Santiago nos dice que si nos hace falta sabiduría debemos pedírsela a Dios (véase Stg 1:5). Entonces añade: «Pero pida con fe, no dudando nada; porque el que duda es semejante a la onda del mar, que es arrastrada por el viento» (Stg 1:6).
¿Cuán importante es esto? Santiago dice que hace un mundo de diferencia. El que duda no debe pensar en recibir «cosa alguna del Señor» (Stg 1:7).
Es claro que la fe es una regla importante para la oración. Jesús le enseñó a sus discípulos acerca de la fe mediante el uso de un ejemplo gráfico: con fe podían decirle a una montaña que se echara al mar y así ocurriría (Mt 11:23). Entonces dijo: «Por tanto, os digo que todo lo que pidiereis orando, creed que los recibiréis, y os vendrá» (Mc 11:24).
¿Qué es la fe? «Es, pues, la fe la certeza de lo que se espera, la convicción de lo que no se ve» (Heb 11:1).
Naturalmente, no le pedimos algo a Dios que ya tenemos, sino algo que todavía no tenemos. Lo esperamos. No lo vemos. Pero si tenemos fe, las cosas invisibles por las cuales esperamos tendrán sustancia. Esta no puede ser material, debe ser espiritual, pero aun así es sustancia. Si no le damos sustancia a las cosas que esperamos, dudaremos como las olas del mar y nuestras oraciones no serán respondidas. Habremos violado una regla de la oración.
A muchos les desagrada esta enseñanza. Creen que es peligrosa porque no da demasiada responsabilidad. No les agrada confrontar el hecho de que algunas veces (ciertamente no siempre) somos los culpables de que nuestras oraciones no sean respondidas.
La acción activa requiere fe. ¿Permite Dios en algún momento excepciones a esta regla? Afortunadamente, para la mayoría de nosotros, incluyéndome a mí, sí lo hace. Pero seamos claros, esas son las excepciones, no la regla.
La teología de la prosperidad
Por años, he escuchado críticas del campo a la «superfé» o la «teología de la prosperidad». Pero según mi opinión, sus mejores proponentes simplemente están tratando de equilibrar la iglesia mediante el énfasis de una verdad bíblica que muchos de nosotros hemos tendido a ignorar, a saber, la función crucial que tiene nuestra fe humana para que se realice la voluntad de Dios.
También he escuchado críticas a la práctica de la «visualización». Cuando escuché por vez primera acerca de la visualización de amistades íntimas como David Yonggi Cho y Robert Schuller, sólo podía admitir que estas personas sabían algo que yo no sabía. Me ayudaron a entender lo que quería decir Hebreos 11:1 con «sustancia», y les agradecí.
¿Han ido muy lejos algunas de las personas de la superfé o de la visualización? Indudablemente así ha sido, pero se debe esperar esto cuando llega una gran corrección al Cuerpo de Cristo. ¿Han ido muy lejos algunos presbiterianos con la predestinación? ¿Han ido muy lejos algunas personas de la Iglesia de Cristo con la regeneración bautismal?
¿Han ido muy lejos algunos nazarenos con la santidad? ¿Han ido muy lejos algunas personas de las Asambleas de Dios con la glosolalia? ¿Han ido muy lejos algunos luteranos con la ley y el evangelio? Por supuesto.
El equilibrio llegará. Algunos en el campo de la prosperidad ya han reconocido que han exagerado la función de la fe en la oración respondida. Algunos se han percatado de que existió el peligro de sentirse que podían manipular a Dios; ellos saben que no deben hacer eso.
Algunos han reconocido que la línea entre la prosperidad dada por Dios y la codicia desenfrenada se desvaneció un tanto. Algunos han confesado que han pedido y no han recibido porque pidieron de manera equivocada para «gastar en vuestros deleites» (Stg 4:3).
Sin embargo, teniendo en cuenta los riesgos, debemos concordar que orar con fe es una regla cardinal de la oración. Las respuestas llegarán o serán refrenadas en base a ello.
¿Cómo podemos orar con más fe?
La clave principal para orar con fe es conocer la voluntad de Dios. Juan nos dice: «Que si pedimos alguna cosa conforme a su voluntad, Él nos oye» (1 Jn 5:14).
El gran «si»
Algunas personas no han sabido cómo tratar la oración con fe y su vida de oración ha sufrido, por consiguiente. Se han preocupado tanto en cuanto a los peligros de la presunción y de manipular a Dios que han desarrollado un método garantizado de orar.
