Salmos 37:4 "Deléitate asimismo en Jehová, Y él te concederá las peticiones de tu corazón"
Muchas veces hemos escuchado decir a las personas lo siguiente: «Sí, ya sé que tengo que orar. Sé que debo hablar con Dios, pero la verdad que es muy difícil. No sé cómo hacerlo.
A veces siento que estoy repitiendo las mismas palabras; o, cuando en realidad estoy tratando de orar, mi mente está pensando en otras cosas. He intentado de todo, oro de pie, sentado o caminando, pero no encuentro la constancia en la oración. Ya no sé qué hacer».
Es posible que te identifiques con esas palabras porque muchos de nosotros deseamos orar, pero la realidad es que nos cuesta. Puede sonar paradójico, pero una de nuestras metas para este año es crecer en la disciplina y el deleite de la oración. ¿La oración como disciplina y deleite? ¡Sí! Es ambas y te vamos a explicar por qué a continuación.
No hay duda de que la oración es algo que cuesta, es decir, que hay que esforzarse para que no sea algo meramente anecdótico en nuestra vida. Es posible que lo que ha estado fallando es que vemos la oración solamente como una tarea o una obligación que cumplir.
La palabra «disciplina» no está relacionada con «castigo», sino con alcanzar la excelencia a través de una práctica constante. Por eso queremos darle un brillo especial a la disciplina en la oración, porque detrás de ella hay un fruto precioso. Ese fruto es el deleite en Dios; la oración es uno de los medios que nos lleva a deleitarnos en la presencia de Dios
Quizás la persona que más podría ayudarte a ver la oración como un deleite es John Piper. En su libro Sed de Dios, dice: «En el acto de la oración se reúnen de manera especial dos metas: la búsqueda de la gloria de Dios y la búsqueda de nuestro gozo» (p. 188).
En otra parte escribe: «La oración es la forma que Dios ha señalado para que nuestro gozo sea cumplido, porque es el aire que produce el calor interior de nuestro corazón hacia Cristo»
Por tanto, podemos decir que la oración es lograr la provechosa disciplina que nos permite alcanzar el deleite de escuchar, hablar y meditar en Dios. Es una negación a mi dependencia de mí mismo, es el arma para matar mi orgullo y pecado. Es venir ante mi Dios a través de Cristo y guiado por el Espíritu, entendiendo que, aun para las cosas que no sé ni conozco, tengo al Espíritu Santo quien intercede por mí ante el Padre.
Podríamos dar una definición corta de la oración en este momento: la oración es presentarnos, como creyentes y con la guía del Espíritu Santo, ante un Dios que se ha dado a conocer a través de Cristo.
Tomado del Libro: Oraciones y Reflexiones
Por Michel Alexander Galeano y Cristopher Garrido
Editorial B&H Publishing Group