¿Qué estoy haciendo, Dios mío? No tengo nada que darle a esta chica.
Mary Frances Bowley caminó hacia el apartamento recién alquilado para encontrarse con su invitada. La joven vestía unas zapatillas andrajosas y unos overoles holgados con agujeros en las rodillas; un viejo sombrero ocultaban unos ojos abatidos y una larga cabellera. Traía 12 bolsas de basura que contenían todo lo que ella poseía.
"Bienvenida a tu nuevo hogar, Melissa", dijo Mary Frances nerviosamente, mientras se acercaba para abrazar a la chica. Melissa comenzó a temblar, mientras las lágrimas le surcaban el rostro. Ella podría ser mi hija, pensó Mary Frances al envolverla en un abrazo. Y luego, lloró con ella.
Durante diez años, Mary Frances había sido la directora de ministerios dirigidos a las mujeres, en la Primera Iglesia Bautista de Peachtree City, Georgia, un suburbio de Atlanta relativamente próspero. Había crecido en la iglesia y seguido a Cristo durante toda su vida. "Pero había llegado a un punto en que me sentía vacía", recuerda. "Las otras mujeres de nuestra iglesia y yo amábamos a Dios, pero, ¿qué tan cerca podíamos estar de Su corazón si no tocábamos la vida de las personas que Jesús quería tocar: a ‘estos más pequeños’? Yo sentía que había algo más en mi relación con Dios, que lo que estaba teniendo".
En el curso de unos pocos meses, en un grupo de 40 mujeres de la iglesia se despertó una pasión común por alcanzar a strípers, drogadictas, prostitutas, todas ellas mujeres que sufrían, y que muchas veces son consideradas "peligrosas" por muchos círculos de la iglesia. El grupo llamó "Fuente de agua" al ministerio recién creado, por el agua viva de que habló Jesús a la mujer samaritana en Juan 4.
Ellas no sabían en lo que se estaban metiendo. Melissa, que había estado involucrada en las drogas, la prostitución y el ocultismo, fue su primera residente. Las que vinieron después fueron enviadas por otros ministerios, por comunicación verbal e incluso por sentencias de jueces. Casi todos ellas habían sido víctimas de abuso sexual o de violación en la niñez, y habían levantado muros de la desconfianza porque sus padres u otros adultos no habían sido capaces de protegerlas.
"La persona menos calificada para ser líder de algo como esto, soy yo", dice Mary Frances, una ex maestra de kínder. "Crecí en un ambiente muy protegido. No tenía ninguna experiencia similar a las que estas jóvenes han vivido. Pienso que muchas veces nos cruzamos de brazos y no vemos lo que Dios tiene para nosotras si nos involucramos, porque consideramos que tenemos que estar calificadas para el trabajo. Pero si Él nos llama para atender a alguien, Él nos equipará. Una y otra vez, el Señor me da un amor sobrenatural por estas mujeres que atraviesan nuestras puertas. Sólo Él puede hacer eso".
Después de varios intentos, de orar sin parar y de mucha colaboración y creatividad, el personal de Wellspring [Fuente de agua] aprendió cómo hacer el trabajo con las residentes. A cada chica se le asignó una "consejera" que vivía en la institución y que la acompañaba a través del proceso. Todos los días las chicas aprendían cómo vivir, cómo ser miembros útiles de la comunidad, y las clases personalizadas las ayudaban a luchar con sus traumas emocionales, uno a la vez.
"Para mi significó mucho las divertidas actividades que haciamos", dice Jessica, una de las primeras egresadas. "Yo nunca había sabido que una podía estar aseada y al mismo tiempo divertirse. El 14 de febrero [Día del Amor y la Amistad] vinieron algunas señoras para llevarnos a comer; decoraron con globos y unas notitas de amor sobre nuestra mesa. Cosas como esas fueron muy especiales para mí; porque puede sentir amor por medio de ese gesto. Incluso, tiempo después le pedí a mi esposo que me llevara nuevamente a ese mismo restaurante en el Día de San Valentín".
