Muchas personas piensan que es creer algo en lo que pueden estar seguras. Pero ¿sabía usted que para el cristiano la fe es también un camino?
En el momento de la salvación, el creyente da su primer paso, y a partir de ese punto camina en una relación con Jesús. Este viaje es la experiencia más emocionante de la vida, porque estamos aprendiendo a conocer a nuestro Salvador y a cumplir con lo que Él nos ha llamado a hacer.
Cualquier camino es más fácil si uno conoce a alguien que lo ha recorrido antes. Gracias a Dios, tenemos la Biblia, la cual está llena de maravillosos ejemplos de personas que transitaron el mismo camino en que estamos nosotros hoy.
Abraham fue un hombre que experimentó tanto confianza como confusión en su caminar con Dios, por medio de éxitos y fracasos, certidumbre y duda, experiencias en la cumbre y en valles de desesperación.
Cuando examinamos su peregrinaje de fe, encontramos seis palabras que nos ayudan a entender lo que podemos esperar al imitar sus pasos.
• PROPÓSITO. En primer lugar, debemos entender que Dios nunca hace nada sin un plan. Sus propósitos han sido fijados y cumplidos desde la creación (Is 46.9, 10). Él tiene planes para la vida suya también, pero la única manera de descubrirlos es recorrer el camino de la fe con Él. Aunque usted no llegue a entender todas las vueltas y giros a lo largo del camino, sí podrá confiar en la fidelidad y en el poder ilimitado de Aquél que le guiará.
Cuando Abraham escuchó al Señor por primera vez, no tenía idea de que su historia quedaría registrada para ser leída por las generaciones futuras. Y gracias a que fue fiel al dar ese primer paso, la nación de Israel fue establecida, y nació el Salvador del mundo.
¿Ha pensado usted alguna vez en lo que Dios pudiera hacer en su vida si caminara obedientemente con Él? El Señor no nos dice siempre lo que está haciendo; simplemente dice: “Sígueme”. Entonces, cuando damos un paso de fe, Él nos da más dirección. Si recibiéramos todos los detalles, nos perderíamos la emoción de caminar con Él, y las bendiciones que Él quisiera darnos.
• PERPLEJIDAD.Cuando el Señor le dijo: “Vete de tu tierra… a la tierra que te mostraré (Gn 12.1-3), Abraham no tenía idea de dónde terminaría su viaje o de cuáles serían los resultados a largo plazo. Su mente debió estar inundada de preguntas.
Del mismo modo, nuestro caminar con Dios puede ser difícil de entender. A veces, nos pide que vayamos a lugares que parecen ilógicos o que hagamos cosas sin sentido. Pero somos llamados a andar por fe —no por vista, sentimientos o razonamientos humanos.
Es por eso que no podemos tomar decisiones basándonos en lo que nos parece lógico. Las decisiones correctas se toman solo cuando tenemos en cuenta lo que es lógico para Dios. Sus pensamientos y sus caminos son más altos que los nuestros (Is 55.8, 9).
La única manera de recibir más entendimiento del Señor, es mediante el estudio de su Palabra. Al examinar lo que Él desea para nosotros, y en la manera como trabajó en las vidas de hombres y mujeres de la Biblia, comenzaremos a ver los acontecimientos desconcertantes de nuestras vidas desde su perspectiva. Algún día todas nuestras preguntas serán respondidas, y todo tendrá sentido.
Veremos cómo estuvo haciendo que todo resultara para bien, conforme a su buen propósito en cada situación —incluso en las dolorosas. No tenemos que comprender siempre lo que está haciendo; lo único que tenemos que hacer es obedecer y dejar todas las consecuencias en sus manos.
• PACIENCIA. Somos una generación apresurada, pero Dios nunca tiene prisa. En el camino de la fe, hay dos indicaciones —“Reduce la velocidad”, y “Espera aquí”— y no nos gusta ninguna de ellas. Si usted es como yo, querrá mantenerse en movimiento y seguir adelante con lo que sea que el Señor le haya llamado a hacer.
A veces, tenemos la idea de que si Él nos dice que demos dos pasos al frente, cinco serían mejor. Pero recordemos que Dios ha planificado perfectamente nuestra ruta de acuerdo con su cronograma. Si Él dice que espere, usted tenga la seguridad de que Él está trabajando para lograr el mejor resultado posible —un resultado que dará testimonio de su fidelidad, y que le glorificará.
