Tomar decisiones importantes sin detenernos a considerar las consecuencias es peligroso y poco sabio, pero eso es exactamente lo que muchos hacen cada día.
La mayoría de las veces terminan lamentando sus decisiones, pero ya es demasiado tarde para evitar las consecuencias irrevocables. Sus sueños y esperanzas se han destruidos, y no pueden dar marcha atrás. Eso fue exactamente lo que le sucedió a la primera pareja al decidir desobedecer a Dios en el Huerto del Edén.
PASAJE CLAVE: Génesis 1.16-24
LECTURAS DE APOYO: Génesis 2.9; 3.6-24; 4.1-8; 6.5, 6-8 | Romanos 6.23 | 1 Juan 1.9
Todas nuestras acciones tienen consecuencias. Es por eso que debemos considerar cuidadosamente las ramificaciones de nuestras decisiones. La historia de la desobediencia de Adán y Eva en Génesis, capítulo tres, nos advierte las consecuencias de ignorar a Dios y sus mandamientos y de decir ceder ante la tentación.
Las consecuencias del pecado de Adán y Eva en el Edén.
Los puso en conflicto con la naturaleza (Gn 3.16-19). Por el pecado de Adán, la tierra fue maldecida. Ya no podría disfrutar de la productividad del Edén, sino que tendría que lidiar con los espinos y cardos para poder obtener alimento. Como resultado de su pecado, Dios le dijo a Eva que los dolores de parto se multiplicarían. Todo el orden natural fue cambiado después de haber pecado, y la vida no fue tan fácil como lo era hasta ese momento.
Los puso en conflicto entre sí (Gn 3.6-13). Después de haber comido del fruto del árbol de la ciencia del bien y del mal, los ojos de Adán y Eva fueron abiertos, y se dieron cuenta de su desnudez. Algo murió en su ser espiritual, y comenzaron a verse de manera diferente. Trataron de cubrir sus cuerpos con hojas de higuera e inútilmente intentaron esconderse de Dios. Luego, cuando el Señor les preguntó acerca de su pecado, Adán culpó a Eva y ella hizo lo mismo con la serpiente.
La relación que tenían entre ellos cambió para siempre, como consecuencia del pecado.
Los puso en conflicto con Dios (Gn 3.7, 8). Antes de pecar, Adán y Eva amaban al Señor, pero después sintieron miedo y trataron de ocultarse de su presencia, como consecuencia de la vergüenza y la culpabilidad. Solo una mordida al fruto prohibido arruinó toda su existencia, incluyendo la relación con su Creador. Su desobediencia trajo maldición a la tierra, dificultad para saciar las necesidades, dolor y sufrimiento, y eventualmente la muerte (versículos 17-19). Quedaron separados de Dios espiritual y físicamente, pues los echó fuera del Edén.
Puso a sus hijos en conflicto (Gn 4.1-8).
El pecado de Adán y Eva no solo afecto sus vidas, sino también la de sus hijos. La desobediencia no es un evento aislado, pues sus consecuencias siempre se extienden de una manera u otra a la vida de las demás personas. Adán y Eva tuvieron dos hijos: Caín, un agricultor y Abel, un pastor de ovejas. Cuando los dos decidieron traer sacrificios ante Dios, Caín trajo del fruto de la tierra, pero Abel ofreció un animal del rebaño.
Después del pecado de Adán y Eva, el Señor les había mostrado que las hojas de la higuera no podían cubrir su desobediencia, sino solo la sangre de un animal, al cual mató para cubrir sus cuerpos con su piel. Dios les mostró que el precio del pecado es la muerte, y que el derramamiento de sangre es esencial para obtener el perdón de pecado. Así que la única manera en la que debían acercarse a Él para adorarle era con un sacrificio de sangre.
Caín conocía lo que el Señor demandaba; pero, en vez de darle a su hermano algunos de sus frutos por uno de sus corderos, sencillamente trajo un sacrificio que no contenía sangre. Al ver que el Señor no lo aceptó, se llenó de enojo y celos hacia su hermano, hasta que terminó matándolo.
El pecado es progresivo en su naturaleza y se intensifica con el tiempo. Primero, Eva pecó al comer del fruto; luego le dio a su marido, quien también lo ingirió; y después, el pecado pasó a toda su familia, trayendo como resultado la muerte de su hijo Abel. En Romanos 6.23 se nos dice que: “la paga del pecado es muerte”.
Nunca sabremos adonde nos llevarán las consecuencias del pecado. Aunque tratemos de ocultar nuestra desobediencia, no podremos detenerla y empeorará. La única solución al pecado es la sangre de Jesucristo.
Puso a toda la humanidad en conflicto con Dios (Gn 3.22-24). La desobediencia de Adán y Eva les costó su futuro. Fueron expulsados por Dios del Edén, para que no comieran del fruto de la vida, sino que vivieran en su condición pecaminosa y separados de Él por el resto de sus vidas.
Sin embargo, el Señor les proveyó la piel de un animal que había sacrificado, para demostrarles que el perdón solo puede obtenerse con derramamiento de sangre. Esto fue un símbolo de lo que Dios haría al enviar a su Hijo a morir en la cruz para pagar con su muerte el castigo del pecado de toda la humanidad.
Adán y Eva fueron perdonados por medio de la fe en la promesa de Dios relacionada con el derramamiento de sangre; pero sufrieron consecuencias por su pecado. Tuvieron que irse del Edén, sudar para ganarse el sustento diario y vivir con una naturaleza pecaminosa.
El pecado siguió creciendo con el paso del tiempo. Al llegar a los días de Noé “la maldad de hombres y mujeres iba en aumento. Siempre estaban pensando en hacer lo malo, y sólo lo malo” (Gn 6.5 TLA). Solo Noé halló gracia ante los ojos de Jehová, porque era un hombre justo que caminó con Dios (v. 8). Todas las demás personas, con excepción de Noé y su familia, perecieron en el diluvio.
El pecado sigue destruyendo nuestra vida. Puede que no veamos sus consecuencias de manera inmediata, pero tarde o temprano vemos sus resultados. La única manera correcta para lidiar con el pecado es admitir ante el Señor que le hemos desobedecido. Debemos confesar nuestros pecados, aceptando que hemos desobedecido a Dios y pedirle que nos perdone por la sangre que Jesucristo derramó en la cruz (1 Jn 1.9).
REFLEXIÓN
¿Qué tan a menudo se detiene a pensar en las consecuencias antes de caer en tentación? ¿Ha reflexionado en todo lo que puede suceder si escoge dejarse guiar hacia el pecado? De hacerlo, ¿cómo ha cambiado su manera de pensar en cuanto a ese asunto?
¿De qué manera el pecado le ha causado conflicto con otras personas? ¿Qué ha hecho el Señor en su vida para cambiar la actitud pecaminosa que antes tenía y restaurar su relación con otros?
La relación más importante que se ve afectada por el pecado es la que tenemos con Dios. ¿Se ha arrepentido usted ante Cristo para recibir su perdón y ser reconciliado con nuestro Padre celestial? Si aún no ha hecho esto, por favor, hágalo hoy.