Hoy en día, las chicas están dando su contribución. Con frecuencia se ofrecen como voluntarias para ayudar en residencia de ancianos haciendo manicuras y pedicuras. "Es de lo más maravilloso oírlas reír con las personas que sirven", dice Mary Frances. "Sus vidas se han enriquecido no sólo por estar en esta casa, sino también por su conexión con la comunidad que las rodea". Cada una se ha convertido en un tipo diferente de mujer "peligrosa".
Lindsey, una reciente egresada, cree conocer el secreto de esta transformación: "Este ministerio está cubierto por las oraciones de grandes hombres y mujeres que creen que, definitivamente, somos "más que vencedoras" en Cristo. Por eso oraban por nosotras cuando no podíamos hacerlo por nosotras mismas. Se siente el amor de Dios cuando una atraviesa la puerta. Una sabe que, independientemente de las decisiones que hagamos, somos hijas del Rey. Una se siente libre para aceptar su identidad y su vida, en vez de seguir creyendo las mentiras que el Enemigo nos ha dicho".
Pero tal vez el mayor milagro es el crecimiento que Dios ha dado a las mujeres de su iglesia. Mary Frances, por lo menos, sabe que ella no es la misma mujer que una vez fue. "Creo que la autocondenación es un verdadero problema para estas mujeres heridas. Vivimos en un mundo que está aferrado a la apariencia exterior y al éxito. Por eso, a pesar de que somos cristianos, nos fijamos en las personas que no lo están haciendo tan bien, y por eso las menospreciamos. Lo sé, porque yo solía ser alguien muy condenatoria. Pero Dios me ayudó a darme cuenta de que estas mujeres son Sus hijas. Todas las personas tienen una historia, y si simplemente nos interesamos por conocerlas, no podremos seguir condenándolas".
Sonia: Ex prostituta; egresada de Wellspring
Actualmente trabaja con niños autistas y enfermos de Alzheimer
Crecí en una familia que era muy disfuncional. Cuando tenía cinco años, fui objeto de abuso sexual por uno de mis tíos, y esto continuó hasta que llegué a los 13, después de lo cual uno de mis hermanos mayores hacía lo mismo. Me embaracé, de otro adolescente a los 15 y luego, a los 17, me fui de la casa de mis padres con un niño pequeño. Años más tarde, después de que me despidieron de mi trabajo como secretaria, terminé en la prostitución (con el eufemismo de "señorita de compañía") en un intento por tener con qué vivir mi hijo y yo. Eso duraría seis años.
Entonces me hablaron de un lugar donde mujeres como yo podían ir y reconstruir sus vidas. El vivir en Wellspring resultó ser el período más grandioso de mi vida. Recuerdo el día cuando llegué por primera vez, sentí que me inundaba una paz repentina. El tener a esas piadosas mujeres a mi alrededor en todo momento enseñándome el amor y la gracia de Dios, cambió completamente mi vida, porque nunca antes había sabido que Dios me amaba así.
Ashley: Ex drogadicta; esposa y madre de dos hijos
Actualmente está en su última fase en Wellspring
El corazón se me parte cuando observo a otras mujeres que piensan que necesitan verse de cierta manera para que los hombres se fijen ellas, o que tienen necesidad de drogarse para encontrar lo que buscan en la vida. Pero lo que yo sé es esto: que una nunca quedará satisfecha con las drogas o andando con hombres diferentes, ni yendo tras de las otras cosas que el mundo ofrece. Durante toda mi vida busqué lo que finalmente he hallado en Dios. Él es el único que puede llenar ese lugar que hay en nuestro corazón. Por tanto, no tienes que seguir teniendo una vida infeliz, como esclava de esas cosas, siempre en busca de una persona que te ame tal y como eres. Tú puede simplemente ser tú misma con Dios. Él está allí esperando que invoques Su nombre, y Él te responderá con toda seguridad. Dios me ha demostrado un amor incondicional. Jesús no vino este mundo para juzgar o condenar a nadie, sino para amarnos. Y Él quiere que tú yo podamos vivir en libertad, libres de la esclavitud. ¡No renuncies a la esperanza!
