MÁS QUE VENCEDORES Predicas cristianas de Cash Luna . Romanos 8:28-39
Podríamos pasar dificultad, pero la fe y la obediencia nos garantizan la victoria que Jesús ya obtuvo por nosotros.
No sé mucho sobre muchas cosas, pero me encanta aprender, descubrir y conocer. Una tarde, recibí el mensaje de texto de un amigo fanático del arte que emocionado me comentaba: «¡Puedes creer que Joaquín Sabina publicó un libro con sus dibujos!». Como no sabía de lo que me hablaba, lo escuché atentamente y me encantó la noticia.
Resulta que, en 2016, salió a la venta una pieza de arte sin igual, el libro Garagatos, edición limitada (de solo 4.998 ejemplares) que contiene los dibujos de Joaquín Sabina; sí, el famoso poeta y trovador español. Él mismo dice en una entrevista que para nada se cree un pintor o dibujante, que sus dibujos son expresiones personales y que nunca tuvo intención de publicarlos, por tanto, le sorprende que una editorial se interesara en ellos y que produjera una obra tan exquisita y delicada.
Sin embargo, los dibujos no dejan duda del talento gráfico de Sabina. Quienes aman su poesía traducida en canciones, como mi amigo, con los ojos cerrados se embarcarían en la aventura de motivarlo en su faceta de pintor.
Al tener fe en el artista, tienen fe en su creación. Suena lógico, ¿verdad? Si decimos creer en alguien significa que creemos en lo que hace. Entonces, si decimos creer en Dios, ¿por qué no tendríamos fe en Su creación? Si todo lo que ha hecho es bueno, más aún lo somos nosotros, los seres a quienes hizo a Su imagen y semejanza y adoptó como hijos.
Por lo tanto, nuestra fe en Dios debe reflejarse en la confianza en nosotros, en las habilidades y destrezas que nos regaló y que, unidas a Su gracia, son la combinación perfecta para lograr proezas.
Al tener fe en el artista, tienen fe en su creación.
Cierta vez, un niño llevó a su madre una nota de la escuela. El niño la vio abrir el sobre sellado, sacar la nota y leerla con los ojos llenos de lágrimas. Luego, ella, al notar la ansiedad en los ojos del niño, leyó la nota en voz alta: «Su hijo es un genio, esta escuela es muy pequeña para él y no tenemos buenos maestros para enseñarle, por favor enséñele usted».
Muchos años después, cuando falleció la madre, el hijo que obviamente ya era un hombre, encontró la carta entre algunas cosas viejas de la familia. La tomó y la leyó: «Su hijo está mentalmente enfermo y no podemos permitirle que venga más a la escuela, por lo que usted deberá enseñarle».
El hombre lloró durante horas al ver la realidad que hubiera marcado su vida de forma diferente, pero que no le afectó, gracias a la fe que su madre tuvo en él cuando apenas era un niño. Entonces, escribió en su diario: «Thomas Alva Edison fue un niño mentalmente enfermo, pero por una madre heroica se convirtió en el genio del siglo».
¡Dios tiene esa misma fe en nosotros! Así que no hay razón para que te menosprecies o escuches las voces del mundo que intentan debilitarte. Él te conoce, te formó, sabe cuál es tu potencial y lo que eres capaz de lograr. Por lo tanto, no tienes derecho a dudar de ti.
Confía en tu Creador porque Sus obras son buenas y siempre tienen un propósito. Vivir por fe es alinearnos al pensamiento de Dios y aceptar el reto que implica haber sido preparados para alcanzar grandes objetivos. Así de sencillo. ¡Créele y cree en ti!
Además, en la vida enfrentamos muchas batallas que requieren de nuestra confianza en lo que somos capaces de lograr. Y de cierta forma me gusta pensar que nuestras batallas están arregladas porque Jesús ya nos ha dado la victoria. Él venció al pecado y a la muerte, por lo que, según Su promesa, somos más que vencedores. Él peleó la batalla y la ganó, entonces nosotros recibimos el beneficio sin haber muerto en la cruz.
Es como un boxeador que recibe los golpes en el cuadrilátero, gana el título por knockout y le entrega el cheque del premio a su esposa. El deportista derribó al contrincante, pero su esposa es más que vencedora porque obtuvo la recompensa sin pelear.
Tal como sucedía en la película Cinderella Man, en la que el boxeador Jim Braddock recibía tremendas palizas en el cuadrilátero con tal de que su esposa no se viera en la necesidad de descuidar la crianza y cuidado de sus hijos para ponerse a trabajar. Braddock peleaba y ganaba para que su familia estuviera bien.