Han descubierto que cuando introducen de manera prudente la palabra «si» en puntos estratégicos de su oración no necesitan preocuparse si reciben respuesta o no.
En su libro, El poder de la oración tenaz, John Bisagno tituló un capítulo «Si es tu voluntad». Y escribió: «Muchas oraciones maravillosas no han recibido respuesta porque se hicieron impotentes con la palabra «si» en medio de ellas». ¿Por qué hacen esto las personas? Bisagno sugiere la verdadera razón de fondo: «Realmente no creemos que Dios vaya a hacer nada así que tenemos una manera fácil de escaparnos en caso de que así sea: una cláusula de escape en palabras minúsculas».
En otras palabras, muchas personas no tienen una fe bíblica.
Juan Calvino concordaría con Bisagno. En sus Instituciones de la religión cristiana, Calvino se pregunta en cuanto a qué clase de oración sería algo como esto: «Señor, dudo que desees escucharme, pero ya que estoy ansioso, escapo hasta ti para que, de ser digno, me puedas ayudar». Calvino asevera que las oraciones de los santos en las Escrituras no siguen este patrón.
Nos amonesta a seguir las instrucciones del Espíritu Santo de acercarnos «confiadamente al trono de la gracia» (Heb 4:16). Juan Calvino dice, «La única oración que Dios acepta nace, por así decirlo, de tal presunción de fe, y se basa en una seguridad inconmovible de esperanza».
A menudo hay una sutil suposición detrás de la frase: «Si es tu voluntad». La suposición es que no es posible conocer la voluntad de Dios antes de que oremos. Algunos citan Santiago 4:15: «En lugar de lo cual deberíais decir: Si el Señor quiere, viviremos y haremos esto o aquello», para justificar la suposición, quizás sin percatarse de que el contexto planifica un viaje de negocios, y no se dirige al Padre en oración.
Cómo conocer la voluntad de Dios
Pero, ¿podemos conocer la voluntad de Dios antes de que oremos?
Ciertamente. Dos grandes maneras de conocer la voluntad de Dios son: (1) leerla en la Escritura (véase 2 Ti 3:15, 16); y (2) pedirle a Él y obtener una respuesta (véase Jn 14:26; 16:13; 2 Ti 2:7; Stg 1:5–7).
La mayoría de lo que necesitamos saber acerca de la voluntad de Dios se nos revela en la Biblia. Conocemos su voluntad acerca de alimentar a los hambrientos, el sexo antes del matrimonio, la justicia para los oprimidos, el pago de los impuestos, la obediencia a nuestros padres y la armonía de las razas. La Biblia es clara en cuanto a estas cosas, así que cuando oremos en cuanto a ellas sabemos que estamos orando la voluntad de Dios.
En algunos círculos se está haciendo popular pasarse una buena proporción del tiempo de oración Praying the Scriptures[Orando las Escrituras], para usar el título de un excelente libro acerca del tema por Judson Cornwall.
En su obra, Cornwall sugiere que el texto bíblico puede convertirse en la oración que recemos. Y dice: «Cuando se utiliza como el vehículo de nuestras oraciones, la
Palabra de Dios puede declarar profundos deseos internos y pensamientos del alma-espíritu».
Cuando utilizamos las palabras de la Escritura para nuestras oraciones estaremos orando la voluntad de Dios.
La segunda manera de orar según la voluntad de Dios es pedirle que la determine antes de que oremos. Jesús dijo que Él sólo hizo lo que vio al Padre hacer (véase Jn 5:19).
Nosotros debemos hacer lo mismo.
La clave principal para conocer la voluntad del Padre es pasar tiempo con Él. ¿Podemos conocer la voluntad de nuestro cónyuge? Luego de más de 40 años viviendo con mi esposa, es mejor que la sepa, y así es. Y ella conoce la mía. El día de nuestra boda ninguno de nosotros sabía lo que hoy sabemos. Pero aprendimos y pronto descubrimos que mientras más pronto aprendiéramos más felices seríamos.
Lo mismo ocurre con nuestro Padre celestial. Mientras más tiempo pasemos con Él, más seguros estaremos de lo que es y no es su voluntad.
Cuando conozcamos la voluntad de Dios, ya sea mediante la Escritura o a través de la comunicación directa con Él, entonces podremos orar con toda la fe que se espera de nosotros y ver las correspondientes respuestas a nuestras oraciones.