¿Sabes lo que es vivir apasionado por algo? Willie Sutton lo sabía. Describiendo su máxima pasión, él dijo: "Es lo que gozaba. Estaba más vivo cuando (lo hacía) que en cualquier otro momento de la vida. Lo disfrutaba tanto que una o dos semanas después (de hacerlo) buscaba la siguiente oportunidad."
¿Cuál fue la pasión de Willie Sutton? Su pasión era robar bancos. Willie Sutton fue uno de los asaltantes de bancos más conocidos del siglo XX. Sin embargo, su pasión tuvo un efecto sobre su vida. Pasó más de la mitad de su vida adulta en la cárcel pagando sus delitos. ¿Valió la pena?
Hoy en día se oye mucho hablar acerca de la pasión. La única vida que vale la pena es la vida apasionada. Por todas partes hoy se nos dice que vivamos apasionadamente. Es un consejo bueno - pero tenemos que considerar qué es lo que nos apasiona. Una vida de pasión no vale la pena si te apasionas por lo equivocado. Hoy conoceremos la historia de un hombre que vivió con pasión - pasión equivocada, pero luego corregida.
Abramos las Biblias en el libro de Hechos, capítulo 26. Este libro relata los comienzos de la Iglesia. Hace un par de semanas, vimos la forma en que se inició la Iglesia el día de Pentecostés, con la venida del Espíritu Santo. Durante los siguientes meses, la Iglesia siguió creciendo - pero no sin oposición. De hecho, muchos de los que habían llegado a creer en Jesucristo se vieron obligados a huir de Jerusalén, debido a la oposición de los líderes religiosos.
Sin embargo, aun en esto Dios estaba obrando. El usó la persecución para regar a los creyentes alrededor del área, con el resultado de que el evangelio se proclamó más ampliamente. Quizás los creyentes se hubieran quedado a gusto en Jerusalén, disfrutando de la comunión de la nueva Iglesia, pero Dios tenía otros planes; su deseo era que todos escucharan el mensaje de salvación.
Uno de los hombres que perseguía a los creyentes en Jesucristo fue un judío llamado Saulo. Era un hombre que vivía con pasión. Saulo vivía apasionado por la tradición religiosa que había recibido de sus antepasados, pero no se preguntaba si esa tradición estaba de acuerdo con la verdad de Dios. Lo tomaba por sentado.
Sin embargo, Saulo tuvo un encuentro que lo cambió. Hasta cambió de nombre - empezó a usar su nombre romano, Pablo, el nombre por el que lo conocemos hoy. Leamos los versos 2 al 11 de Hechos 26.
26:2 Me tengo por dichoso, oh rey Agripa, de que haya de defenderme hoy delante de ti de todas las cosas de que soy acusado por los judíos.
26:3 Mayormente porque tú conoces todas las costumbres y cuestiones que hay entre los judíos; por lo cual te ruego que me oigas con paciencia.
26:4 Mi vida, pues, desde mi juventud, la cual desde el principio pasé en mi nación, en Jerusalén, la conocen todos los judíos;
26:5 los cuales también saben que yo desde el principio, si quieren testificarlo, conforme a la más rigurosa secta de nuestra religión, viví fariseo.
26:6 Y ahora, por la esperanza de la promesa que hizo Dios a nuestros padres soy llamado a juicio;
26:7 promesa cuyo cumplimiento esperan que han de alcanzar nuestras doce tribus, sirviendo constantemente a Dios de día y de noche. Por esta esperanza, oh rey Agripa, soy acusado por los judíos.
26:8 ¡Qué! ¿Se juzga entre vosotros cosa increíble que Dios resucite a los muertos?
26:9 Yo ciertamente había creído mi deber hacer muchas cosas contra el nombre de Jesús de Nazaret;
26:10 lo cual también hice en Jerusalén. Yo encerré en cárceles a muchos de los santos, habiendo recibido poderes de los principales sacerdotes; y cuando los mataron, yo di mi voto.
26:11 Y muchas veces, castigándolos en todas las sinagogas, los forcé a blasfemar; y enfurecido sobremanera contra ellos, los perseguí hasta en las ciudades extranjeras.
Pablo aquí da su testimonio ante un gobernador y un rey. El gobernador se llamaba Festo, y el rey Agripa.
Sin entrar en detalles, Pablo había sido arrestado bajo falsos pretextos, y ahora tenía la oportunidad de defenderse ante las autoridades. En su defensa, él recuenta la historia de lo que le había sucedido años antes en su encuentro con Jesús. En estos versos, describe cómo era su vida antes de este encuentro.