Ellos recibían la victoria por gracia de su padre. En la vida real, esta victoria que recibimos por gracia se compara con la situación de nuestros hijos, a quienes hacemos más que vencedores porque les damos la oportunidad de estudiar sin que tenga que trabajar. Nos esforzamos por ellos, para abrirles paso a buenas oportunidades. Peleamos la batalla y obtenemos los recursos para que puedan recibir los beneficios. ¡Así de generoso y misericordioso es el Señor, porque confía en nosotros, Sus hijos!
¿Cómo podemos identificar a alguien que es más que vencedor? Pues al ver que se toma de la mano del Señor sin importar lo que esté enfrentando, sea bueno o malo. Porque algunos solo se acercan a Dios cuando están mal —a punto de divorciarse o en bancarrota, por ejemplo— y se alejan cuando todo comienza a mejorar.
Algunos jóvenes solteros dejan de servir en la iglesia cuando encuentran a su pareja. Saber si el noviazgo está respaldado por Dios es tan fácil como evaluar si te acerca más a Él, porque todo lo que te aleje de Su amor te convierte en perdedor. También hay quienes están cerca del Señor y se alejan cuando algo no va bien, cuando en realidad nada debería separarnos del amor de Dios.
El Señor lo asegura, ¡ya vencimos al enemigo! Entonces, ¿por qué a veces permitimos que nos derrote? Porque muy en el fondo no aceptamos esa victoria. Cuando realmente confiamos, las victorias se manifiestan en todas las áreas de nuestra vida, pero si confiamos solo en nuestra fuerza no logramos vencer.
Ya comprendimos que Dios creó a Adán con dominio, autoridad y victoria, pero al desobedecer perdió lo que había recibido. Sin embargo, nosotros ya fuimos redimidos por la sangre de Cristo y gracias a Él recuperamos la autoridad. El problema es que cuando pecamos, sufrimos el daño colateral de la pérdida de confianza en nuestra identidad y capacidad de superar los errores, además de enfrentar los problemas en la familia y en la economía. Porque cuando caemos en tentación desperdiciamos nuestros recursos y nos alejamos del amor de quienes se preocupan por nosotros.
Tienes algún vicio y gastas tu dinero en mantenerlo, pero después enfrentas dificultades con tu esposa y tus hijos: esos son daños colaterales. Al sufrir una enfermedad, el daño colateral es el poco rendimiento para trabajar y el gasto que implica comprar medicinas.
Si lo analizamos desde otro punto de vista, entregarle nuestra vida a Jesús tiene múltiples beneficios colaterales porque al dejar los vicios podemos ofrecerle una vida más cómoda a nuestra familia y las relaciones mejoran. Si te dedicas a tu esposa y no andas con «segundo frente de batalla», te abunda el tiempo, los recursos y la paz.
Cuando te desvías y cometes errores, pierdes confianza para actuar, trabajar y relacionarte. Así que confía en el Señor, acepta la redención que te ofrece y que te devuelve el dominio sobre el enemigo que desea verte derrotado. A veces puede sonar algo fantasioso hablar del diablo como un enemigo, pero lo es. Por favor, disculpa si al abordar este tema te sientes un poco incómodo porque no estás familiarizado con ello, pero si deseamos caminar por fe, debemos abrir nuestros ojos espirituales.
Jesús, el segundo Adán, vino a salvarnos y provocó nuestro nacimiento espiritual. En esa nueva vida, ya vimos que recuperamos la autoridad perdida, porque Él tiene toda potestad sobre el cielo y sobre la tierra, así que ahora puedes vencer porque ¡tienes autoridad! Date por vencedor, recupera tu confianza en Jesús y Su victoria será la tuya. Tener fe en Dios significa tener fe en lo que puedes lograr porque Él ya te ha dado todo para alcanzar la plenitud.
Tu pelea está arreglada
En la Biblia leemos sobre la conquista de la Tierra Prometida luego de que el pueblo de Israel caminara cuarenta años por el desierto. Una de las primeras ciudades a conquistar era Jericó, rodeada de enormes muros que parecían imposibles de derribar. Sin embargo, Dios le dijo a Josué, sucesor de Moisés, que ya la había entregado en manos de Su pueblo y le dio instrucciones precisas.