En la vida de Abraham vemos tanto las bendiciones de esperar en el Señor, como las consecuencias de adelantarse a su plan. Cuando Dios le dijo que dejara su tierra, Abraham salió obedientemente de Harán y se estableció en la tierra de Canaán (Gn 12.4-8). Incluso edificó un altar para adorar al Señor. Sin embargo, cuando hubo una hambruna, Abraham decidió no confiar en el Señor o esperar en su provisión. En vez de eso, se fue a Egipto con su familia (v. 10).
• PROTECCIÓN. A pesar de que caminar por fe puede parecer arriesgado, el camino de Dios es, en realidad, el más seguro, ya que Él siempre protege a quienes viajan con Él. Cuando el Señor llamó a Abraham, le prometió: “Bendeciré a los que te bendijeren, y a los que te maldijeren maldeciré” (v. 3).
Este mismo principio de la protección divina se ve a lo largo de todas la Biblia. Aunque Dios no siempre nos libra de las adversidades, sí nos ayuda a atravesar las pruebas. De hecho, las utiliza para mejorar nuestra relación con Él.
El Señor interviene incluso a nuestro favor cuando estamos en dificultades como resultado de nuestras decisiones imprudentes. Cuando cometemos un desliz en nuestra fe, Él no nos abandona. Entiende nuestras debilidades y sabe cuándo tenemos un corazón inclinado a Él.
¿Significa esto que no tendremos que sufrir las consecuencias de nuestras malas decisiones? De ninguna manera. El principio divino de la siembra y la cosecha sigue vigente (Gá 6.7). Veamos el incidente entre Sara y Agar. El nacimiento de Ismael dio como resultado estrés y conflicto en la familia de Abraham. Sin embargo, aunque el torpe intento de Sara de tener un hijo complicó el plan del Señor, eso nunca frustró sus propósitos. El hijo prometido, Isaac, llegó de todas maneras de acuerdo con el plan de Dios (Gn 21.1, 2).
• PÉNDULO. Al caminar usted con el Señor, habrá momentos en que sentirá que su vida espiritual oscila como un péndulo entre la fe y la duda: sabe lo que dice la Palabra de Dios, pero las circunstancias y sus sentimientos le dicen algo totalmente diferente. A Abraham, sin duda, le fue difícil algunas veces creerle a Dios.
Su fe era fuerte cuando comenzó su peregrinación, pero cuando las dificultades lo amenazaron, o el Señor pareció ir despacio para cumplir sus promesas, las dudas se apoderaron de su fe.
Sin embargo, en el momento que Abraham enfrentó la mayor prueba de su vida, su fe se había vuelto tan fuerte que obedeció diligentemente la orden de Dios de sacrificar a Isaac en el altar (22.1-18). Porque creyó que Dios podía hacer lo imposible, pasó la prueba de fe, y el Señor salvó a Isaac.
• PAZ. Porque Abraham había aprendido a confiar en Dios, experimentó la paz maravillosa que significa tener una relación con el Señor. ¿Y no es eso lo que todos necesitamos? Hermano, no hay paz fuera del camino de la fe. No es cuestión de tener todo lo que deseamos, sino de desarrollar una actitud de confianza y tomar la determinación de obedecer, sabiendo que Dios siempre nos lleva por el camino correcto.
Cuando se trata de la fe, tenemos ventajas que no estuvieron al alcance de Abraham. En primer lugar está la Biblia, que revela la perspectiva de Dios en cuanto a la fe, y que nos permite aprender de los éxitos y los fracasos de quienes nos precedieron.
En segundo lugar, tenemos la encarnación del Hijo de Dios que ocurrió 2.000 años después de Abraham; este patriarca no solo careció de todo lo que el Nuevo Testamento revela acerca de Jesucristo, sino además de la presencia interior del Espíritu Santo, como sí la tenemos los creyentes hoy.
Abraham demostró fe por la revelación que le había sido dada (1 Co 3.11; He 9.10). Al hacer nosotros lo mismo cada día, experimentaremos la paz que sobrepasa todo entendimiento y la emoción de seguir a Cristo, paso a paso, en el poder del Espíritu Santo.
Fuente: Ministerios En Contacto