Lucas 1:26-38
El llamado “espíritu de la Navidad” que tanto se anuncia en estos días tiene como único propósito despertar el apetito comercial, banal, estomacal y hasta el apetito sensual, pero jamás el apetito espiritual. Esta es una época para el derroche material, el desenfreno de la carne, la glorificación a lo efímero y el menosprecio a la memoria de quien es y a quien pertenece la Navidad.
Es como lo ha dicho Herbert W. Armstrong en su libro sobre la “la pura verdad acerca de la Navidad”, quien al referirse al mal llamado “espíritu de la época”, ha expresado lo siguiente:
“La Navidad se ha convertido en una temporada comercial. Es patrocinada, mantenida viva, por las más fuertes campañas publicitarias del año. Usted ve a un ‘Santa Claus’ enmascarado en muchas tiendas. Los anuncios nos mantienen engañados acerca del ‘hermoso espíritu navideño’.
Los periódicos, que venden anuncios, imprimen floridos editoriales exaltando y elogiando la temporada pagana, y su ‘espíritu’. Una ingenua población se ha impregnado tanto, que muchos se ofenden cuando se les dice la verdad.
Pero el ‘espíritu navideño’ es creado cada año, no para honrar a Cristo, ¡sino para vender mercancía! Igual que todos los engaños de Satanás, que aparece como un ‘ángel de luz’, lo hacen parecer bueno.
¡Billones de dólares son gastados en este frenesí de comercialización cada año, mientras la causa de Cristo debe sufrir! ¡Es parte del sistema económico de Babilonia! Hemos profesado ser naciones cristianas, pero estamos en Babilonia, tal como lo predijo la profecía bíblica, ¡y no lo sabemos! ‘Salid de ella, pueblo mío, para que no seáis partícipes de sus pecados, ni recibáis parte de sus plagas’ — las cuales vendrán pronto — es la advertencia de Apocalipsis 18:4.
Este año, en vez de intercambiar regalos, ¿por qué no poner ese dinero en la Obra de Dios?”. Esta es la forma como una sociedad consumista, materialista y hasta pagana, celebra la Navidad. Usted va a observar que el gran ausente de este cumpleaños será Jesús mismo. No le darán regalos, no le adorarán; es más, ni siquiera lo mencionaran. Así es como la humanidad sin Cristo celebrará la Navidad. No hay nada de asombroso para el mundo, pero no fue así como nació la Navidad. Toda ella está llena de hechos asombrosos. Estudiarlos nos hará amar más al Salvador.
LA NAVIDAD NOS PRESENTA UN PLAN ASOMBROSO
1. Una virgen embaraza v. 27. Dios es puro y santo, por lo tanto él tuvo que escoger un lugar según su naturaleza para que naciera su Hijo.
El vientre de la virgen sería como el “lugar santísimo” donde Dios revelaría su gloria a través del Hijo que nacería. ¿Esto le parece extraño? Y entonces ¿cómo entendemos a Juan cuando nos dice que “el verbo se hizo carne y habitó entre nosotros (y vimos su gloria…” (Jn. 1:14)? Si Dios escogió el vientre de una virgen para que naciera su Hijo, esto constituye un sentido de asombro porque nos revela el plan de Dios que anticipadamente había predicho. De esta manera, Lucas nos dice que el ángel vino a una “virgen”, no a otro tipo de mujer.
La palabra usada acá es para una mujer sexualmente pura. No es casualidad que en el mismo texto se repite dos veces la palabra “virgen” para describir la clase de persona que fue escogida por Dios para su propósito eterno. Esto significó que Dios envió al que es hoy nuestro Salvador a través del vientre de una mujer para que tuviera un cuerpo humano, más no nuestra naturaleza, en lo que respecta al pecado.
A través de la concepción virginal, Dios le dio un cuerpo y su propia naturaleza humana a su Hijo. De esta manera, este plan virginal, constituye la doctrina fundamental de la fe cristiana.
2. Una virgen favorecida v. 28. Dios prometió enviar a su Hijo al mundo a través de una mujer (Gn. 3:15).
Esta es una afirmación muy extraña. Se nos dice que el bebé por venir sería de la “simiente de la mujer”. ¿Qué significa esto? Que la “semilla” es proporciona por los miembros masculinos de cada especie. Por lo tanto, este versículo se constituye en la primera profecía de la concepción virginal del Señor Jesucristo. En aquel tiempo, Adán y Eva no entendieron las palabras de Dios, ni tampoco Satanás, pero ya esto formaba parte de Su plan redentor.
