide por estándares humanos, sino por el precio que Dios pagó por nosotras: la vida de su Hijo Jesucristo (1 Corintios 6:20). Esto nos recuerda que somos tesoros en sus manos, dignas de amor, respeto y honra.
Finalmente, la mujer en el corazón de Dios es escogida. En 1 Pedro 2:9, se nos llama “linaje escogido, real sacerdocio, nación santa, pueblo adquirido por Dios”.
Este llamado no es exclusivo para unos pocos, sino para todas las que hemos sido redimidas por Cristo.
Como mujeres escogidas, tenemos la misión de reflejar su luz, compartir su amor y vivir en la plenitud de su gracia. No importa lo que el mundo diga, en Cristo somos amadas, valiosas y escogidas para un propósito eterno.