Como hemos dicho, Pablo vivía con pasión. Era tal su pasión que él estuvo presente cuando murió el primer mártir de la fe. ¿Alguien sabe cómo se llamaba? Así es, se llamaba Esteban. Cuando la gente apedreó a Esteban por su fe en Jesucristo, Saulo estaba allí presente, cuidando los abrigos.
Había sido criado conforme a la secta más estricta del judaísmo, el fariseísmo. Cuando escuchó a las personas predicar que la esperanza de su fe había sido cumplida en Jesucristo, no lo podía creer. No concordaba con sus interpretaciones bíblicas. Como resultado, apasionadamente trató de frenar la predicación de ese mensaje.
Recibió autoridad para meter a la cárcel a muchos. Cuando los condenaban a muerte, él daba su voto de aprobación. En las sinagogas, donde se reunían los judíos para adorar al Señor, él hacía castigar a latigazos a cualquiera que osara mencionar el nombre de Cristo, tratando de lograr que negaran su fe. Defendía apasionadamente su opinión de la verdad.
Sin embargo, precisamente en uno de los viajes que él hacía para arrestar a más creyentes, tuvo un encuentro que transformó su vida. Leamos acerca de este encuentro en los versos 12 al 19:
26:12 Ocupado en esto, iba yo a Damasco con poderes y en comisión de los principales sacerdotes,
26:13 cuando a mediodía, oh rey, yendo por el camino, vi una luz del cielo que sobrepasaba el resplandor del sol, la cual me rodeó a mí y a los que iban conmigo.
26:14 Y habiendo caído todos nosotros en tierra, oí una voz que me hablaba, y decía en lengua hebrea: Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues? Dura cosa te es dar coces contra el aguijón.
26:15 Yo entonces dije: ¿Quién eres, Señor? Y el Señor dijo: Yo soy Jesús, a quien tú persigues.
26:16 Pero levántate, y ponte sobre tus pies; porque para esto he aparecido a ti, para ponerte por ministro y testigo de las cosas que has visto, y de aquellas en que me apareceré a ti,
26:17 librándote de tu pueblo, y de los gentiles, a quienes ahora te envío,
26:18 para que abras sus ojos, para que se conviertan de las tinieblas a la luz, y de la potestad de Satanás a Dios; para que reciban, por la fe que es en mí, perdón de pecados y herencia entre los santificados.
26:19 Por lo cual, oh rey Agripa, no fui rebelde a la visión celestial,
Muy de repente, brilló sobre este hombre una luz más fuerte que el sol, y cayó al suelo. Los romanos, como muchas otras culturas, veneraban el sol. Esta luz, dice Pablo, era más fuerte que el sol. Era la luz de Dios, brillando sobre Pablo en su apasionada oscuridad.
Jesús le dice a Pablo: "¿Por qué me persigues? ¿Qué sacas con darte cabezazos contra la pared?" Esta última frase se traduce literalmente "Te es difícil dar coces contra el aguijón." Varios escritores habían usado esta frase para describir los efectos de resistir la voluntad de Dios. Era una expresión que Pablo y sus oyentes entenderían muy bien.
Cuando un granjero iba guiando su yunta de bueyes, usaba un palo con un aguijón para corregirlos y motivarlos. ¡De nada le servía al buey patear el aguijón! Sólo serviría para hacer enojar al granjero, y resultaría en más puñaladas para el buey. De igual modo, Pablo - sin saberlo - con toda su pasión, estaba resistiendo la voluntad de Dios.
¡De nada le podría servir! Sólo acarrearía más castigo sobre sí mismo. Era hora de que Pablo dirigiera su pasión en otra dirección - no a perseguir a los creyentes en Jesucristo, sino a llevar su mensaje a muchos más que no sabían de El. ¡Qué gran ironía! Pablo, el judío de hueso colorado, había sido escogido por Jesucristo para llevar su evangelio a los gentiles. Cualquier judío como Pablo consideraba que los gentiles estaban totalmente fuera del plan salvador de Dios. Ahora, Jesús le revela que no sólo somos incluidos, sino que Pablo sería enviado para llevarles su mensaje.
¿Cómo respondió Pablo? El dice: "no fui desobediente a la visión celestial". ¿Y tú? ¿Has sido obediente a lo que Dios te ha llamado a hacer? Cuando Dios nos llama a algo, encontramos nuestra mayor alegría y bendición cuando somos obedientes. Sólo serás feliz cuando, como Pablo, puedas decir: no fui desobediente.
Veamos ahora cómo termina Pablo su defensa. Leamos los versos 20 al 29:
26:20 sino que anuncié primeramente a los que están en Damasco, y Jerusalén, y por toda la tierra de Judea, y a los gentiles, que se arrepintiesen y se convirtiesen a Dios, haciendo obras dignas de arrepentimiento.
26:21 Por causa de esto los judíos, prendiéndome en el templo, intentaron matarme.