El bebé que Dios enviaría no tendría nada que ver con alguna participación humana. La profecía de Isaías 7:14, que refiere al nacimiento de una virgen, y luego la confirmación del ángel Gabriel a María (Lc. 1:28), reafirma lo dicho por el Señor. ¿Por qué es importante esto? Porque el pecado y su naturaleza se trasmiten a través del hombre. Cada bebé que nace bajo una relación sexual ya trae consigo el germen del pecado en su vida; ya posee una naturaleza pecaminosa (Ro. 3:10-23). Más no así con el bebé Jesús. Lo que haría diferente al nacimiento de Jesús con el resto del mundo es que él era, y es, Dios en la carne (Jn. 1:1).
3. Una virgen preparada v. 38. La historia nos dice que toda niña judía fiel a Dios esperaba al Mesías.
Pero no solo le esperaba sino que anhelaba que ella pudiera ser el instrumento escogido por medio del cual Dios enviaría su Mesías prometido. Cuando el ángel se apareció a María, ella se sorprendió y se turbó, sin embargo estaba preparada para responder a la voluntad del Señor, por cuanto era fiel a él (v. 38). Todo esto nos hace pensar que Dios en su gracia ya había comenzado una obra en aquel joven corazón, mucho antes de aquel momento, de modo que cuando el ángel le comunicó la noticia, María estaba preparada y dispuesta a hacer todo lo que el Señor deseara de ella.
¿Había pensado en la fe que tuvo María para responder al Señor como lo hizo? Para una joven soltera quedar embarazada era convertirse en el foco de la vergüenza, la deshonra y una segura sentencia de muerte. Pero María estuvo dispuesta a soportarlo todo con tal de agradar a su Dios. ¿Tendremos nosotros la misma actitud de María en un momento tan crucial como aquel? Sigamos este hermoso ejemplo de obediencia. Seamos verdaderos instrumentos en Sus manos para hacer la voluntad de Dios siempre (Jn. 14:15, 21).
LA NAVIDAD NOS PRESENTA UNA PROMESA ASOMBROSA
1. Un nombre sobre todo nombre v. 31, 32.
Era común entre los padres judíos llamar a sus hijos “Jesús”, cuyo equivalente en la lengua hebrea era “Josué”. Ambos nombres significaban “El Señor es salvación”. Cuando Cristo apareció ese nombre era muy popular, pero la diferencia estuvo cuanto la gente comenzó a identificar ese nombre con David. “Jesús, hijo de David” fue el nombre como se conoció al Mesías prometido. Cuando el ángel anunció a María el nombre, y con esto la revelación de su propósito, esta joven judía entendió que sólo un niño podía llevar este nombre con tal significado.
Así que el nombre “Jesús” tenía que ver con la naturaleza humana del Mesías prometido y su tarea de salvar a la humanidad.
Pero la promesa de ese nombre humano tenía su contraparte en la promesa de un nombre divino, por cuanto el ángel también dijo que el bebé de Belén “será grande, y será llamado Hijo del Altísimo”. No hay muchos hijos de Dios con mayúscula, sólo hay Uno a quien se le llamará por siempre “Hijo de Dios”. El término “Hijo del Altísimo” es una clara referencia a alguien que tendría la misma naturaleza divina, según Isaías 7:14. Él, pues, sería Hijo del Hombre pero a su vez sería el Hijo de Dios. Lo que iba a ser grande al bebé Jesús, es que también sería “Dios con nosotros”.
2. El que se sentará en el “trono de David” v. 32b.
Hay mucha referencia en la Biblia acerca del Mesías y su relación con el “trono de David”. Mateo lo presenta casi siempre como el “hijo de David”, para referirse a su condición como el Mesías salvador. Pablo, cuando predicó en Antioquia de Pisidia, habló de David con estas palabras: “He hallado a David hijo de Isaí, varón conforme a mi corazón, quien hará todo lo que yo quiero”. Luego hace la siguiente aplicación: “De la descendencia de éste, y conforme a la promesa, Dios levantó a Jesús por Salvador a Israel” (Hch. 13:22, 23).
Y aunque toda esta parte se ha cumplido, pues Jesús es nuestro común Salvador, el acontecimiento de subir como rey en el trono de David está por venir. El día, pues, llegará cuando “se le dará el trono de David su padre”. Así que Jesús, como descendiente de David se sentará en el trono de éste cuando reine en el milenio venidero (2 S. 7:16; Sal. 89:3-4, 28-29).
Un hecho asombroso de la Navidad ha sido el recordarnos a través del ángel que visitó a María, el futuro cumplimiento de esta profecía. Muy pronto la iglesia será arrebata y después vendrá el “Deseado de todas las naciones” para establecer su reino de paz.
3. “… y su reino no tendrá fin” v. 33.
