Efesios 6:10-11. La Armadura de Dios
10 Por lo demás, hermanos míos, fortaleceos en el Señor, y en el poder de su fuerza. 11 Vestíos de toda la armadura de Dios, para que podáis estar firmes contra las asechanzas del diablo.
Todos hemos oído decir que Dios nos ama y que tiene un plan maravilloso para nuestra vida. Sin embargo, de ahí se deduce también que Satanás nos odia y tiene un plan nefasto para nuestra vida. Hay un diablo en este mundo, y es el adversario de Dios.
Él fue creado por Dios pero cayó en el pecado de orgullo y estableció su propio reino oscuro y maligno, y quiere que nosotros seamos parte de él. Incluso es posible que ya haya planeado nuestra propia caída.
Aunque solo puede estar en un lugar a la vez, nos hace pensar que está en todas partes, porque tiene demonios a su servicio. El nombre de Satanás significa «adversario», y otro de sus nombres, «diablo», significa «acusador» o «calumniador».
Satanás introduce en nuestra mente pensamientos con la intención de que creamos que son nuestros. Un buen ejemplo es lo que sucedió a Ananías y Safira, que mintieron al decir que habían entregado a la iglesia todo el dinero recibido de la venta de su terreno, cuando en realidad habían guardado para sí parte del precio (Hch. 5:1-10).
Note que Pedro preguntó a Ananías: «¿por qué has permitido que Satanás llenara tu corazón? Le mentiste al Espíritu Santo…» (v. 3). Piensa en esto: si la pareja se hubiera dado cuenta de que el diablo había puesto en sus mentes esos planes engañosos, se habrían aterrorizado. Sin embargo, como el diablo no puede ser visto, y puesto que ellos creyeron ser los autores de esta idea engañosa, no temieron decir una mentira.
Cuando abrimos nuestra mente y nuestro corazón al pecado, Satanás nos infunde pensamientos equivocados. Por lo general, ahí se originan la división, el odio, la falsa culpa, la ira, la inmoralidad, la rebelión, y nuestra permisividad frente a las prácticas ocultas. Con frecuencia, un supuesto problema demoniaco es en realidad un problema de pecado. Como dice un amigo nuestro: «Cuando te deshaces de la basura, las moscas se van».
Con razón dice Pablo: «Vestíos de toda la armadura de Dios, para que podáis estar firmes contra las asechanzas del diablo.» (Ef. 6:11). Si usted es un creyente y piensa que no está en una batalla o que no es un blanco de Satanás, quizá sea porque usted no representa una amenaza para él. O puede que usted esté engañado.
Lea por favor Efesios 6:10-18, donde Pablo enumera las piezas de «la armadura de Dios» que nos protege de los engaños de Satanás. Pablo nos describe en una lucha libre contra el diablo y sus fuerzas, y es una batalla hasta el final.
La primera pieza de la armadura que Pablo menciona es el cinturón de la verdad. En aquellos días, el cinturón de un soldado sostenía todo lo demás. Cuando no estaba en combate directo, gran parte de su equipo pendía de su cinturón.
El «cinturón de la verdad» es por supuesto una referencia a la verdad que Dios ha establecido y revelado por medio de su Palabra (Juan 17:17). Llevar puesto el cinturón nos guarda de creer en el error y de entreneter engaños conocidos o desconocidos.
En su libro La guerra santa, Juan Bunyan describió la batalla por la mente que todos libramos. En el libro, Diabolos y otros demonios discuten acerca de cómo van a engañar y embaucar a las personas. Recuerde que el objetivo de ellos es hallar una entrada al «alma del hombre».
Uno de los demonios habló de estrategia: «Los persuadiremos con zalamerías, los tentaremos, pero al final mentiremos, mentiremos, mentiremos». Esa es la estratagema de Satanás, y el cinturón de la verdad saca a la luz estas mentiras.
Satanás aborrece la verdad, y habla la verdad sólo cuando se ve obligado a hacerlo. En el Nuevo Testamento, cuando los demonios estaban en presencia de Jesús y dijeron: «¡Yo sé quién eres: el Santo de Dios!» (Mr. 1:24), decían la verdad, pero solo porque tuvieron que hacerlo.