Lindsey: Ex alcohólica y ex drogadicta; egresada recientemente de Wellspring
Actualmente trabaja con personas sin techo o dedicadas la a la prostitución en Atlanta.
Quiero decir esto a las mujeres que están bregando con la vida, como lo estuve yo una vez: Dios te ha amado con amor eterno, que te va a atraer a Él. Nada te podrá separar de Su amor –no lo hará lo que hayas hecho ni lo que los demás te hayan hecho. Por tanto, deja de huir; deja que Dios te busque. Y búscale tú también a Él, porque el Señor tiene grandes cosas reservadas para ti que pueden comenzar ahora mismo, si simplemente aceptas el regalo que Él tiene para ti. Es gratis –lo único que tienes que hacer es recibirlo.
Jonna: Ex bailarina y ex drogadicta; egresada de Wellspring
Actualmente es parte del personal de Wellspring
Yo había agotado todas las vías de escape, tratando de arreglar mi vida. Pero terminé trabajando en un club de estriptís, bebiendo mucho y drogándome. Trabajaba desde las 10 de la mañana hasta las 8 de la noche una noche; hasta la medianoche el día siguiente; luego hasta las 2 de la madrugada y después, a veces, hasta el 4 de la mañana. Era muy, muy agotador, muy penoso. Había abuso físico, abuso mental y abuso emocional, a veces con riesgo para mi vida. Era un caos. Un caos y una presión. Recuerdo que deseaba tanto que alguien me ayudara, o incluso que me diera siquiera una sonrisa sincera. Apenas alguna forma recibir apoyo. Pero era muy triste, porque no fue así.
Jessica: Ex drogadicta; egresada de Wellspring, esposa y pronto a ser madre.
Actualmente trabaja para sacar su título en psicología
Mi padre se suicidó cuando yo tenía 13 años. Como le sucedería a cualquier persona de 13 años que pierde al héroe de su vida, yo estaba totalmente destrozada. A partir de ese momento, traté de encontrar amor en malas relaciones. Tenía una baja autoestima. No entendía lo que era el amor. Desde el noveno grado probé toda la droga que alguien pueda imaginar y acabé tres veces en la sala de emergencia por sobredosis. Trataba una y otra vez de dejar la droga, pero eso no funcionaba porque estaba tan acostumbrada a ellas que no sabía cómo vivir sin consumirlas.
Luego tuve un accidente automovilístico muy serio. Mi novio, algunos amigos y yo estábamos conduciendo por Blue Ridge Mountains, fumando marihuana. Caímos 12 pies por un barranco y nos estrellamos contra un muro de cemento. Me rompí la espalda, y la muñeca me quedó totalmente destrozada. Tuve todo el cuerpo enyesado durante tres meses, pero todos sobrevivimos, lo cual fue un milagro.
Después de eso, me volví una adicta de los analgésicos. Comencé a perder el juicio. Pero luego mi madre me leyó algo sobre Wellspring en la Internet. Ella estaba desesperada por encontrar ayuda para mí.
Cuando ingresé al programa, yo era muy orgullosa, pero sabía que necesitaba ayuda. Estaba cansada de la vida que llevaba; estaba cansada de buscar algo más.
Y aquí estaban todas esas mujeres que me amarían y que se preocuparían sinceramente por mí. Había tanto amor. Yo estaba aprendiendo tanto acerca de Dios; podía, literalmente, sentir el Espíritu de Cristo allí. Muchas veces, cuando leía la Biblia, sentía que Dios me inundaba con Su amor. Me enamoré de Él. En los primeros seis meses, Dios no sólo me estuvo limpiando y ayudando a entender Su amor, sino también pidiéndome que renunciara a cosas, incluyendo al hombre del que creía estar enamorada. Todo empezó a cambiar –todos mis deseos, mis sentimientos. Siempre les digo a las chicas que viven aquí en este momento, que mi matrimonio con el hombre más piadoso, uno que me ama incondicionalmente, es un testimonio de esto: Cuando Dios te dice que quiere quitarte algo, no importa lo doloroso que eso sea, te dará algo mucho mejor.