Hay puertas en tu vida que estaban cerradas, pero el Señor te dice que están por caerse las murallas y entrarás donde no era posible. Confía y obedece las instrucciones de Dios porque Él ya arregló tu victoria, así como dispuso todo para que Su pueblo conquistara Jericó.
La instrucción que Josué recibió no era esgrimir las espadas y pelear, sino darle siete vueltas a la ciudad. Quizá eran indicaciones un poco extrañas para alguien que esperaba luchar ya que rodear la ciudad y tocar las trompetas durante siete días no era precisamente la idea de una batalla, pero al obedecer demostraron que nada los separaba de la fe en Dios.
Lo mismo debemos hacer ahora. Obedece siempre a tu Padre y en un día lograrás lo que antes lograbas en siete. Pero lo primero es reforzar tu fe. A veces crees que tu esfuerzo no vale la pena, te cansas, piensas que perdonar, amar y bendecir no da resultado, pero no desmayes.
A veces debes hacer siete veces más de lo que piensas que es suficiente para recibir lo que Dios quiere darte. Él está convencido de tu victoria, pero tú también debes estarlo.
En medio de la batalla, de nada sirve que el general del ejército sepa qué hacer y dé las instrucciones si los soldados no confían en su capacidad y obedecen. Con cada vuelta que los israelitas daban alrededor de Jericó, Dios seguramente decía: «Ya los veo casi convencidos, pero necesito plena certeza». Al séptimo día, cuando les mandó dar siete vueltas, seguramente dijo: «Ahora es el momento, nada los separa de la fe que deseo ver en ellos, es tiempo de que los muros caigan».
Él está convencido de tu victoria, pero tú también debes estarlo.
Lo que vence al mundo es nuestra fe. Si las circunstancias te han derribado, levántate victorioso porque en el Señor nada puede destruirte. Solo la fe puede darte el valor para hacer lo que Dios te mandará, porque los muros cayeron por el poder del Señor, no por las vueltas que el pueblo dio. Haz lo que Su Palabra dice y deja que Él haga el resto.
Nunca destruidos
En medio de las dificultades aprendamos a diferenciar lo externo de lo interno. Claro que podríamos estar atribulados en todo, en apuros, perseguidos y derribados, pero notemos que todas esas son señales externas, porque no es lo mismo verse derribado que sentirse derrotado. Sin embargo, nuestra fe en la victoria que ya tenemos provoca que a pesar de todo lo negativo no estemos angustiados, desesperados, desamparados ni destruidos.
En la primera película de Rocky, la saga que hizo famoso a Silvester Stallone, vemos a un joven, apasionado e inexperto boxeador en su camino hacia el éxito. Al final de la película pelea contra Apollo Creed, el campeón indiscutible, y durante un combate sangriento que nos emociona incluso ahora muchos años después, vemos cómo ambos boxeadores caen noqueados una y otra vez, pero no se dan por vencidos.
Al final Apollo gana la pelea por decisión dividida, lo que realmente es un triunfo para el retador, quien se vio en apuros, perseguido y derribado, todas las señales externas eran negativas y dolorosas, sin ninguna duda, pero nunca estuvo derrotado ni destruido y, al contrario, a pesar de lo mal que le fue físicamente, la victoria fue suya, superó su miedo al fracaso, ganó el respeto de quienes no confiaban en él y las puertas se le abrieron al lograr una proeza sin precedentes.
Lo mismo sucede con nosotros: podemos estar derribados, pero nunca destruidos, podemos ser perseguidos, pero nunca estaremos desamparados. Nuestro Padre y entrenador nos ha preparado para que ningún enemigo pueda con nosotros, lo único que debemos hacer es subirnos a ese cuadrilátero y pelear.
La angustia y la falta de paz interior, la desesperación de pensar que no podremos salir del problema y el desamparo de sentirnos abandonados sin ayuda nunca serán una realidad en nuestro corazón si afirmamos una y otra vez que nada puede destruirnos aunque tropecemos y seamos derribados.
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Utiliza tu fe para atacar lo malo que te sucede y provocar que se cumpla lo bueno que Dios promete, no al contrario. El Señor nos ha dado el regalo de la fe para que confiemos en lo que podemos lograr con Su ayuda, porque nos ha hecho fuertes y podemos ser eficientes en todo lo que emprendamos. Logras lo que te propones si crees en lo que Dios te ha dado.
Todo comienza con ese acto de fe que debe sustentar tu vida. Tus sueños se cumplirán cuando actúes como un hijo que confía en su Padre y en las habilidades que ha recibido.