"Sabes por qué estamos aquí haciendo lo que estamos haciendo? Porque creemos que hay un poder tan grande, un poder que no es el poder de la autoridad, no es el poder de la violencia, es el poder del amor.
El amor de Dios que es capaz de sacarnos a nosotros, arrancarnos de las fauces de la muerte misma y la destrucción que nosotros nos provocamos a nosotros mismos, y de colocarnos en un lugar completamente distinto, darnos una nueva identidad literalmente y dirigirnos hacia una vida completamente distinta.
Y los que estamos aquí, muchos de nosotros, somos testigos de lo que estoy diciendo. Si fuera simplemente religiosidad, si fuera simplemente no sé, una filosofía, pero de lo que estamos hablando aquí es de una fuerza detrás de un amor que nos arranca de la destrucción y nos lleva a la vida.
Y eso que el amor de Dios ha hecho en la vida de Ingrid, como ella lo dice al final de su testimonio, Dios lo quiere hacer contigo, y lo puede hacer contigo hoy. Puedes verte tan hundido, tan amarrado con adicciones, tan atado a tu pasado, tan débil debajo de la carga de la culpa que no puedes imaginar que lo que estoy diciendo hoy sea verdad. Pero créeme, es verdad.
Dios está aquí, Dios está vivo y operando en el mundo. No es una idea, no es una religión, es el poder de la persona que creó cielos y tierra, y te hizo a ti y me hizo a mí, que está tocando la puerta de tu vida y te está diciendo: 'Yo te puedo cambiar, yo te puedo cambiar'.
Yo me pregunto si eso no sería lo que sintieron los discípulos cuando veían a Jesús pasar al lado de sus redes mientras ellos limpiaban las redes, y lo escuchaban a él decir 'sígueme', y así nomás tiraban las redes y lo seguían. Qué habrán palpado, qué habrán visto en Jesús cuando lo vieron pasar y dijeron a Juan El Bautista, que era su maestro en ese momento, 'sabes que queremos seguirlo a él'. Y Juan les dice, 'él es el que estábamos esperando', y dejaron a Juan y se fueron detrás de él.
Cuando Jesús nos mira atrás siguiéndolo, les dice: 'Y ustedes, ¿qué buscan?'. Y ellos le dicen, '¿dónde te quedas? ¿dónde estás?' Y él les contesta, 'vengan y vean'. Y dice la escritura que pasaron el resto del día con él y lo siguiente, el día siguiente, Andrés va corriendo donde Pedro y le dice, 'hemos encontrado al Salvador del mundo'.
Uy, qué envidia me da eso, o sea, solo pensar que habrán vivido en esa cena, que habrán vivido allí, el día siguiente. Yo creo que fue una conexión tan grande como nunca la tuvieron con ninguna persona, un amor tan tremendo que dijeron, 'esto es lo que hemos estado buscando toda la vida', y se le quedaron pegados el resto de sus vidas. Y no hubo tentación del mundo, no hubo imperio ni violencia que pudiera hacerlo negar lo que ellos habían encontrado en Jesucristo.
Yo creo que cuando uno encuentra ese vínculo con Dios, real, poderoso, fuerte, no hay nada en este mundo que te arranque de ese amor, nada. Quería simplemente transicionar para la prédica, pero ya comencé con la prédica, pareciera.
"Y les quiero invitar a que busquen en sus Biblias en Génesis capítulo 32. Génesis capítulo 32. Lo que vamos a leer en un minuto es una de mis historias favoritas en la Biblia, y es una historia que tiene que ver con un encuentro dramático de un ser humano con Dios.
Uno de esos encuentros que te enseñan que cuando encuentras lo bueno, tienes que aferrarte a él con hasta con las uñas, porque de aferrarte a él depende tu vida, tu existencia. Es que lo vuelvo a decir, hay personas que conocen de Dios, que saben de Dios, pero otra historia es cuando te encuentras con ese Dios vivo y estableces un encuentro vivo con el Dios vivo. Es otra cosa cuando tú tienes eso.
Estoy aquí para decirte de parte de Dios: aférrate a esa bendición. Quiero hablarte de ese tema, aférrate a tu bendición. Y es la historia de Jacob. Y antes de leer lo que vamos a leer acerca de ese encuentro, te quiero invitar a que revisemos el contexto, esa historia, lo que pasó antes de este encuentro.
Jacob es el nieto de Abraham, el hijo de Isaac.
Isaac tiene dos chicos, dos gemelos prácticamente, que nacen en el vientre de su esposa. Y desde que estaban en el vientre, peleaban. Los dos se dice que fue un embarazo de aquellos extraños, donde esa mujer llegó a decir, 'yo quisiera morirme, no puedo imaginar lo que esa mujer sentía ahí adentro cuando esos dos se agarraban en el ring desde antes de nacer, al punto de que cuando nacen, el menor nace agarrado del talón de Esaú. Y esa batalla, aún en el vientre.
Al punto de que cuando nacen el menor nace agarrado del talón de Esaú. Y esa batalla, aún en el vientre, fue la batalla que tuvieron toda la vida este par de sinvergüenzas. Toda la vida se pelearon, toda la vida Esaú, el mayor, se convirtió en el favorito de su papá. A pesar de que hubo una profecía que le dijo a su papá que lo que pasaba en el vientre era una batalla y que Dios determinaba que el mayor iba a servir al menor.
Es decir, Dios le dijo aún antes de que nacieran que la bendición patriarcal, la bendición del líder de la tribu, caería sobre el menor y no sobre el mayor, como era la costumbre. Y eso querría decir también que la bendición espiritual de Abraham no caería sobre el mayor, sino sobre el menor.
Eso lo supo Isaac aún antes de que naciera y aún así, cuando nacen, por alguna razón que no entendemos, Esaú es el favorito de él y se cría un vínculo, se crea un vínculo largo de toda la vida, en donde el papá siempre estuvo atento a Esaú y Jacob se quedó relegado.
Jacob es una persona que desde que nace está buscando esa bendición, está buscando ser el que la vida le niega ser. Y entonces, en un momento de la vida, se aprovecha del hambre de su hermano mayor que viene de cazar. Le saca, le abre una lata de sopa Campbell, se la pone en el micro y se la pone al frente y le dice: 'Come, yo sé que eres.
Eres una bestia, no te lo comes a uno porque no puedes', y el tipo, muerto de hambre, se lanza sobre el plato y Jacob le dice: 'No tan rápido, mijo', como decimos en Costa Rica, viendo el payaso y soltando la risa.
'Primero me das lo que quiero'. '¿Qué es lo que quieres?'. 'Quiero la bendición de ser el primogénito, el que va a ganar el 60% de las propiedades del padre, el que va a ser el líder de la tribu, etcétera, etcétera'. 'Toma'. '¿De qué me sirve?'. 'Eso sí, me voy a morir de hambre', y se empuja la sopa, y el otro se lleva el certificado.