Ningún cristiano debe sentarse a disfrutar de los beneficios del regalo de la salvación del Señor, y jamás mover un dedo para servirle. Usted ha sido comprado con la sangre de Cristo, y ahora le pertenece a Él (1 P 1.17-19).
A pesar de ello, muchos cristianos piensan que servir al Señor es opcional. Pero la Biblia dice: “Porque somos hechura suya, creados en Cristo Jesús para buenas obras, las cuales Dios preparó de antemano para que anduviésemos en ellas” (Ef 2.10). Nuestras características físicas, personalidades, habilidades y temperamentos fueron creados con este propósito en mente. Estamos hechos perfectamente para las tareas que el Señor ha querido para nosotros.
Si alguien le ha dicho a usted que no vale nada y que nunca llegará a ser alguien en la vida, quiero que sepa que, a los ojos de Dios, eso no podría estar más lejos de la verdad. Dios le creó con aptitudes y capacidades para que le glorifique con lo que hace. Hay una razón para mantener viva la esperanza. No se dé por vencido, no importa cómo haya sido su pasado. Con Dios, hay siempre un futuro.
Cuando el Señor asigna una tarea, da también su poder para cumplirla (1 P 4.11). Fue por eso que Jesús prometió enviar al Espíritu Santo a sus discípulos (Jn 14.16). El mismo Consolador o Ayudador que les dio el poder para esparcir el evangelio, vive dentro de cada creyentes, incluyéndolo a usted. Su deseo es seguir guiándole en todo momento, dándole la fuerza para que realice cualquier tarea a la cual Dios le haya llamado. Una vez que usted acepte la dirección del Señor, sus propósitos se harán cada vez más evidentes. Lo único que usted tiene que hacer es obedecerlo y dejar las consecuencias en sus manos.
¿Qué hace vacilar al creyente?
Entre las muchas razones para que un cristiano rehúya servir, estas son los que más he visto:
Una autoestima deficiente. Algunos cristianos se valen de sentimientos de baja autoestima como excusa: El Señor nunca podría usar a alguien como yo. Muchas veces, este manera de pensar proviene de comentarios humillantes durante la infancia. Sin embargo, debemos entender que las percepciones de los demás nunca coinciden con las de Dios. Cada persona es hechura de Dios, y Él tiene el propósito de utilizarnos. No podemos vivir en el pasado, ya que de lo contrario, desperdiciaremos los buenos planes que Dios tiene para nosotros.
Sentimientos de incompetencia. Si usted se siente incapaz para servir al Señor, únase a la multitud. Ninguno de nosotros es competente para cumplir con el llamado de Dios, y esto es bueno. Cada vez que somos desafiados por el Señor a hacer algo que está más allá de nuestras capacidades, somos invitados a depender de su poder. De hecho, así es como crece nuestra fe. Cada reto nos enseña a creer que Él nos dará lo que necesitemos para realizar su obra.
Las comparaciones. Una de las maneras principales de cerrarse a la obediencia, es compararnos con los demás. ¿Nunca le ha dicho usted a Dios: “¿Por qué no le pides a ______ que haga esto? Podría hacerlo mucho mejor que yo”? El problema con este razonamiento es que el Señor le llamó a usted a hacer ese trabajo, no a la otra persona. Dios no necesita de su consejo en cuanto a quién puede hacer algo mejor; Él simplemente quiere su obediencia.
Las debilidades. Cuando se trata del servicio, muchas personas son especialistas en sus debilidades: No tengo buena salud. Soy muy viejo. No sé hablar en público. Cualquiera que sea su excusa, no es el primero que trató de usar esa táctica con Dios. ¿Recuerda a Moisés? Al achacar la culpa a su problema de tartamudez, le dijo al Señor que buscara a otra persona para confrontar a Faraón (Ex 4.10-13). Dios no aceptó su excusa entonces, y tampoco acepta la nuestra hoy. Pablo dice que nuestras debilidades son oportunidades que tiene Cristo para mostrar su poder en nosotros (2 Co 12.9).