26:22 Pero habiendo obtenido auxilio de Dios, persevero hasta el día de hoy, dando testimonio a pequeños y a grandes, no diciendo nada fuera de las cosas que los profetas y Moisés dijeron que habían de suceder:
26:23 Que el Cristo había de padecer, y ser el primero de la resurrección de los muertos, para anunciar luz al pueblo y a los gentiles.
26:24 Diciendo él estas cosas en su defensa, Festo a gran voz dijo: Estás loco, Pablo; las muchas letras te vuelven loco.
26:25 Mas él dijo: No estoy loco, excelentísimo Festo, sino que hablo palabras de verdad y de cordura.
26:26 Pues el rey sabe estas cosas, delante de quien también hablo con toda confianza. Porque no pienso que ignora nada de esto; pues no se ha hecho esto en algún rincón.
26:27 ¿Crees, oh rey Agripa, a los profetas? Yo sé que crees.
26:28 Entonces Agripa dijo a Pablo: Por poco me persuades a ser cristiano.
26:29 Y Pablo dijo: ¡Quisiera Dios que por poco o por mucho, no solamente tú, sino también todos los que hoy me oyen, fueseis hechos tales cual yo soy, excepto estas cadenas!
El verso 20 es un lindo resumen del evangelio. Venir a Cristo significa arrepentirnos, darle la espalda al pecado, y caminar hacia Dios. La realidad de esta decisión se demuestra con buenas obras.
Al principio dijimos que Pablo había vivido con pasión, pero una pasión mal enfocada. Se apasionaba por detener a los creyentes, hasta que un día Jesús mismo se le apareció. ¡Ahora se apasionaba porque todos conocieran a Jesús! Recuerden que Pablo se está defendiendo ante Festo y Agripa. Ellos tenían poder legal sobre él. ¿Qué argumentos hace? ¿Qué pretende lograr?
¡Su propósito principal fue la conversión de Festo y de Agripa! El verso 29 nos describe el mayor anhelo de Pablo. No era que él fuera desencadenado, sino que los demás fueran espiritualmente desencadenados. No era que él quedara en libertad, sino que sus oyentes fueran liberados del pecado.
¿Cuál es tu mayor anhelo? ¿Qué deseas más que cualquier otra cosa? ¿Cuánto deseas, en realidad, que la gente a tu alrededor se convierta? Si lo deseas, estarás orando por ellos. Les compartirás de tu fe. Aunque te cueste, buscarás la manera en que ellos puedan conocer a tu Salvador.
Pablo había vivido una vida de pasión, pero era una pasión equivocada. Cuando el mundo te dice que vivas con pasión, tiene razón en esto: una vida sin pasión es una vida mediocre y aburrida. Lo que no te dicen es que tienes que apasionarte por la verdad.
Como Pablo, hay muchas personas que viven hoy con pasión, pero no según la verdad. Su pasión puede ser el fútbol, puede ser algún vicio, puede ser alguna relación, incluso puede ser alguna actividad religiosa, como lo fue en el caso de Pablo. Tu pasión es lo que le da sentido a tu vida.
Cuando te encuentras con Jesús - o mejor dicho, cuando Jesús te encuentra - descubres la única pasión verdadera. El toma toda tu vida - tu vida familiar, tu vida laboral, tu vida económica, tu vida emocional - y le da otro enfoque y otro giro. No es que dejes de amar a los demás; al contrario, ¡los llegas a amar más! No dejas de trabajar; al contrario, ¡probablemente serás un mejor trabajador!
Pero cuando te apasionas por Cristo, la vida no sigue igual. No puedes ver a los demás de la misma forma. No puedes seguir con las mismas costumbres. Lo que más te importa es hacer lo que Cristo quiere. Es tu mayor anhelo y tu mayor deseo.
Cantamos mucho acerca de esto. En mi niñez, cantábamos: "Todo a Cristo yo me entrego". Ahora cantamos: "Te doy todo lo que soy, ¡Toma tómalo! ¡Toma tómalo!" Mi pregunta es ésta: ¿reflejamos en nuestra vida lo que cantamos? ¿Realmente estamos tan apasionados por Jesucristo como lo decimos ser?
Yo sé que muchas veces yo mismo no lo estoy. Y no podemos vivir en un estado constante de entusiasmo. Necesitamos también tiempos de calma y de tranquilidad, incluso de tristeza. Más bien, nuestro problema es que nos apasionamos por tantas cosas que no tienen importancia trascendental. No hay amor como el de Cristo. No hay nadie como El.
El se merece el primer lugar en nuestra vida. Se merece ser tu mayor pasión. ¿Quieres encontrarte con El? Búscalo. Medita sobre lo que ha hecho. Apasiónate por El, por su verdad y su voluntad.