Todos los reinos terrenales, incluyendo los grandes imperios han llegado a su fin. Bueno, no podía ser de otra manera. Aún los que han sido más poderosos se han acabado y ahora forman parte de la historia universal que leemos. Pero esto no pasará con el reino de Jesucristo. Observe que el ángel Gabriel en tres versículos revela a aquella adolescente judía, no solo la naturaleza humana y divina que tendría el bebé, sino también el reino terrenal y eterno que establecería el Señor como parte del cumplimiento final de los tiempos.
“Reinará sobre la casa de Jacob para siempre”. Esto significa que aunque en su nacimiento y vida Jesús fue rechazado por su pueblo, al final reinará sobre aquella nación eternamente. Será el reino que comenzará con los “cielos nuevos y tierra nueva”. A partir de allí habrá un reinado que jamás se acabará. Un reino universal y eterno. ¿Puede imaginarse algo parecido? La eternidad es la característica de este reino, porque esto se deriva de la naturaleza del Rey: Jesús es Dios y eterno Rey. Con esta promesa, María disipó todas sus dudas acerca del mesianismo de Jesús. Ahora su temor se convirtió en gozo. En eso consiste la Navidad.
LA NAVIDAD NOS PRESENTA UN PODER ASOMBROSO
1. “¿Cómo será esto? pues no conozco varón” v. 34.
Esta es la natural pregunta que todo humano se haría. Así que María escucha las palabras del Gabriel, pero confiesa con humildad que no sabe cómo se hará esto. Ella, como todos los judíos, esperaba que el Mesías naciera mediante el proceso natural. Y aunque si bien es cierto que estaba desposada con José, lo cierto es que su pregunta de “no conozco varón” tenía un sentido lógico.
María era una virgen y se estaba conservando en esa condición para cuando se cumpliera el tiempo de su desposorio. Y es en este escenario donde entra el poder de Dios para vencer las dudas. Así que frente al dilema de María, el ángel tiene la respuesta. Lo que está a punto de suceder es el milagro más grande que el mundo haya conocido. Es el hecho más asombroso.
Gabriel, el poderoso ángel de la Navidad ahora pasa del anuncio del nombre y del reinado del Mesías, a la revelación sobre cómo será esto, la pregunta de María. El versículo 35 se constituye en la cumbre de toda la teología. El Espíritu Santo sería el encargado de este milagro. La encarnación del Hijo se dio por la obra del Santo Espíritu. Este es el más grande poder divino que se haya conocido, aún superando el que se dio en la creación. El Espíritu Santo cubrió a María para este santo y único milagro.
2. “Porque nada hay imposible para Dios” v. 37.
Gabriel conocía muy bien a su Dios. Seguramente él había sido testigo de su poder en la creación. Era testigo de su gloria celestial, que es una manifestación de su inmenso poder. Si alguien sabia que “nada hay posible para Dios”, era él. Él conocía bien los milagros de Dios. Un milagro se define como la alteración de las cosas naturales para ver algo sobrenatural. Así que María estaba a punto de ver esto. De esta manera Gabriel se dirige al problema que María tenía a través de una promesa (v. 35); ofreciéndole una prueba (v. 36), y finalmente le declara el poder de Dios (v. 37).
¿Qué puede ser imposible para Dios? El problema es la duda y la falta de fe que hace imposible la obra de Dios. Y para que no quedara un vestigio de duda en la joven judía, Gabriel le habla de otro milagro que ya estaba gestándose. Su parienta Elizabeth estaba embaraza, pero el asunto es que ella era estéril, y según su condición física, un embarazo a estas alturas era imposible. Concebir en la vejez es sólo un milagro divino, pero el caso de Elizabeth fue mayor, pues ella traería en su ancianidad al más grande de los profetas: Juan el Bautista. Así tenemos que en la Navidad se desataron todos los poderes, “porque no hay nada imposible para Dios”.
CONCLUSIÓN: Al escuchar sobre esta concepción virginal, y pensar en Dios enviando a su Hijo a este mundo por los pecadores, podríamos preguntarnos, ¿por qué Dios permitió que el Hijo muriera por los perdidos? Sólo hay una respuesta y una sola razón: ¡Él te ama intensamente! La Biblia declara su amor (Juan 3:16), y la muerte de Cristo en la cruz del Calvario lo demuestra (Rom. 5:8).
El Cordero bendito de Dios fue enviado a este mundo a través del vientre de la virgen María para que él pueda nacer sin pecado, vivir una vida sin pecado y morir por el pecado en la cruz. Por lo tanto, la pregunta no es realmente ¿por qué hizo Dios esto? La pregunta es ¿qué has hecho tú con este sacrificio? ¿Has confiado en Jesús como tu Salvador? ¿Eres realmente salvo por su gracia? Este es el hecho asombroso de la Navidad. Que no pase esta Navidad sin que conozcas a Aquel que es la razón de ella: Jesucristo el Salvador.