El temor. Si Dios nos da una tarea nueva, la reacción natural es el temor.¿Y si fracaso o no estoy a la altura? Podría hacer el ridículo o enfrentar la crítica. Satanás quiere que la ansiedad nos impida ser siervos útiles de Cristo. Es por eso que tenemos que creerle a Dios y dejar la desobediencia. La única manera de superar nuestros miedos es enfrentarlos, confiando en que Dios hará su obra por medio de nosotros.
El ajetreo. Cuando se les presenta la oportunidad de servir al Señor, algunas personas dicen: “No tengo tiempo”. Pero, en realidad, el argumento más preciso sería: “Eso no es una prioridad para mí”. Sé que esto es difícil de aceptar, pero es la verdad: si no podemos sacar a la fuerza tiempo para servir a Dios de alguna manera, es porque estamos demasiado ocupados con nuestros propios planes. La única manera que tenemos para convertirnos en servidores útiles del Señor, es permitirle a Él que controle nuestros planes.
El egoísmo. A veces, las personas no están dispuestas a servir al Señor porque sus vidas están dedicadas a su familia, sus amigos, sus carreras, sus pasatiempos y sus responsabilidades; no tienen interés en servir a Dios. Pero, cuando comparezcamos ante el tribunal de Cristo, estas excusas no servirán de nada. En vez de recibir recompensas por llevar a cabo las buenas obras que Dios preparó para nosotros, el fuego consumirá en llamas la madera, el heno y la hojarasca de nuestras vidas (1 Co 3.10-15). Sin embargo, nunca es demasiado tarde para cambiar de rumbo.
Las personas que Dios usa
Desde nuestra perspectiva, Dios utiliza a las personas menos predecibles. Basta con mirar a los discípulos. Eran difícilmente la clase de hombres considerados importantes, pero el Señor Jesús se apoderó de sus corazones y el Espíritu Santo vino a vivir dentro de ellos para que impactaran al mundo. Dios no busca a las personas más impresionantes. Su vara de medir es el corazón. Cuando nos caracterizamos por las cualidades que siguen a continuación, Él puede hacer el trabajo más increíble por medio de nosotros:
Disponibilidad. Dios busca siervos deseosos de estar disponibles para todo lo que Él les pida que hagan. Cuando el Señor llamó a Isaías, éste respondió de inmediato: “Heme aquí, envíame a mí”, a pesar de que todavía no había escuchado en qué iba a consistir el trabajo (Is 6.8).
Humildad. Puesto que Dios resiste a los soberbios, Él llama a los humildes para que lleven a cabo sus propósitos (1 P 5.5, 6). Él quiere siervos que busquen darle a Él la gloria, en vez de atribuirse los méritos a sí mismos.
Pureza. Otro requisito para un servicio eficaz, es una vida pura y un corazón inclinado a la obediencia. La pureza exige tener cuentas claras con Dios por medio de la confesión inmediata y el arrepentimiento sincero. Permitir que el pecado siga estando en nuestras vidas nos impide ser útiles, porque amortece nuestra sensibilidad espiritual y sofoca el poder del Espíritu.
Lo que está en juego
Jesús contó una parábola acerca de un amo que confió a tres de sus siervos diversas cantidades de dinero para que las invirtieran en provecho de él (Mt 25.14-30). Dos de ellos se pusieron a trabajar de inmediato, y duplicaron sus inversiones. Pero el tercer hombre simplemente cavó un hoyo y escondió el dinero. A su regreso, el amo elogió espléndidamente y recompensó a los siervos que habían utilizado lo que les había dado, pero castigó severamente al que rehusó servirle. No perderemos nuestra salvación por la falta de servicio, pero sí las recompensas en el cielo por no utilizar lo que Dios nos ha confiado.
Si usted siente que el Señor le está hablando en cuanto a este asunto, es posible que se esté preguntando: ¿Qué quiere que yo haga? ¿Cómo quiere utilizarme? Si usted quiere someterse a Dios e ir a donde Él le dirija, el Señor abrirá las puertas y le guiará a la vida más significativa y productiva posible. No estoy diciendo que será fácil, pero valdrá la pena. Se lo aseguro.