Luego siguen las otras piezas de la armadura: la coraza de la justicia de Dios, el calzado de la paz, el escudo de la fe, el casco de la salvación, y la espada del Espíritu.
¿Cómo nos ponemos las diferentes piezas de dicha armadura?
En primer lugar, por medio de la oración. Pablo dijo: «Oren en el Espíritu en todo momento y en toda ocasión» (v. 18). Orar «en el Espíritu» es mucho más que decir las palabras correctas.
Es la oración que brota de un corazón rendido y que se origina en las promesas de la Palabra de Dios. Significa que empezamos cada día no solamente consagrando nuestro día a Dios, sino declarando nuestro deseo de ser protegidos de las tentaciones que sin duda vendrán.
En segundo lugar, no debemos considerar estas piezas de la armadura como elementos aislados, como si pudiéramos ir a la batalla solo con algunas de ellas. Vistas de una manera, debemos usar todas las piezas de la armadura si queremos prevalecer frente a «fuerzas poderosas de este mundo tenebroso y contra espíritus malignos de los lugares celestiales» (v. 12).
Por tanto, debemos ver la armadura de Dios como un estilo de vida; debe convertirse en parte de lo que somos como creyentes. Nuestra vida debe caracterizarse por la verdad, la justicia, y una disposición para comunicar el evangelio.
Debemos vivir una vida de fe, estar seguros de nuestra salvación, y saber cómo estudiar y usar la Palabra de Dios. Satanás no huye porque usemos las palabras correctas, por importante que esto sea. Más bien huye cuando ve a un creyente íntegro que muestra una gran devoción a Dios y a su Palabra.
En la iglesia Moody, donde servimos y asistimos, hay una terraza en el techo diseñada para acomodar hasta 250 personas. Puesto que es exterior tenemos un problema constante con las palomas que bajan y se quedan en la terraza, lo cual, como podrá imaginar, causa problemas de limpieza.
Los miembros de nuestro consejo de administración tuvieron una idea brillante: compraron una cinta de audio con los sonidos de un halcón cuando caza una paloma. La cinta se reproduce aproximadamente cada dos minutos en la terraza. Como podrá adivinar, desde que se usa esta grabación, ¡nunca se ha vuelto a ver una paloma!
A Satanás le encanta mofarse de nosotros, aparenta un gran poder y nos asusta con amenazas de destruirnos en algún momento. Pero, al igual que la cinta que se oye en la terraza, estas amenazas carecen de poder si nos hemos puesto la armadura de Dios. Satanás puede intimidarnos, pero él ya ha sido completamente derrotado por Cristo. Su alarido de presunta victoria no es más que un chillido de derrota.
Nosotros podemos prevalecer en el día malo, porque Aquel que está en nosotros es más poderoso que el que está contra nosotros (1 Jn. 4:4). ¡Pero no descuidemos nuestra armadura!
Reflexión y cambio personal
- 1. Después de considerar la historia de Ananías y Safira, piense en el tipo de tentaciones que irrumpen en nuestra mente y cómo Satanás está detrás de ellas.
- 2. ¿Cuántos pasajes de la Biblia conoce usted que hablen de la actividad de Satanás en relación con nuestras tentaciones? ¿Qué aprendemos de estos pasajes acerca de cómo resistir al diablo? (Véase especialmente Stg. 4:6-10, 1 P. 5:6-10).
- 3. «Con frecuencia, un supuesto problema demoniaco es en realidad un problema de pecado». Enumere pecados que permitimos y que podrían dar ocasión al enemigo para influir en nuestra vida (ver un ejemplo en Ef. 4:26-27).
- 4. Con su Biblia abierta en Efesios 6:10-18, enumere las partes de la armadura que debemos vestir. Al lado de cada una, anote una descripción de lo que usted considera que debería significar para nuestra vida.
- 5. Si seguimos el ejemplo de Jesús, ¿cómo podemos usar las Escrituras como respuesta frente a los ataques de Satanás?
- 6. Versículos adicionales para memorizar: Efesios 1:18-21; 6:12-17; 2 Timoteo 2:3-4.